NUEVA YORK, domingo, 20 abril 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó este sábado a los jóvenes en Nueva York seis modelos de vida de venerables, beatos, o santos estadounidenses o inmigrantes a este país, unidos por el amor a Dios y los hermanos.trata de santa Isabel Ana Seton, santa Francisca Javier Cabrina, san Juan Neumann, de la beata Kateri Tekakwitha, del venerable Pierre Toussaint y del padre Félix Varela.
Sus imágenes se encontraban ante los más de 20.000 jóvenes que junto a los seminaristas participaron en una vigilia con el Papa en el campo de deportes del seminario de San José de Nueva York.
Se trata de «hombres y mujeres ordinarios que se superaron para llevar una vida extraordinaria», comenzó explicando el papa.
«Cada uno respondió a la llamada de Dios y a una vida de caridad, y lo sirvió aquí en las calles y callejas o en los suburbios de Nueva York».
«Me ha impresionado la heterogeneidad de este grupo: pobres y ricos, laicos y laicas -una era una pudiente esposa y madre-, sacerdotes y religiosas, emigrantes venidos de lejos, la hija de un guerrero Mohawk y una madre Algonquin, un esclavo haitiano y un intelectual cubano».
La primera, santa Isabel Ana Seton, una neoyorquina que vivió entre 1774 y 1821, es la primera santa canonizada de Estados Unidos. Fundó las Hermanas de la Caridad de San José, para atender a los más necesitados, después de haberse quedado viuda a los 29 años con cinco hijos y de haber abrazado la fe católica.
Santa Francisca Javier Cabrini (1850-1917), de origen italiano, se convirtió en Estados Unidos en la gran apóstol de los inmigrantes, que descargaban en Nueva York los barcos procedentes de Europa. Fundó las Misioneras del Sagrado Corazón.
El tercer santo que el Papa propuso como modelo a los chicos y chicas estadounidenses es Juan Neumann, obispo de Filadelfia, pero nacido en Europa, en Prachatitz, en la actual República Checa, en 1811, y fallecido en su diócesis en 1860. Miembro de la Congregación de los Redentoristas, como obispo, fue el primero en organizar un sistema diocesano de escuelas católicas. En Filadelfia abrió 98 escuelas (cuando él llegó la diócesis sólo tenía dos), así como a las Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco para enseñar en las mismas.
Entre estos personajes también se encuentra la beata Kateri Tekakwitha (1656-1680), primera indígena americana declarada beata, hija de un guerrero de la tribu Mohawk. Se convirtió al catolicismo durante su adolescencia. Vivió en una colonia indígena en Canadá, dedicándose a la oración, a la penitencia y al cuidado de los enfermos y ancianos. Falleció a los 24 años.
Oto de los modelos es el venerable Pierre Toussaint (1766-1853), nacido en Haití, llegó a Estados Unidos como esclavo en 1787. Al fallecer su amo, se hizo cargo de todos sus bienes y posesiones, se casó, y fundó asilos y hospicios para niños huérfanos. Se le otorgó la libertad en 1807, aunque siempre trabajó como un esclavo. Murió en Nueva York a los 87 años.
Por último el Papa presentó a Félix Varela, nacido en La Habana (Cuba), en 1788, y fallecido en San Agustín, Florida, en 1853, sacerdote, maestro, escritor, filósofo, considerado como uno de los forjadores de la nación cubana. Huyendo de la condena a muerte en España por su labor a favor de la promoción y la educación en Cuba, se refugió en Estados Unidos, donde pasó más de 30 años de exilio fundado escuelas, edificando iglesias, evangelizando a los más pobres. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por la pobreza, las enfermedades, y la soledad.
El Papa explicó a los jóvenes que «cada uno de nosotros podría estar entre ellos, pues en este grupo no hay un estereotipo, ningún modelo uniforme».
«Pero mirando más de cerca se aprecian ciertos rasgos comunes –añadió–. Inflamados por el amor de Jesús, sus vidas se convirtieron en extraordinarios itinerarios de esperanza».
«Para algunos, esto supuso dejar la patria y embarcarse en una peregrinación de miles de kilómetros. Para todos, un acto de abandono en Dios con la confianza de que él es la meta final de todo peregrino».
«Y cada uno de ellos ofrecían su “mano tendida” de esperanza a cuantos encontraban en el camino, suscitando en ellos muchas veces una vida de fe», evocó.
«Atendieron a los pobres, a los enfermos y a los marginados en hospicios, escuelas y hospitales, y, mediante el testimonio convincente que proviene del caminar humildemente tras las huellas de Jesús, estas seis personas abrieron el camino de la fe, la esperanza y la caridad a muchas otras, incluyendo tal vez a sus propios antepasados», concluyó.