Dedicamos este premio a los prisioneros políticos cubanos, a todos los hombres y mujeres que con diversos ideales en toda nuestra historia han dado su vida o han sufrido por entregarse honesta y generosamente a la causa de la libertad de las personas. Recibo este premio como un reconocimiento a todos los que en Cuba y en la diáspora trabajan y luchan por el respeto de los derechos humanos y la democracia. Para aquéllos que aunque con una visión diferente a la nuestra se esfuerzan con buena voluntad por lo que consideran mejor para Cuba, y aunque algunas veces nos traten como adversarios, hay en nosotros también sentimientos de respeto y sincera consideración.
Doy gracias a Dios por mantenernos en esta lucha y no puedo dejar de ofrecer este hermoso momento por aquellas personas que en silencio, en el anonimato, han sufrido y sufren día a día, detalle a detalle, las peores consecuencias de nuestra acción por la liberación de los cubanos. Hablo de nuestras familias, de nuestras madres y padres, de nuestras esposas y también de nuestros hijos.
¿Quiénes son estas personas con lengua extraña, que mirando desde aquí parecen tan lejanos? ¿Cómo es posible que comprendan con tal profundidad nuestra situación, nuestras dificultades, los miedos y angustias presentes en muchos cubanos? Vienen a expresarnos su solidaridad y nos anuncian la esperanza; ellos son los checos y cuando pronunciamos esta palabra todavía las seguimos asociando con primavera. Los checos dieron el primer destello de luz en el mundo de las sombras, mientras en Cuba muchos estaban sepultados en las cárceles, soportando con fe y contra toda esperanza. Si George Orwell hubiese visto los tanques aplastantes en Praga, habría confirmado su desesperanza ante el mito del totalitarismo invencible. En noviembre 17 de 1989 los checos y eslovacos disipaban las sombras, derrotaron el mito, comenzaba para ellos una nueva etapa en el camino de la liberación que aún se esta forjando.
Es maravilloso constatar tanta sensibilidad en un pueblo que vive muy lejos de nuestra América y más allá de la Europa que algunos llamaban occidental. Decimos sensibilidad y buena memoria, quizás por eso, Havel, el presidente, no sea diferente a Havel, el disidente. Decimos liberación, que es mucho más que un cambio en el sistema económico, es mucho más que liberar el mercado, es el proceso de la realización integral de las personas en los pueblos en la construcción de la justicia social, la solidaridad, la democracia real y la libertad.
Para nosotros los cubanos este camino es también el de la reconciliación, un camino que no iniciamos nosotros, sino que se inició desde el mismo nacimiento de nuestra nación y que debemos recorrer juntos los cubanos porque la obra de construir una sociedad mejor y más justa, cada vez más humana, no puede hacerse mediante la victoria de unos sobre otros, sino con todos y para el bien de todos. Este Premio Homo Homini realza lo que es más importante y centro de toda nuestra lucha y proyectos, el ser humano o mejor las personas, los hijos de Dios. Vivimos un recordatorio profético en el título de este premio, para nosotros pero también para el mundo, un mundo donde tantos dan definiciones, sentencias, fórmulas, leyes y teorías sobre lo que debe hacerse en Cuba y con Cuba.
Homo Homini es «el hombre es para el hombre», o dicho de otra forma, «todo hombre es mi hermano». El ser humano se realiza como tal en cuanto a su vida es para el prójimo, para sus semejantes. La ocasión de este homenaje del pueblo checo al pueblo cubano y el profundo espíritu humanista de la institución que lo otorga, nos hace reclamar que no nos traten como un símbolo ni como una revolución, que no nos definan como seguidores u opositores de un líder o como espectáculo o deuda de la historia. Somos más de 11 millones de seres humanos, de personas que tenemos derecho a los derechos, pero somos nosotros los cubanos los que tenemos la responsabilidad de lograr estos derechos y transitar nuestro propio camino de liberación y reconciliación.
Estamos en la hora de esta generación donde se decide el futuro de nuestros hijos. Si los cubanos no asumen su rol y cumplen su responsabilidad de protagonista de su historia, ese futuro será de sombras, injusticia y opresión. Si los cubanos determinan ahora dar sus propios pasos para vivir en la verdad, caminar en la solidaridad, en la lucha cívica y pacífica, entonces ese futuro será de libertad, justicia y paz. De un obispo checo aprendimos esta frase: «Sin lucha no hay victoria». Muchas gracias, queridos hermanos checos.