Radio Martí entrevista a Librado Linares y Regis Iglesias
En mayo de 2002, el Movimiento Cristiano Liberación, con el apoyo de otros grupos independientes, había logrado la recolección de 11.200 firmas a favor del Proyecto Varela.
En ese sentido, el presidente estadounidense George Bush afirmó en un discurso que, si la Asamblea Nacional aprobaba la iniciativa, colaboraría con el Congreso para levantar parcial o totalmente el embargo.
Fidel Castro intuyó de inmediato el peligro que implicaba este cambio en la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba.
“La Primavera Negra empezó, exactamente, cuando la oposición decidió proponerle al pueblo movilizarse alrededor de esta petición de referendo sobre el Proyecto Varela”, señaló Regis Iglesias, sancionado con 18 años en 2003.
Las autoridades ya sabían “del descontento que siempre ha habido en Cuba, porque siempre ha estado latente el deseo de los cubanos de vivir libres y buscar la felicidad y la prosperidad dentro de su propio país”.
“Para 2003, ya la campaña por el referendo sobre el Proyecto Varela había logrado llegar a más de 120 municipios de los 168 del país, y habían fundado más de 120 Comités Ciudadanos, que ya eran una referencia para la población a manera local y nacional. A esto fue a lo que le tomó miedo Castro, y por eso desató la escalada de 2003.
“Su similitud con las protestas populares de 2021, son, fundamentalmente, las mismas causas que en 63 años han estado ahí”: la falta de libertades y democracia y la inoperancia económica del sistema comunista.
“Quizás, en 2003, se expresó de una manera más organizada, con una metodología y un camino trazado para iniciar los cambios que necesita el país hacia la libertad y, en el 2021, fueron manifestaciones espontáneas, la expresión popular de que se rompió el miedo y el reclamo de libertad fue en las calles”, anotó Iglesias, exiliado en Miami.
“Pero la respuesta fue la misma, tanto en 2003 como en 2021: la persecución violenta, los secuestros, las largas y draconianas sanciones”, añadió.
Los fallos judiciales contra los participantes en las demostraciones del 11 de julio serían los más altos, por motivos políticos, desde la Primavera Negra.
La reacción inmediata del Gobierno, en ambos casos, fue desestimar las protestas como “disturbios a escala muy limitada”, protagonizados por “mercenarios y contrarrevolucionarios”.
“Yo creo que lo importante en todo esto es que, en un momento, tanto como en el otro, el pueblo cubano ha demostrado que no es un pueblo que, alegremente, permite su sometimiento por parte de una tiranía que lo que pretende es mantener sus privilegios, los del grupo de poder, y mantener sometida a la población, al resto de los cubanos.
“Por supuesto, deberá suceder una conjunción entre la espontaneidad y la actividad, y la metodología organizada, mucho má clara de un camino de cambio”, concluyó Regis Iglesias.
La detención y condena de los 75 disidentes en 2003, y el fusilamiento, en esos días, de tres cubanos por el secuestro de una embarcación, llevó a la reprobación unánime de la Unión Europea, al endurecimiento de las relaciones de ésta con el gobierno cubano, incluyendo sanciones, y a un acercamiento con la disidencia.