Diario Las Américas «El lavado deportivo del castrismo en el Clásico Mundial de Beisbol». Por Regis Iglesias y John Suárez

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Con un lanzamiento sucio que no pudo alcanzar Mike Trout, la última esperanza al bate de los Estados Unidos, su compañero angelino Shohei Ohtani ganó el primer duelo particular que ambos hayan jamás escenificado luego de seis años vistiendo la franela de Anaheim. Con esto el Imperio del sol naciente se llevó por tercera ocasión el Clásico Mundial de Béisbol, ese torneo de pretemporada que MLB lleva organizando desde hace varios años para intentar sacar a los fanáticos globales del deporte de las bolas y los strikes un poco más de dinero de sus bolsillos.

Pero este artículo no es sobre estadísticas o análisis de asimetría, ese infernal invento de unos sesudos, que está asesinando la esencia del juego.

El exilio cubano, víctima de la tiranía más longeva del hemisferio occidental, protestó por la presencia de un equipo representante del régimen comunista de la isla, la noche en la que este se midió con Estados Unidos,y donde recibió una paliza con score de knockout en el Marlins Park. La idea era demostrar apoyo a los miles de cubanos actualmente presos por su oposición a un sistema segregacionista, represivo y criminal que nos ha impedido el libre ejercicio de nuestros derechos por 64 años, y se logró.

Mientras en el terreno a los peloteros de la selección del régimen se le escapaban los jonrones que salían de los bates del equipo de EEUU, los manifestantes sufrían la censura y persecución por su protesta tal como hubiera sucedido en el stadium del Cerro, solo que esta vez la recibían en el corazón de la capital del exilio cubano por parte de cuerpos de seguridad de un estadio, que si bien es administrado por una organización privada, fue construido con el dinero de los contribuyentes, en su mayoría cubanos, de esta ciudad.

En la entrada del estadio se impidió a muchos opositores al régimen cubano entrar con camisetas mostrando lemas pro democracia, en las gradas de igual manera se mantuvo una estrecha vigilancia contra opositores como el ex preso político Jorge Luis García Pérez, Antúnez, y no se permitían carteles contra la dictadura. La trasmisión de televisión de la cadena Fox censuró y minimizó el impacto de estas protestas sumándose todo esto al rechazo del equipo de la Federación de Béisbol, representativa del régimen, a permitir que un receptor de su roster recibiera el primer lanzamiento inaugural que haría el estelar pitcher Liván Hernández.

Mientras la sociedad civil se pronunciaba estos días, la Asamblea de la Resistencia, el Movimiento Cristiano Liberación y otras organizaciones activas contra el régimen opresor de la isla, no hubo una declaración oficial y una mayor contundencia de la Asociación de Peloteros Profesionales Cubanos en el exilio, pese a la posición digna de ex atletas como René Arocha que respondió vía redes sociales a un jugador cubano, activo en el circuito de Grandes Ligas del Béisbol por su participación con el equipo de la tiranía y quien se negó a mostrar solidaridad con los miles de presos políticos que mantiene esa dictadura.

Esto es llamativo luego de que hace unos meses la misma se reestructuró prometiendo mayor efectividad en los derechos de los jugadores cubanos profesionales. Su fundador Mario Fernández, en su momento se enfrentó a los intereses del Comisionado de las Ligas Mayores, Rob Manfred, quien prometió villas y castillas a los miembros de la Asociación que fueron incumplidas una tras otra y provocó el enfrentamiento de Fernández con Manfred y a la postre costó su destitución por el grupo de sus representados. La Asociación ha mantenido su posición, algo que les dignifica, respecto que sus miembros no participen en un equipo gestionado y representado por la Federación del régimen, dirigido por Antonio Castro-Soto, hijo de Fidel Castro, y reconocido por la Confederación Mundial, que dirige el italiano Riccardo Fraccari

Y este es un punto medular, pues MLB está poniendo la plata en un evento que organiza la Confederación Mundial que a su vez reconoce a una Federación como la del régimen cubano, un país hostil a la democracia y los derechos humanos, para permitirle a la dictadura de Raúl Castro, con su tartufo Díaz Canel como representante visible en la cadena de mando, ser parte del evento.

Esto es un ejemplo de «sportswashing», o el lavado deportivo que es una forma de blanqueo del castrismo en que las grandes ligas está colaborando con la dictadura en Cuba y con la familia Castro en un sucio juego político para salvar al régimen comunista en la isla.

Los Juegos Olímpicos de 1936 celebrados en Berlín y organizados por la Alemania nazi con las ceremonias inauguradas formalmente por Adolfo Hitler deberían servir como ejemplo de advertencia. El Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos describió el impacto de los juegos de la siguiente manera:

“El 1 de agosto de 1936, Hitler inauguró la XI Olimpiada. Fanfarrias musicales dirigidas por el famoso compositor Richard Strauss anunciaron la llegada del dictador a la multitud mayoritariamente alemana. Cientos de atletas ataviados con el uniforme del día inaugural marcharon hacia el estadio, equipo por equipo en orden alfabético. Inaugurando un nuevo ritual olímpico, un corredor solitario llegó con una antorcha transportada por relevos desde el sitio de los antiguos Juegos en Olimpia, Grecia.

[…] Los esfuerzos concertados de propaganda continuaron mucho después de los Juegos Olímpicos con el estreno internacional en 1938 de «Olympia», el controvertido documental dirigido por la cineasta alemana y simpatizante nazi Leni Riefenstahl. El régimen nazi le encargó que produjera esta película sobre los Juegos de Verano de 1936. Alemania salió victoriosa de la XI Olimpiada. Los atletas alemanes capturaron la mayor cantidad de medallas, y la hospitalidad y organización alemanas ganaron los elogios de los visitantes. La mayoría de los artículos periodísticos se hicieron eco del informe del New York Times de que los Juegos pusieron a los alemanes «de nuevo en el redil de las naciones» e incluso los hicieron «más humanos otra vez». Algunos incluso encontraron razones para esperar que este interludio pacífico durará.

Los Juegos Olímpicos de 1936 blanquearon la brutalidad del régimen nazi en Alemania y llevaron a la aceptación del régimen criminal de Hitler.

Las democracias occidentales en la década de 1930 podrían haber sido mucho más duras con la Alemania nazi y evitar la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial. Es por eso que el primer ministro británico y líder en tiempos de guerra, Winston Churchill, llamó repetidamente a la Segunda Guerra Mundial, la guerra innecesaria.

El quid de todo este asunto ahora con Cuba sigue siendo el vergonzoso contubernio del MLB con la Federación representante de esa tiranía y la aceptación del chantaje de la Confederación Mundial de Béisbol que reconoce y trata con dicha Federación, que es dependiente del Partido Comunista de Cuba, rector y único reconocido en la sociedad totalitaria cubana.

El mundo libre no debe olvidar que participar de aquella olimpiada organizada por los nazis en 1936 ayudó a dar alas a un régimen que sometió al mundo a una guerra sangrienta que costó más de 40 millones de víctimas, y el asesinato de 12 millones de sus propios ciudadanos. Un sistema de horror solo igualado y superado por el comunismo con más de 150 millones de víctimas en todo el mundo desde 1918.

El Comité Olímpico no aprendió nada de este vergonzoso episodio y en 2008 y 2022 se celebraron los Juegos Olímpicos en Beijing para lavar la brutalidad del régimen comunista y genocida de China.

Las Grandes Ligas de Béisbol, como el Comité Olímpico, ha perdido su alma doblegándose ante los tiranos. Buscando hacer crecer su mercado en China, Miken Sports, una marca de equipos de béisbol que brinda negocios a las Grandes Ligas, anunció que cerraría su planta de producción con 65 puestos de trabajo en Minnesota y la trasladaría a China. Debido al clamor generado cuando salió a la luz la noticia, mantuvieron el negocio abierto con 35 puestos de trabajo en Minnesota, pero trasladaron 30 a la China comunista.

Pero el movimiento está dando sus frutos para la MLB. Los medios estatales chinos se jactaron de que la liga está construyendo un «ecosistema de béisbol» en el país. Ese «ecosistema» incluye más de 100 equipos de béisbol chinos en 20 ciudades.

Hay una larga historia de la relación problemática de las Grandes Ligas con el régimen de Castro que también incluye a Miami. Los Marlins en el 2011 contrataron a su manager Ozzie Guillén, quien se jactó de su amor y respeto por Fidel Castro y Hugo Chávez en una entrevista en el 2012 con la revista Time.

«Amo a Fidel Castro», comenta Ozzie Guillén, el nuevo gerente de los Marlins de Miami, en su oficina de entrenamiento de primavera en Júpiter, Florida, antes de un entrenamiento del equipo a principios de marzo. […] Después de un segundo de reflexión, la figura más despreocupada del béisbol, si no del deporte, quiere rehacerse. «Respeto a Fidel Castro», dice Guillén, un nativo de Venezuela que también dice que respeta a Hugo Chávez. «¿Sabes por qué? Mucha gente ha querido matar a Fidel Castro durante los últimos 60 años, pero ese coño e madre todavía está aquí».

Fue suspendido por cinco juegos, lo que se consideró un tirón de orejas. Fue despedido poco tiempo después por el pecado imperdonable de haber perdido en una temporada. El Sr. Guillén no se ha vuelto más sabio en los años transcurridos, pero lanzó a Bud Selig “por el balcón” recordando a todos la vez que el jefe del béisbol asistió a un juego en 1999 con Fidel Castro en Cuba.

En el 2016, las Grandes Ligas envió una propuesta al Departamento del Tesoro de Estados Unidos que habría convertido a los peloteros cubanos en trabajadores extranjeros de la familia Castro mientras jugaban en Estados Unidos. Esto no es una hipérbole, el hombre clave con el que las Grandes Ligas estaba tratando era Antonio Castro, entonces vicepresidente de la Federación Internacional de Béisbol del régimen de Castro.

En el 2018, después de hacer su propuesta inicial, MLB todavía estaba tratando de hacer negocios con la familia Castro. Los beisbolistas cubanos habrían podido jugar en las Grandes Ligas, pero a un costo. Según Reuters, «los equipos de la MLB pagarán a la Federación Cubana de Béisbol una tarifa de liberación por cada jugador que consiga un contrato estando en Cuba». La propuesta fue rechazada por la Administración Trump.

La actitud digna y justa es aplicar al régimen cubano las medidas de boicot y aislamiento con las que se logró someter al régimen oprobioso del apartheid en Sudáfrica y mostrar con nuestro pueblo la misma solidaridad que en su momento tuvo la población de raza negra segregada en el cono sur africano. Otra cosa es entretenernos. La MLB está siendo cómplice con el régimen segregacionista del partido comunista cubano.

El autor y columnista estadounidense George Will observó que «la cultura estadounidense es tan importante para la salud de la nación como la política estadounidense. Y que el deporte es un ingrediente cultural importante». El béisbol es el pasatiempo nacional de los Estados Unidos y refleja la democracia estadounidense, y las acciones tomadas por las grandes ligas demuestran que este importante elemento cultural está sufriendo una crisis de valores.

Es hora de ser congruentes con el espíritu de los valores y principios que fundaron esta gran nación.

Los fanáticos del béisbol que viven en libertad y que quieren preservar los valores del juego arraigados en la cultura democrática estadounidense, deben boicotear y protestar contra las Grandes Ligas de Béisbol por permanecer en este camino de complicidad con los tiranos y hacerles saber por qué.

Mientras tanto, damos la bienvenida a Iván Prieto, quien escapó de sus manejadores cubanos y tomó la decisión de vivir en libertad cuando desertó de la selección cubana. Algo que los atletas de Europa del Este ya no necesitan hacer porque son libres.

  • Por Regis Iglesias Ramírez y John Suárez
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