La tiranía comunista cubana ha pasado por varias etapas, todas ellas criminales. La etapa criminal para establecerse, la criminal para estabilizarse y la criminal para auto-sucederse (Cambio-Fraude lo llamó Oswaldo Payá).
La Iglesia, como parte del pueblo, ha tenido que continuar su labor evangelizadora en esos contextos, afrontando en los primeros años, la expulsión de religiosos (incluso el encarcelamiento de algún sacerdote) la incautación de propiedades, colegios, centros sanitarios y de beneficencia, con alguna que otra excepción (curiosamente los jerarcas del régimen llevaban y llevan a sus familiares a residencias de ancianos atendidas por religiosas).
Ya establecida y consolidada la tiranía, con la complicidad de muchos dentro y el silencio de fuera, la Iglesia se vio ceñida a las paredes de los templos. El culto nunca estuvo prohibido, pero una Oficina de Asuntos Religiosos controlaba cada paso, en lo que ellos llaman siniestramente “atender” (por ejemplo, a Eduardo Cardet , líder del MCL en prisión le “atiende” el mismo oficial de la Seguridad del estado que le detuvo y golpeó).
Esa” atención” a la iglesia estableció de facto un número cerrado de sacerdotes (en torno a 200) con alguna que otra concesión a la entrada de sacerdotes del exterior.
Así pues, los feligreses no podíamos manifestarnos como tales en público, quedábamos marcados desde pequeños como personas con “problemas religiosos” que nos marginaban de ciertas carreras o progresos docentes o laborales e incluso como seres de segunda, hasta una especie de madrina o padrino nos asignaban para llevarnos por el buen camino revolucionario.
Solo (y afortunadamente) nos quedaba el testimonio. En medio de ese ambiente de simulación y delaciones, nos reconocíamos unos a otros como católicos no por ninguna actitud especialmente relevante si no por el hecho de que no seguíamos la corriente imperante y eso se revelaba hasta en los más mínimos detalles.
Recuerdo en primer curso de Arquitectura (carrera de la que fue expulsado años después por la Seguridad del Estado) me acerqué a otro alumno y le dije:
– ¿Eres creyente?
Él se sorprendió, yo le dije que lo era y me contestó afirmativamente, pero inmersos en esa dinámica de vigilancia no dejamos de hacer comprobaciones mutuas. (La película alemana titulada ‘La vida de los otros’, en Cuba se conoce como “La vida de nosotros”.
Las cosas algo han cambiado, al régimen que ya ha devenido en una junta económico-militar le preocupan más los negocios que la ideología, aunque si son crueles defendiendo su doctrina, aún lo son más defendiendo sus dineros.
Las visitas de tres Papas y otras circunstancias le han dado visibilidad pública a la Iglesia. Ya se pueden hacer procesiones, impartir algunas enseñanzas, la labor evangelizadora se hace más fácil. La positiva llegada de sacerdotes y religiosos de fuera ha sido un soplo de aire fresco, pero en algunos casos de latinoamericanos defensores de la “Teología de la Liberación” (nada que ver con nuestro Movimiento) le dio soporte moral a la dictadura y confundió a la población.
Todo ello es factible siempre y cuando no se discrepe del régimen ni desde la feligresía o el clero. Y no solo es el régimen quien controla, ya que tristemente desde la Jerarquía católica se han encargado de silenciar cualquier “disidencia” y lo que es peor, hasta desde publicaciones eclesiales mantienen una equidistancia cómplice y a veces no tan equidistante con el régimen, olvidando que la Iglesia también es pueblo y contradiciendo su propio mandato de no hacer política (salvo la que les conviene).
Es triste decirlo y puede que no se entienda, pero desde el Movimiento Cristiano Liberación (que no es una organización confesional, pero si basada en el mensaje liberador del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia) quizá también más de uno esté hoy dando un testimonio similar al antes citado dentro de… la Iglesia.