Entrevista Oswaldo Payá revista Época y semanario Alba.

Oswaldo Payá: «Lo de la apertura ‘a la china’ es un cuento chino»  Voz de los sin voz, Payá habla desde la gran prisión en la que se ha convertido Cuba con la firme esperanza de una pronta y pacífica transición en su país.  Miguel Gil y Luis Losada 

ÉPOCA y Alba han enviado a dos reporteros a Cuba para conocer la realidad de la disidencia de primera mano. Durante una semana han convivido con los activistas pro derechos humanos de la isla. Han conocido sus criterios sobre la gestión de la transición cubana y palpado en vivo la realidad social y económica del país. En los próximos números se irán publicando las conclusiones de su viaje.  

Comenzamos esta serie con una entrevista a Oswaldo Payá, presidente del Movimiento Cristiano Liberación, grupo que en 2003 presentó 11.000 firmas para promover una iniciativa legislativa popular que impulsara los cambios hacia una apertura política y económica que desemboque en una democracia abierta y una economía social de mercado. Posteriormente se sumaron otros 14.000 apoyos, formando el movimiento disidente más importante de la isla, reconocido por el resto de opositores. 

-¿Cuál es la situación en Cuba?

-En una primera mirada superficial, se ve un ambiente de tranquilidad. Hay orden, indiscutiblemente. Ahora bien, no se puede negar que algo ha cambiado. -¿Qué? 

-Por primera vez los cubanos se han enfrentado a la realidad de que Cuba tiene que cambiar, de que algún día Fidel Castro no va a estar al frente con el control total de este país. Aunque parecía lógico, en la isla hay un mito establecido a través de décadas que le dice al cubano cada vez que enciende el televisor, lee el periódico o escucha a un político que este orden era eterno, y aunque todavía se impone, los cubanos comienzan a levantar la mirada hacia otro horizonte. 

-¿Y cómo están viviendo los disidentes estos momentos? 

-Llegamos a este punto en una situación en la que la mayoría de nuestros líderes están en prisión, con sus familiares sufriendo. Asimismo, nos encontramos bajo un verdadero cerco de vigilancia y asedio. 

¿En qué consiste? 


-En muchos casos, con detenciones arbitrarias, advertencias, amenazas, y una activación de todos los mecanismos represivos que suponen una amenaza perenne contra nosotros y nuestras familias. Sólo hay que abrir las puertas de nuestras casas para verlo, y otras veces ni hace falta abrirlas. Significa vigilancia, control, algunas turbas que se reúnen para hacer actos de repudio, como les ha ocurrido a algunas esposas de presos, como ocurrió frente a mi casa el 29 de julio o como ocurre en mi barrio, donde han desplegado todo un ambiente de carteles agresivos, y aunque no me mencionan, están diciéndoles a todos mis conciudadanos ‘mire, ese que está ahí está sentenciado’, sobre todo con carteles como ese que dice: «En una plaza sitiada la disidencia es traición». Es decir, tildándonos de traidores porque defendemos los derechos humanos y abrimos un horizonte de esperanza, de liberación, y eso significa una sentencia. 

-Dice que la enfermedad de Castro provoca que la gente vea factible el final del régimen. ¿Ayudará esto a la transición?

-Hay miedo al régimen, con todo su mecanismo represivo, y al cambio. Se da un sentimiento de incertidumbre. Nuestra misión consiste en sembrar la esperanza y hacer ver, por ejemplo, mediante el Proyecto Varela (en el que se reclamaban libertades) y ahora en el programa Todos Cubanos, que el cambio pacífico es posible. Que la reconciliación y la liberación son posibles. Y esa liberación significa perdón y cambios emprendidos entre todos los cubanos. Significa gradualidad, pero con una perspectiva clara e inequívoca de alcanzar todos los derechos para todos los cubanos, algo que ahora parece inalcanzable.

-¿Cómo fomentan esa esperanza? 

– Se trata de anunciar sin fórmulas rígidas, pero con proyectos como éstos, que tienen que entrar en detalle afirmando que ese cambio lo podemos realizar entre cubanos, sin que llegue el caos, el desamparo y la venganza. Sin que haya saqueos, sin que nadie sea despojado de su vivienda, y sin que pierdan el derecho a la salud gratuita (gratuita, pero que pagan los cubanos con su trabajo y pobreza). La esperanza consiste en derrumbar los mitos, pero, al mismo tiempo, en decirles a los cubanos lo mismo que nos dijo Juan Pablo II -y que desde hace tiempo era la divisa del movimiento-: «Ustedes tienen que ser los protagonistas de su propia historia». 

-¿Cómo contempla ese comentado escenario de una apertura ‘a la china’ con un Raúl Castro pragmático? 
-Cuando se habla de apertura a la china, que para nosotros es un cuento chino, se muestra un desconocimiento de la historia y la vocación de libertad que los cubanos hemos construido desde hace décadas. Nuestra formación como nación se dio con una vocación definida hacia un Estado de derecho. Lo de la variante china lo interpreto como un insulto, es como decir ‘para ustedes los cubanos está bien que continúe una oligarquía’, que permita lo que ellos llaman despóticamente un país, dos sistemas. Esto es, un sistema que reporte riquezas y privilegios para una minoría con una cierta apertura económica, pero sin derechos… 

-En ausencia de libertad. 

-Miren, para nosotros el desarrollo en todos los aspectos y el crecimiento del pueblo cubano se debe dar sobre la base de la libertad y la fraternidad, porque este pueblo ha sido fragmentado y dividido por la desconfianza y por la cultura del miedo. Y la fraternidad también es una meta, porque es la vocación propia de los seres humanos hijos de Dios. No se trata de palabras edulcoradas ni de tener sueños; ésa es nuestra determinación y esperanza cierta, porque creemos que los cubanos podemos construir una sociedad libre, más justa y humana.

-Es decir, que no comparte el criterio de aquellos que consideran que las libertades económicas traerán libertades civiles… 

-No. Si mañana dicen que habrá libertades económicas, las aceptaríamos, pero no por eso dejaríamos de luchar. Primero, por la liberación de todos los presos políticos. Mientras no los liberen, no se podrá hablar de liberación y libertad porque estarán recordando que aquellos que han levantado la voz por todos los que no tienen voz han sido confinados y encarcelados. 

-Más… 

-En segundo lugar, porque no se pueden fragmentar los derechos de las personas. Los pueblos que han progresado económicamente han progresado precisamente porque se desatan las manos, se quitan las mordazas y las barreras que no dejan mirar hacia el futuro. Por lo tanto, de ninguna manera tenemos que aceptar que pueda darse una farsa de libertad económica sin libertades políticas. El propio régimen no lo permite ni lo va a permitir, y además se trata de una mediatización que dice que esa libertad económica no es un derecho, sino un recurso de dominación. Y la liberación es su antítesis. 

-¿Hay que esperar a la muerte de Fidel para emprender los cambios? Si no es así, ¿cómo?

-Seamos realistas. Éste es el régimen de Fidel Castro. Nuestro movimiento ha impulsado siempre la liberación del odio y del miedo. Con Fidel vivo o muerto decimos que el pueblo debe conquistar sus propios derechos, algo incompatible en un orden donde manda una sola persona, un solo partido, y donde no se reconocen todos los derechos. 

-¿Se atrevería a plantear un calendario de la transición? 

-Eso es entrar en el campo de la providencia, donde pongo la confianza, pero sí quiero decir que el cambio en Cuba no se mide en años, sino en meses. Pero lo más importante es que la forma en que se realice ese cambio, que queremos que sea pacífico entre cubanos, depende de todos ellos y se está decidiendo ahora. 

-¿Qué papel jugaría la disidencia exterior, especialmente la de Miami? 

-Siempre hemos defendido que los cambios en Cuba los deben protagonizar los propios cubanos, de dentro y de fuera, pero sin injerencias exteriores. Por supuesto, Miami tiene un papel que jugar. Pero no somos partidarios de grandes privatizaciones en un primer momento, por ejemplo. Porque los únicos que tendrían capacidad para acudir serían los que se encuentran en el exterior.

-Pero supongo que será partidario de alguna forma de compensación para aquellos a los que se les expropiaron sus negocios, sus tierras y sus casas.

-Las casas no se van a tocar, porque generaría un verdadero caos. Pero lógicamente habrá que buscar fórmulas de compensación, como abrirse a las inversiones del exilio. 

-¿Con exenciones fiscales iniciales, por ejemplo? 

Creo que la fórmula debe ser la inversa, porque vamos a necesitar en una primera fase mucho dinero para afrontar una transición pacífica. Al que anda vendiendo quesos por la carretera le ofrecemos créditos para que pueda producir el mejor queso de Cuba, pero le pediremos también que colabore con sus impuestos en el conjunto de la sociedad. 

-¿No sería el momento para aplicar modelos más abiertos como el ‘cheque escolar’ o el sistema chileno de sanidad y pensiones? 

-El socialismo es ineficaz y perverso. Pero tampoco creo en la fe ciega en el mercado. En todo caso, esto que plantean se podría estudiar en una segunda fase. Pero en el periodo de transición hay que ser muy cautos, porque la gente tiene tanto miedo a Fidel Castro como a los cambios. Y ninguno queremos que se produzca un baño de sangre. Creo que se puede hacer la transición sin que cueste una sola vida. 

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