Mexico might turn back on Cuban opposition. By Andres Oppenheimer
Payá, cuyo Movimiento Cristiano de Liberación en años recientes reunió alrededor de 25,000 firmas exigiendo un referéndum sobre libertades fundamentales, me dijo que las visitas de funcionarios oficiales a Cuba, que no incluyen reuniones con los líderes de la oposición, “no contribuyen al cambio pacífico” en la isla.
“Sé que hablarán de no injerencia en asuntos internos, pero todo aquel que empieza una relación con el gobierno cubano excluyendo a la oposición pacífica y a la sociedad civil comete una verdadera injerencia, al reforzar e identificar como única parte en Cuba al grupo de poder que excluye a la mayoría”, dijo Payá. Ironías de la política: el presidente mexicano Felipe Calderón, un político de centroderecha que hizo su vida política luchando por la democracia, se podría convertir en el primer mandatario mexicano de los últimos 15 años que se acerca a la dictadura cubana y le da la espalda a la oposición pacífica de la isla. Y a juzgar por lo que me dijo en una entrevista telefónica el líder más conocido de la oposición cubana, Oswaldo Payá, la decisión oficial mexicana de no hablar con los líderes de la oposición en la isla —al igual que la actitud similar del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva durante una reciente visita a Cuba— difícilmente se podría producir en peor momento. A principios de esta semana, un comunicado de la cancillería mexicana anunció que la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, visitará en marzo La Habana para la primera reunión oficial con su contraparte cubano. La visita “refleja la voluntad política que han externado ambos gobiernos de establecer un marco de entendimiento bilateral”, afirmó un comunicado del gobierno mexicano. En la declaración oficial mexicana, no hay indicio de que Espinosa se podría reunir con los líderes de la oposición en Cuba, como lo hacen regularmente funcionarios cubanos cuando viajan a México. Lo que es más, Calderón —cuyo embajador ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas presidió la reciente reunión donde se decidió terminar el monitoreo de la ONU de las violaciones a los derechos humanos de Cuba— se convertiría en el primer presidente mexicano desde 1992 que toma distancia de los disidentes y exiliados cubanos. En 1992, el ex presidente Carlos Salinas se reunió con los dirigentes del exilio cubano Carlos Alberto Montaner y el fallecido Jorge Mas Canosa. En 1999, el presidente mexicano Ernesto Zedillo envió a su secretaria de Relaciones Exteriores, Rosario Green, a reunirse con el líder de derechos humanos Elizardo Sánchez en Cuba. En 2002, el presidente mexicano Vicente Fox se reunió con Payá y otros líderes de la oposición en La Habana. “Esto sería muy serio y grave…”, dice el ex canciller mexicano Jorge Castañeda, refiriéndose a la posibilidad de que Espinosa no se reúna con la oposición pacífica durante su viaje a Cuba. “Representaría un retroceso a hace más de tres gobiernos, y una clara abdicación de todo lo que el Partido Acción Nacional ha dicho y hecho”. Cuando le pregunté a un portavoz de la cancillería mexicana si Espinosa se reunirá con la oposición en Cuba, me dijo que “la agenda del viaje todavía no está decidida”. Agregó que funcionarios de ambos países “acordaron discutir todos los temas de la agenda bilateral, incluyendo los derechos humanos”. Payá, cuyo Movimiento Cristiano de Liberación en años recientes reunió alrededor de 25,000 firmas exigiendo un referéndum sobre libertades fundamentales, me dijo que las visitas de funcionarios oficiales a Cuba, que no incluyen reuniones con los líderes de la oposición, “no contribuyen al cambio pacífico” en la isla. “Sé que hablarán de no injerencia en asuntos internos, pero todo aquel que empieza una relación con el gobierno cubano excluyendo a la oposición pacífica y a la sociedad civil comete una verdadera injerencia, al reforzar e identificar como única parte en Cuba al grupo de poder que excluye a la mayoría”, dijo Payá. Cuando le pregunté si México, Brasil y otros países cuyos funcionarios evitan a la oposición cubana no están tratando de posicionarse diplomáticamente en Cuba para jugar un rol constructivo cuando llegue la transición política, Payá respondió que ocurre precisamente lo contrario. “De esta manera, están contribuyendo a endurecer más este régimen, desalentando al pueblo de Cuba”, dijo Payá, invitando a leer sus propuestas de reformas políticas en la página www.oswaldopaya.com. “En este momento, lejos de contribuir al cambio pacífico y al entendimiento entre cubanos, están haciendo lo opuesto”. Mi opinión: No hay nada de malo en que los funcionarios mexicanos —o los de cualquier otro país, incluyendo los Estados Unidos— mantengan conversaciones con la dictadura cubana si al mismo tiempo hablan con la oposición. Y conociendo a Calderón por haberlo entrevistado varias veces en los últimos 15 años, no tengo dudas de que su corazón está con la disidencia cubana. Pero si Calderón se está acercando a la dictadura cubana para conseguir más apoyo para sus reformas económicas en el Congreso mexicano, o si quiere reafirmar sus credenciales de nacionalista desafiando a Washington, lo está haciendo con el tema equivocado. Podría encontrar otras causas mu cho más dignas, incluyendo el vergonzoso sentimiento antiinmigrante alentado por la mayoría de los candidatos repu-blicanos. Ceder a todas las exigencias de una dictadura decrépita sería un gran error político y una traición a la propia historia política de Calderón.— Miami, Florida.
Mexico might turn back on Cuban opposition. By Andres Oppenheimer
Payá, head of Cuba’s Christian Liberation Movement, a group that in recent years gathered about 25,000 signatures on the island calling for a referendum on fundamental freedoms, told me that visits to Cuba by foreign officials that don’t include meetings with opposition leaders ”don’t contribute to peaceful change” on the island.
‘I know that they [Mexico] will argue that they don’t interfere in other countries’ affairs, but anyone who starts a relation with the Cuban government excluding the peaceful opposition and civil society is interfering big-time in Cuba’s affairs by identifying — and strengthening — those who wield power as if they were the only players, and excluding the majority of the people,” Payá said.
What irony! Mexico’s center-right President Felipe Calderón, a man who made his political life fighting for democracy, may become his country’s first leader in 15 years to improve ties with Cuba’s dictatorship and to turn his back on the island’s peaceful opposition.
And judging from what Cuba’s best-known opposition leader, Oswaldo Payá, told me in a telephone interview from Havana this week, Mexico’s official shunning of Cuba’s opposition — much like Brazilian President Luis Inácio Lula da Silva’s similar attitude during a recent visit to Cuba — could hardly come at a worse time.
First, the facts: Earlier this week, a Mexican government communiqué announced that Foreign Minister Patricia Espinosa will visit Havana in March for the first official meeting with her Cuban counterpart. The visit ”reflects the political will that has been expressed by the two governments to establish a framework of bilateral understanding,” the Mexican foreign ministry said in a statement.
There is no indication in the statement that Mexico’s foreign minister will meet with Cuba’s peaceful opposition leaders, as Cuban officials regularly do when they travel to Mexico.
What’s more, Calderón — whose ambassador to the United Nations Human Rights Council presided over the recent meeting that killed the U.N. monitoring of Cuba’s rights abuses — would become the first president since 1992 to keep Cuban dissidents or exiles at arm’s length.
In 1992, former President Carlos Salinas met with Cuban exile leader Carlos Montaner and the late Jorge Mas Canosa. In 1999, Mexican President Ernesto Zedillo had his foreign minister, Rosario Green, meet with Cuba’s human rights leader, Elizardo Sánchez. In 2002, Mexican President Vicente Fox met with Payá and other opposition leaders in Havana.
A BIG `SETBACK’
”This would be very serious,” said former Mexican Foreign Minister Jorge Castañeda, referring to the possibility that Espinosa may shun Cuba’s peaceful opposition during her trip to Cuba. “It would amount to a setback going back three administrations, and it would be a clear abdication of everything that [Calderón’s] National Action Party has said and done.”
Asked about whether Espinosa will meet with dissidents during her trip, a Mexican foreign ministry spokesman told me that ”the trip’s agenda has not been drafted yet.” He added that officials of the two countries have “agreed to discuss all issues on the bilateral agenda, including human rights.”
Payá, head of Cuba’s Christian Liberation Movement, a group that in recent years gathered about 25,000 signatures on the island calling for a referendum on fundamental freedoms, told me that visits to Cuba by foreign officials that don’t include meetings with opposition leaders ”don’t contribute to peaceful change” on the island.
‘I know that they [Mexico] will argue that they don’t interfere in other countries’ affairs, but anyone who starts a relation with the Cuban government excluding the peaceful opposition and civil society is interfering big-time in Cuba’s affairs by identifying — and strengthening — those who wield power as if they were the only players, and excluding the majority of the people,” Payá said.
Asked whether Mexico, Brazil and other countries were bypassing Cuba’s opposition in an effort to get a foothold on the island and play a constructive role in an upcoming transition period, Payá said the net effect of shunning the opposition is delaying democratic changes.
”By doing this [speaking only with the Cuban regime], they are contributing to hardening the regime’s stands, and to dishearten the Cuban people,” said Payá, whose proposed political reforms are listed on www.oswaldopaya.com. “At this very moment, far from contributing to peaceful change and dialogue among Cubans, they are doing the opposite.”
FOR WHAT PURPOSE?
My opinion: There is nothing wrong with Mexican officials — or those of any other country, including the United States — holding talks with Cuba’s dictatorship if they are also talking with Cuba’s opposition.
And, having interviewed Calderón many times over the past 15 years, I have no doubt that his heart is with the Cuban dissidence.
But if Calderón is cozying up to Cuba’s dictatorship to get congressional support at home for his economic reforms, or to reaffirm his credentials as a Mexican nationalist, he has chosen the wrong issue.
He could find many worthier reasons to confront Washington, including the shameful anti-immigration sentiment fanned by most Republican candidates. Strengthening a decrepit dictatorship would be a big political mistake, and a betrayal of Calderón’s own political history.