NYTIMES: Elecciones de bajo perfil. Entrevista a Oswaldo Payá

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Oswaldo Paya, un disidente que ha entregado peticiones de reformas a la Asamblea Nacional, se mantuvo alejado de las casillas. “Es un ritual obligado que no tiene nada que ver con los deseos del pueblo cubano”, expresó la víspera de la votación.Para ganar, un candidato debe contar con el apoyo de al menos la mitad del electorado en su distrito. Una incertidumbre es si una cantidad inusual de cubanos pudiera usar su boleta para protestar. Otra es si, en esta ocasión, los candidatos –en una contienda que no pueden perder– pudieran dar un empujoncito a Cuba hacia un rumbo diferente.

Mientras los cubanos asistieron a las casillas electorales el domingo, las urnas, los carteles de campaña y otros símbolos de la democracia que se sacan cada día de elecciones estaban todos en su lugar. Sin embargo, había algo más que no había estado presente durante muchos años: cierto grado de suspenso.

Como en las elecciones de hace cinco años, y las de cinco años antes de esas, había pocas dudas en cuanto a quién ganaría. Los 614 candidatos para la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba contendían sin oposición.

Por primera vez desde que la mayoría de los cubanos ganó el derecho a emitir su voto para el parlamento en 1993, no obstante, había cierta incertidumbre en cuanto a quién quedaría en los altos cargos de dirigencia, en cuya resolución tendrá un papel la nueva Asamblea.

“Históricamente, no puedo decir que estas elecciones hayan sido muy significativas”, dijo Frank Mora, un experto en Cuba del Colegio Nacional de Guerra en Washington. “En esta ocasión, no obstante, vale la pena observarlas”.

Nadie dice que el parlamento, un organismo denunciado por los críticos como poco más que uno incondicional, decidirá solo el destino de Fidel Castro. Sin embargo, las elecciones del domingo iniciaron un proceso que determinará en semanas si Castro, quien ha gobernado desde 1959, seguirá siendo el líder de Cuba. Tras enfermar en julio de 2006, Castro entregó temporalmente el poder a su hermano Raúl.

El Consejo de Estado, un organismo de 31 miembros que será integrado el 24 de febrero por el parlamento entrante, elige al Presidente y otros dirigentes de alta jerarquía.

Algunos dicen que no habrá cambios drásticos en la Cuba de Fidel Castro hasta que muera, sin importar el cargo que ostente. “El poder de Fidel no emana de sus posiciones”, dijo Mora. “Proviene del hecho de que es Fidel. Mientras esté vivo y lúcido, ejercerá su poder en la dirección estratégica de Cuba”.

No obstante, abunda la especulación en el país en cuanto a que el cambio está en marcha, fomentada por comentarios velados de Castro de 81 años en cuanto a que nunca ha tenido la intención de gobernar de por vida y cree en ceder el poder a una generación más joven.

“Tenemos que enfrentar situaciones diferentes y decisiones importantes”, dijo Raúl Castro de 76 años en la televisión estatal tras votar temprano el domingo. Fidel Castro emitió su voto en un lugar no revelado donde se está recuperando.

En las calles de La Habana, nadie estaba seguro de qué sucederá después. Se habla de que se podría reformar la Constitución para crear una nueva función emérita para Castro. Algunos especulan que las habladurías de que se haga cargo una generación más joven significan que ninguno de los Castro seguirá siendo presidente.

Sí surge un nuevo líder, esa persona probablemente sea uno de los candidatos que se deslice hacia la victoria el domingo, lo que tiene a los observadores de Cuba en Estados Unidos revisando la lista con algo de mayor detenimiento en esta ocasión.

La nueva Asamblea incluirá veteranos leales al Partido Comunista como su presidente Ricardo Alarcón, el vicepresidente Carlos Lage y el ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque. Sin embargo, los medios informativos controlados por el Estado han dicho que los recién llegados incluyen mujeres y más afrocubanos que nunca antes. El 70% de los candidatos nació después de la Revolución cubana.

Si se ha conocido a la Asamblea de Cuba por algo en el pasado, es por la serie de votos unánimemente afirmativos, sin importar el tema que se le presentara: presupuestos nacionales, cambios políticos, reformas constitucionales.

Sin embargo, dado el ritmo lento de la transición del poder, los observadores de Cuba se preguntan si los miembros de este parlamento nuevo estarán más dispuestos que sus predecesores a debatir un nuevo curso para el país.

“Todos son leales al régimen y acomodaticios, y es claro que se trata de una democracia fraudulenta”, dijo Brian Latell, ex analista de la CIA que escribió un libro sobre la dirección potencial de Cuba una vez que ya no esté Castro. Pero con todo esto podría ser el escenario de cambios en el futuro. ¿Estos nuevos miembros, una vez que ya no esté Fidel, empezarán a hablar abiertamente más que los del pasado?

Y aun cuando ningún candidato ha perdido alguna vez en unas elecciones cubanas, eso no significa que los electores no puedan enviar mensajes sutiles en las boletas electorales. En las últimas elecciones, más de un millón de votantes entregó boletas en blanco, las anuló en alguna forma o votó por algunos, pero no por todos los candidatos, dijo Jorge I. Domínguez, un catedrático de Harvard que sigue los acontecimientos en Cuba.

Votar no es obligatorio, pero por la tarde, líderes de manzana visitan las casas de quienes aún no lo han hecho para saber qué es lo que sucede. Le pueden llevar a uno la boleta a la cama cuando se está enfermo.

Sin embargo, no todo el mundo sigue a los líderes. Un elector, fumando un puro y bebiendo una cerveza Bucanero en la sala de su casa –y hablando a condición de guardar el anonimato para evitar repercusiones– explicó cómo puso una equis sólo en los nombres que nunca antes había oído mencionar, su forma de decir que los veteranos no han hecho suficiente.

Oswaldo Paya, un disidente que ha entregado peticiones de reformas a la Asamblea Nacional, se mantuvo alejado de las casillas. “Es un ritual obligado que no tiene nada que ver con los deseos del pueblo cubano”, expresó la víspera de la votación. Para ganar, un candidato debe contar con el apoyo de al menos la mitad del electorado en su distrito. Una incertidumbre es si una cantidad inusual de cubanos pudiera usar su boleta para protestar. Otra es si, en esta ocasión, los candidatos –en una contienda que no pueden perder– pudieran dar un empujoncito a Cuba hacia un rumbo diferente.

Se espera que un candidato por primera vez, Antonio Castañeda Márquez, sea el primer sacerdote santero que llegue al parlamento. Su religión afrocubana hace predicciones para el año cada 1 de enero, pero evita la política. “Nadie sabe lo que va a pasar”, dijo. “Lo sabremos cuando suceda”.

The New York Times

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