Rosa María Rodríguez: Una labor cuidadosa. Por Zoé Valdés.

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Tuve el grandísimo honor de conocer a Rosa María Rodríguez, coordinadora del MCL en la parte occidental de Cuba, en uno de sus breves y raros viajes fuera de la isla. Sucedió en Madrid, allí compartí auditorio con ella y con Rocío Monasterio, entre otras oradoras. Después de haber conocido a estas dos grandes mujeres escribí que el castrismo se tambalearía y se desmoronaría si existieran veinte mujeres como Rosa María Rodríguez y veinte mujeres más como Rocío Monasterio, lo que a su vez tumbaría el falso y ridículo mito de los ochenta y dos expedicionarios y sus consecuentes falsedades.

Con cuarenta mujeres que se puedan comparar a cada una de ellas dos tendríamos ganada la batalla. Pero, no, desdichadamente todavía no hemos tenido esa suerte.

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Rosa María Rodríguez forma parte del Movimiento Cristiano Liberación desde el 2004, su lealtad al legado de su fundador y líder, Oswaldo Payá Sardiñas, asesinado por Raúl Castro, es a prueba de honra y coraje. Sólo hay que ver la inmensa admiración que emana de sus pupilas y de sus palabras cuando se refiere a Payá y también a Eduardo Cardet, el líder que mediante elecciones sustituyó a Payá y que desde hace más de un año se encuentra injustamente encarcelado.

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En aquella ocasión, cuando nos encontramos, aprecié su modestia, una manera discreta de proceder y de contar y comunicar sus tareas. Recuerdo que para describir, sin descubrir, su manera de trabajar en el interior de la isla hizo mención a un tablero de Parchís. “Nosotros nos movemos como en el Parchís”, y aquella comparación nos asombró a todos, al mismo tiempo que nos divirtió. No dijo más, no hacía falta. Como también ha dicho lo justo y suficiente cuando recientemente estuvo detenida durante 24 horas en una estación de policía del Vedado, tras dos advertencias en su contra, por el hecho, el incomparable hecho, de haber reunido diez mil firmas exigiendo la libertad de Eduardo Cardet

Diez mil firmas de puño y letra, acompañadas del número del carnet de identidad y buscadas casa por casa. ¿Saben lo que eso significa en la Cuba de la escasez de transporte y de la sobrada vigilancia a los opositores, sobre todo a los del MCL? ¿Saben lo que significa dentro de un Movimiento como el MCL que no recibe ninguna ayuda del exterior ni de ninguna parte? Pues eso, a puro arrojo y denuedo. Y eso es lo que posee Rosa María Rodríguez: un chorro de valor y de dignidad, al igual que el resto de los miembros del MCL.

Rosa María Rodríguez es una persona sencilla, su conversación es la de una mujer de pueblo, su mirada es límpida, y su trato afable. Nada la adorna tanto como la intensidad contenida que fluye desde su prudente tino: verdad y discreción. No detalla demasiado, ni anda dándose golpes de pecho, ni mucho menos mostrándose en los afiches de los fraudulentos conspiradores.
Es una cómplice nata, eso sí, lleva la elocuencia y el honor de los que escribía Martí en la Carta a su hermana Amelia. “Una mujer de alma severa e inteligencia justa”. Es también una mujer tierna, y por eso es elocuente, siempre parafraseando a José Martí: “Di ¡ternura! y ya eres una mujer elocuentísima”.

Nunca olvidaré que cuando nos despedimos en Madrid, Rosa María Rodríguez se refirió a la “labor cuidadosa” del MCL, una “labor de hormiguita”, he dicho en otras oportunidades, pero ella tenía razón, y la sigue teniendo, se trata más bien de una labor cuidadosa e indetenible desde el 8 de septiembre del año 1988, que ella ha continuado y realiza con esmero, paciencia y tenacidad

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