Hace casi un año y medio desde que Miguel Díaz-Canel asumió oficialmente el puesto puramente protocolar de Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Porque el poder real lo siguen teniendo Raúl Castro y su camarilla de oligarcas mafiosos que mantienen secuestrada a la sociedad cubana.
Si alguna verdad ha dicho y repetido hasta la saciedad Díaz-Canel, no sé si para convencerse a sí mismo o quizás a esos octogenarios oligarcas o a sus descendientes (que ya han ido heredando distintas cuotas de poder y los negocios de la familia) de que él es digno de acceder al verdadero poder, es que él es y representa continuidad.
Díaz-Canel es la continuidad de la dictadura totalitaria.
Continuidad de la falta de libertad y derechos de los cubanos.
Continuidad de la represión y la censura.
Continuidad de la miseria, la falta de productividad, el pesimismo y la desesperanza.
Continuidad de los engaños, las excusas, la irresponsabilidad y la ausencia de autocrítica.
Por eso no es sorpresa que su más reciente comparecencia pública haya sido también continuidad de los discursos vacíos de verdaderas soluciones y llenos de consignas ideológicas desgastadas.
Una vez más se culpa al eterno y omnipresente enemigo externo.
Una vez más se apela a más comprensión y sacrificios del pueblo.
Una vez más se demuestra su incapacidad, su ineficiencia y su falta de interés en el pueblo y de voluntad real de cambios y soluciones.
60 años escudándose en supuestas coyunturas que se tornan eternas. Y de tanto ir de coyuntura tras coyuntura, la sociedad cubana ha terminado descoyuntándose.
¡Basta ya de continuar jugando con la vida de los cubanos!
¡Basta ya de continuar confiscando el presente y el futuro de las familias cubanas.
¡Basta ya de continuar frenando la iniciativa y creatividad de los emprendedores cubanos!
¡Basta ya de continuar impidiendo que los cubanos elijan libre y soberanamente a sus gobernantes y representantes a todos los niveles!