Primero, los derechos. Por: Minervo Chil (MCL)

Mucho se habla y se escribe sobre supuestos cambios en Cuba. Unos promueven y defienden que Cuba está cambiando, mientras otros opinan justo lo contrario. Entre los primeros hay diferentes matices. Desde los que apoyan y defienden abiertamente al totalitarismo cubano, hasta algunos que se dicen críticos de la dictadura, pasando por quienes se definen como reformistas dentro del régimen.

Pero ¿a qué le llaman “cambios”? A una serie de permisos otorgados como dádivas por el régimen a quienes se someten a sus dictados. Estas autorizaciones se dan (y también se quitan) a discreción (o más bien a capricho) de los funcionarios estatales, quienes a su vez los otorgan (o retiran) según las directrices (y las órdenes) emitidas por el Partido Comunista. Dentro de estos “cambios” se incluyen tanto la autorización a ejercer, de manera limitada, determinados oficios por cuenta propia y a crear cooperativas no agropecuarias, como también el otorgamiento del permiso a salir del país o a regresar. Quienes promueven estos “cambios” omiten que la dictadura cubana utiliza estas autorizaciones y permisos como un arma de control y represión contra los ciudadanos, a quienes premia o castiga según asuman un comportamiento de sometimiento total o contestatario.

La junta político-militar que dirige el país afirma con prepotencia que no realizará cambios políticos y se niega a reconocer y respetar los derechos de los cubanos. La reciente reforma constitucional y la complementaria ley de votaciones (no se le puede llamar electoral ya que no permite elegir verdaderamente a nadie), junto con la designación (a dedo) de un Presidente de la República, un Primer Ministro, Gobernadores Provinciales e Intendentes Municipales, son la culminación institucional y jurídica del cambio-fraude denunciado por Oswaldo Payá. Lo que unido a otras medidas, ejecutadas o anunciadas, tanto en el área económica como financiera, demuestra que la oligarquía castrista sólo pretende conservar el poder total a toda costa y a todo costo. Quieren seguir siendo partido único y aspiran a ser también capitalistas únicos, mientras le dicen cínicamente al pueblo que sus “cambios” no son más que la continuidad de ese orden sin libertad y sin derechos al que llaman socialismo.

A tono con estos cambios cosméticos, que dan la falsa apariencia de un cambio significativo sin cambiar esencialmente nada, los entusiastas promotores del cambio-fraude, ya sean oficialistas u oficiosos, insisten en el mito de que los cubanos sólo quieren mejorar su situación económica. Como si los cubanos no fuéramos seres humanos y por tanto no tuviéramos o mereciéramos que se nos reconozcan y respeten nuestros derechos. Derechos que son inalienables, universales e indivisibles. Es decir, que ningún gobierno nos los concede, sino que los tenemos por el simple hecho de existir; que los tenemos todos los cubanos, sin exclusiones basadas en opinión política, creencias religiosas, raza, sexo, nacionalidad ni ninguna otra lesiva a la dignidad humana; y que no se puede hacer distinciones de categorías de derechos para que se excluyan mutuamente.

Se les olvida, o sencillamente no quieren reconocer, que la vida es más que comer y vestir. Y que incluso para comer y vestir adecuadamente se necesitan trabajo y salario dignos que te permitan, con el fruto de tu esfuerzo, poder comprar todo lo que necesites para satisfacer todas tus necesidades básicas y las de tu familia.

Llevar una vida digna es mucho más que sólo sobrevivir. Es también poder desarrollar todas tus capacidades y potencialidades; dar rienda suelta a tus talentos y a tu espíritu emprendedor para beneficio tanto propio como social; poder crear tus propias empresas y ofertar, exportar e importar bienes y servicios sin interferencias indebidas.

Pero llevar una vida digna tampoco se puede reducir a participar en igualdad de condiciones en la actividad económica. Es también poder participar de la vida social y cultural desde tu propia identidad y con autenticidad. Es poder elegir el modelo educativo y los contenidos éticos y religiosos en los que deseas formar a tus hijos. Y es además poder tener acceso libre y sin restricciones, a todas las fuentes de información existentes, tanto en Cuba como en el exterior.

Llevar una vida digna es también poder participar en la vida política, sin imposiciones, ni estigmatizaciones, ni exclusiones. Es poder organizarte con otros con quienes compartes valores, principios, ideales. Es poder criticar la gestión gubernamental sin temor a represalias. Es poder presentar tu visión de país y tus propuestas al resto de los ciudadanos, y poder aspirar a representarlos en los diferentes cargos elegibles, a todos los niveles. Es poder elegir de entre varias alternativas diferentes, la de tu preferencia.

Llevar una vida digna es todo eso y todavía muchísimo más. Todo a la vez. Es totalmente falso que un área excluye la otra. Y es igualmente falso, como demuestra la historia, el mito que repiten algunos de que las reformas económicas facilitan y llevan a reformas políticas.

No habrá una verdadera vida digna sin bienestar económico y prosperidad. No habrá un verdadero bienestar económico ni prosperidad sin justicia social. No habrá una verdadera justicia social sin democracia política. No habrá una verdadera democracia política sin estado de derecho. No habrá un verdadero estado de derecho sin libertad plena.

El cambio-fraude instalado por el régimen castrista es la continuidad de la dictadura totalitaria.

Los cambios sólo serán verdaderos y legítimos si se traducen en una vida digna para todos los cubanos, en un ambiente de plena libertad y de respeto a la dignidad y a todos los derechos de todos los cubanos. Por eso, PRIMERO LOS DERECHOS.

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