Publicado originalmente en ZoePost
La noche del 9 de noviembre de 1989 fue la noche de los ojos iluminados, la noche de la esperanza.
También allá, en nuestra pequeña y esclava isla a nosotros aquella noche se nos iluminaron los ojos con las primeras noticias que por onda corta en un radio escuchábamos. Caían los muros que muchos pensaban no caerían jamás, caía simbólicamente toda la cortina de hierro y se desmoronaba el poder opresivo que el imperialismo soviético había impuesto a Europa desde que en 1945 el matrimonio contranatura entre las democracias y la tiranía se celebraron para derrotar el terrorismo nacional socialista de Adolfo Hitler.
Poco había durado la tregua luego de la victoria aliada, el genocida comunista georgiano Joseph Stalin quería expandir su imperio y ante las narices de sus compañeros de viaje circunstanciales se tragó medio continente e impuso en Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Alemania oriental, Bulgaria, Rumania, Yugoslavia, Letonia, Estonia, Lituania y Albania, tras entregar previo rescate en oro Austria, la tiranía que ha costado en los últimos cien años más de cien millones de vidas humanas a la humanidad. No estuvo solo en tan infame intento, sus, en ocasiones díscolos, émulos en los Carpatos y los Balcanes eran alumnos aventajados, alumnos que impusieron la opresión con terror y aparente independencia. Algo también imitado por sus vecinos más orientales de Mongolia, China y Corea.
Pero hace treinta años aquella noche nos iluminó a todos los oprimidos a pesar de que para nosotros aun no llegaría la libertad.
Han pasado muchos años, muchas décadas ya, pero aún se nos iluminan los ojos cuando recordamos el momento, cuando mi generación se organizaba y comenzaba a luchar por la libertad de los cubanos antes del estrepitoso final del imperio soviético, de la cortina de hierro. Han pasado décadas, el mundo cambió, pero aun seguimos los cubanos sin derechos, aun continuamos pagando el alto precio de la libertad segregados, perseguidos, encarcelados, desterrados, asesinados.
Resulta paradójico que tras nuestros arrestos la Primavera Negra de Cuba en 2003, el día en que nos trasladaban desde los cuarteles de Villa Marista a las prisiones dispersas por todo el país, si mal no recuerdo un 21 de abril de 2003, en el autobús que íbamos «custodiados», cada uno de los opositores secuestrados, por un miembro de la policía política, comenzaron a pasar por el televisor (el autobús, al parecer de los destinados a viajes turísticos de los que llevan una tv para entretener a los viajeros) la remake de El Chacal por Bruce Willis, que comienza con el famoso discurso de Ronald Reagan en Berlín y en el que pedía a Gorbachov: «Mister Gorbachov tear down this wall…»
Nosotros nos mirábamos incrédulos del momento surrealista. Íbamos esposados a militares del régimen que con expresión de no entender nuestra reacción y comentarios sobre la escena de Reagan pidiendo la caída del muro nos trasladaban no a un hotel sino a las peores prisiones de Cuba, donde todavía no había ni han sido derrumbados los muros, donde la libertad aun no sopla y se pretende imponer el continuismo de la tiranía y el cambio fraude.
Fue esperanzador que las miradas se iluminaran aquel 9 de noviembre de 1989, es bochornoso que esas miradas tras la antigua cortina de hierro hoy estén ciegas y desmemoriadas cuando se trata de que aun en la isla tras la «cortina de marabú» no tengamos derechos… Aquellos esclavos de ayer y también otros pueblos libres; pero que igual pasaron períodos de regímenes autoritarios, prefieren hoy mantener tratados de cooperación con la dictadura comunista que nos impide ser libres. ¡Vergüenza para ellos!
Los ojos y el espíritu los mantenemos iluminados, no podemos detenernos, se lo debemos a nuestros mártires, desde aquel primer martillazo al muro de la infamia y el terror todo comenzó a cambiar.
Regis Iglesias Ramírez es escritor, poeta, ex preso político de la Primavera Negra de Cuba, portavoz del Movimiento Cristiano Liberación. Fue desterrado y reside en Madrid.