Ante la visita de los parlamentarios canarios a Cuba esta semana cabe preguntarse el porqué del olvido u omisión de cualquier contacto con los grupos disidentes. Oswaldo Payá, una de las figuras más respetadas entre ellos, líder del Proyecto Varela, el movimiento ciudadano en la isla que ha juntado miles de firmas -aun a riesgo de terminar en la cárcel por hacerlo- para pedir un referéndum dentro de la Constitución comunista en el que se pregunte al pueblo cubano si quiere tener derechos fundamentales como el voto y la libertad de expresión, no aparece dentro del tour por el Caribe.
Hace pocos meses, Payá vio con desilusión cómo el comisario de Desarrollo de la Comisión Europea, el belga Louis Michel, regresaba a Bruselas sin haberse reunido con ellos. Algo parecido había sucedido semanas antes con el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. Payá y los grupos que sueñan desde hace años con la libertad y la democracia ven en este tipo de viajes una ofensa a un sector de la sociedad de su país, ya que creen que solamente se escucha al Gobierno de Cuba.
¿Tendrán pensado los diputados canarios pedir la inmediata puesta en libertad de todos los presos cubanos de conciencia? ¿El diputado Figueredo, del PP, alzará la voz para decir cuatro verdades a los jerarcas, de manera de ser consecuente con lo que su partido defiende en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Unión Europea? ¿Alguien se imagina a un Gallardón o Mayor Oreja fotografiado en Cuba, sonriendo en La Habana con los jerarcas del régimen?
Todo indica que la ultraperiferia sirve no sólo para vivir en eterna actitud mendicante, sino también para tragar tiernos brotes soberanistas -«total, en Madrid nadie se entera»- y organizar escapadas al parque temático del comunismo. Y se justificará la visita a través de «los lazos históricos» con Cuba, sin saber que se estará eligiendo la peor forma de honrar a los emigrantes canarios.
Bernardo Sagastume
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