El día que renació la esperanza. por Regis Iglesias, portavoz del MCL

Aquella tarde en Kilo 8, la prisión de “mayor rigor” de Camagüey pasaba como cualquier otra entre el silencio y el hastío. En nuestras celdas escribíamos cartas a familiares y amigos. Leíamos la escasa literatura que nos permitían recibir (libros como “Cartas a Elpidio”, del sacerdote y patriota cubano Félix Varela y, paradójicamente, “La historia me absolverá”, del dictador Fidel Castro, estaban “prohibidos”). Las horas corrían demasiado lentas para el gusto de los nueve prisioneros de La Primavera que habíamos sido llevados a la tristemente célebre cárcel camagüeyana, también llamada popularmente “se me perdió la llave”.

La memoria ahora  falla, me es imposible ordenar las fechas sin la referencia de los apuntes que casi a diario  escribía y ahora no tengo a mano como ayuda para redactar esta crónica. Pero perfectamente conservo las escenas vividas aquel entonces y las reacciones nuestras.

La puerta de cabillas de hierro se abrió con su característico sonido herrumbroso. Alguien nos visitaba en el pasillo aislado en el que nos mantenían. Era el militar que se encargaba de traernos la correspondencia.

Nos alegramos, pues íbamos a tener noticias de nuestros seres queridos luego de una semana sin recibir nada del “mundo exterior”. El militar fue dejando en cada celda las cartas que ese día permitían llegar (generalmente pasaban por la censura y debíamos esperar al escrutinio humillante de los cuerpos represivos para leer las cartas que nos enviaban o incluso se nos llegaba a pedir que entregáramos las que enviaríamos nosotros abiertas de modo que le ahorrásemos el trabajo a nuestros represores, por lo cual me negué a continuar escribiendo a mis familiares y amigos hasta que esa medida represiva fue suspendida), y luego se marchó, no sin antes pasar frente a mi celda y dedicarme una media sonrisa que no interprete en ninguna manera en ese momento como algo con alguna importancia, pero luego se me antojo cómplice solidaridad silenciosa..

Mis cartas eran de alrededor de un mes antes, o sea, fueron enviadas por amigos y familiares un mes antes de que me llegasen. Yo jaraneaba comentando a todos que los 800 kilómetros que separaban la Habana de Camagüey eran recorridos por un burro que dada la crisis en el Ministerio de Comunicaciones y los Correos de Cuba, empleaban para trasladar la correspondencia teniendo en cuenta la diferencia marcada de tiempo en que recibía mis cartas.

Pero Lester González, quien era uno de los prisioneros de La Primavera que estaba junto a nosotros en el pasillo de nueve celdas comenzó a llamar en alta voz:

.”Regis, caballeros, escuchen lo que me escriben desde Santa Clara, hace un par de días Oswaldo presento 14,384 nuevas firmas del Proyecto Varela en la Asamblea Nacional!!!”

.”Pero como lo sabes?? Qué fecha tiene tu carta?? Como te ha llegado tan rápido y como la han dejado pasar???”, le pregunte no incrédulo de la noticia sino del hecho en sí de que nos llegara con tan pocos días de diferencia.

Ya no importaban los detalles. La alegría fue inmediata. Entre la incredulidad de recibir tal información de manera tan pronta y el  contenido de la buena nueva nos embargó la felicidad de esto último y comenzamos a felicitarnos y a dar Vivas al Proyecto Varela y a los activistas que habían logrado nuevamente, pese a la represión y el desánimo que cundió luego de nuestros arrestos, siete meses antes, desafiar al régimen en su propio terreno.

Yo sabía que existían una buena cantidad de firmas  guardadas en el momento de nuestro secuestro, pues ya habíamos hecho la tarea los más de cuarenta gestores del Proyecto Varela encarcelados, pero siempre me preguntaba si pasada la ola represiva de marzo se llegarían a presentar aquellas firmas.

Fue quizás el día en que renació para todos la esperanza, el día que volvimos a creer que la libertad de nuestro pueblo era posible. Eduardo Díaz Fleites, Claro Sánchez Altarriba, Omar Rodríguez Saludes, Lester González Pintón, José Miguel Martínez, Ricardo González Alfonso, Miguel Valdés Tamayo, Juan Carlos Herrera Acosta y yo todos habíamos aportado nuestro granito de arena en aquella gesta por el rescate de la soberanía popular y era nuestro momento de sano orgullo, fue el momento en que dejamos a un lado diferencias para abrazarnos en el espíritu atravesando los barrotes y las paredes que nos separaban físicamente. Rememoramos aquella mañana del 10 de mayo de 2002 cuando Oswaldo, Tony Diaz y yo traspasamos las puertas de la Asamblea Nacional con las primeras 11,020 firmas ciudadanas demandando el plebiscito . Pensamos mucho en nuestros hermanos, en nuestros amigos y familiares. Pensé en Tony Diaz, Alexis Rodriguez, Jesus Mustafa, Pedro Pablo Alvarez, Efren Fernandez, Roberto Miranda y tantos mas. Abrace a Oswaldo, a Freddy, Julio Ruiz Pitalua, Ricardo Montes, Osmel Rodriguez, a todos mis hermanos queridos, a esos ya más de 25,000 ciudadanos heroicos  que lejos, pero tan cerca de nuestro corazón habían devuelto la esperanza a todo un pueblo ese 3 de octubre de 2003.

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