Se cumplen diez años de la primavera de 2003. Fuimos secuestrados, sometidos a farsas judiciales y luego dispersados por las cárceles de toda la isla 75 líderes y activistas pro-democracia en Cuba.
El grupo en su mayoría estaba integrado por gestores de la demanda ciudadana por el plebiscito sobre el Proyecto Varela, miembros del Movimiento Cristiano Liberación, periodistas independientes, bibliotecarios y defensores de los derechos humanos.
Fue Oswaldo Paya quien nos bautizo como los rehenes de la Primavera de Cuba, la primavera que había comenzado un año antes, el 10 de mayo de 2002, cuando la solicitud de referendo apoyada por más de 11020 cubanos con derecho al voto fue presentada formalmente ante la Asamblea Nacional o parlamento del régimen.
Oswaldo, principal impulsor de esta demanda no sería arrestado aquellos nefastos días de marzo de 2003, pero ya había sido sentenciado en las oscuras mentes de los represores. El, junto a Harold Cepero, quien fuera expulsado en 2002 de la universidad por su apoyo al Proyecto Varela, serian asesinados el 22 de julio de 2012 en una carretera cubana cuando intentaban visitar a los activistas y líderes que trabajan por los cambios reales en Cuba. Fueron, quizás, las últimas víctimas de aquella primavera represiva contra la voluntad del pueblo.
De mis compañeros de presidio recuerdo con especial cariño a Ricardo González, quien mantenía ya por aquellos años la Sociedad de periodistas independientes Manuel Márquez Sterling y editaba la revista De Cuba, a Omar Rodríguez Saludes, audaz foto reportero y subdirector de la Agencia Nueva Prensa, a Manuel Vázquez, Raúl Rivero y Jorge Olivera, periodistas que mantenían informada a Cuba y también al mundo sobre la dura cotidianidad de la isla, en época en que aun no se podía twittear.
Recuerdo a mis amigos Pedro Pablo Álvarez Ramos, líder sindical y uno de los principales gestores de los Comité Ciudadanos por el Proyecto Varela, junto a Juan Carlos Herrera, Alfredo Felipe, Margarito Broche, Roberto Miranda, Eduardo Díaz Fleites, los hermanos Sigler Amaya, Félix Navarro, José Ubaldo Izquierdo, Claro Sánchez, Héctor Valle, Iván Hernández y tantos otros activistas pro derechos humanos como Ángel Moya, Orlando Zapata, Miguel Valdés, Marcelo Cano, Osvaldo Alfonso, Mijaíl Barzaga o Carmelo Díaz.
Pero no puedo dejar de recordar a mis veinte hermanos del MCL secuestrados aquellas jornadas de terror. No puedo dejar de mencionar a mis hermanos Tony Díaz, Jesús Mustafá, Alexis Rodríguez, José Miguel Martínez, Efrén Fernández, Ricardo Silva, Arturo Pérez que mantienen su compromiso con los cambios reales que traerán la liberación de todos los cubanos.
Las esposas, madres, hermanas, las hijas, de todos estos amigos y compañeros de luchas fueron el núcleo fundacional de las Damas de Blanco. ¡Honor a ellas!
Ha pasado una década ya de aquellos tristes sucesos, no hay nada nuevo bajo el sol. Pero pareciera como si el régimen hoy intentara continuar silenciando aquellas voces y las voces que se han ido sumando en estos años al clamor de libertad, como si quienes coartan al pueblo sus derechos intentaran detener el indetenible impulso de los cubanos para ser verdaderamente libres. La liberación que proclamamos entonces esta mas vigente hoy que nunca frente a los intentos de cambio fraude que el régimen quiere imponer secuestrando una vez más la soberanía popular. No lo permitiremos, como no lo permitieron miles de héroes y mártires cubanos que nos precedieron durante medio siglo de luchas por la libertad y los derechos de los cubanos.
Aun no es capitulo concluido la Primavera de Cuba, falta que la libertad y los derechos de todos los cubanos sean reconocidos y garantizados, que los muros de la gran cárcel sean derribados, que los desterrados podamos retornar a nuestra patria. Se necesita sean reconocidas las libertades económicas a los hijos del país, que podamos elegir libremente a nuestros gobernantes, que se celebre un plebiscito y se respete la voluntad popular. Que la verdad sobre tantos crímenes sea conocida como primer paso a la reconciliación. No odiamos, pero no tenemos miedo a nuestros represores.
Entonces, solo entonces, la primavera renacerá, no tengo dudas.