Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno del Reino de España, acaba de realizar una visita oficial a la República de Cuba. En ella se reunió con el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros Miguel Díaz-Canel y firmó varios acuerdos de colaboración con el régimen totalitario cubano. Según sus propias declaraciones, el principal objetivo de su visita era “normalizar las relaciones políticas y poner fin a una anomalía que duraba ya demasiado tiempo, 32 años”. Sánchez viajó a la Habana acompañado de un grupo de empresarios españoles y promovió y alentó las inversiones españolas en la Isla. Es de destacar también que en dicha visita, el jefe del gobierno hispano se negó a reunirse con representantes de la oposición democrática pacífica y defensores de los derechos humanos bajo el argumento de que lo eficaz no era “hacerse la foto”. Parece que para el gobernante español (que hasta poco tiempo representaba a la oposición en su país), las conversaciones y los acuerdos de negocios con la dictadura cubana, eran muy importantes. Pero reunirse y conversar con la oposición o familiares de los presos políticos, no era algo que valiera la pena ni le aportara nada, salvo quizás el recuerdo de alguna foto intrascendente y no deseada, que por demás podría molestar sobremanera a sus anfitriones y malograr sus objetivos. Lo verdaderamente anómalo no lleva 32 años sino 60, y es la falta de libertad y de derechos del pueblo cubano. Pareciera que elecciones libres, estado de derecho y soberanía popular fueran temas incómodos y espinosos para el propio Jefe del Gobierno español, quizás porque comparte con su anfitrión cubano el no haber llegado al cargo a través del voto de su pueblo en elecciones democráticas, o porque para lograrlo tuvo que aliarse con los mayores enemigos de la democracia española y los más recalcitrantes defensores de cuanta dictadura existe en este mundo, incluida por supuesto la cubana.
Ningún gobernante o representante de gobiernos democráticos, ni ningún político que se respete y sea coherente con los valores y principios democráticos que se supone profesa, debería realizar una visita oficial a un dictador, menos aun ignorando a las víctimas de esa dictadura y a los defensores y promotores de la democracia y los derechos humanos. Hacerlo, más allá de las excusas que se esgriman para justificarlo, supone, de facto, un apoyo a dicha dictadura. Tampoco se puede ir a promover oportunidades de negocios a un país regido por una oligarquía que le niega a sus propios conciudadanos la libertad de empresa que le reconoce a los inversionistas extranjeros, sin hacerse cómplices de la falta de derechos económicos y laborales de quienes sufren un verdadero apartheid económico. Cuando se prioriza lo que supuesta y aparentemente es lo más conveniente o lo más prudente, sobre lo correcto y lo justo, no solo se logra un resultado contraproducente, sino que además se cae en la incoherencia, la falta de integridad y, por ende, la pérdida de la credibilidad. Para el Movimiento Cristiano Liberación, esta visita oficial, las condiciones en que se efectuó y las propias declaraciones del Gobierno español, constituyen una verdadera bofetada al sufrido y oprimido pueblo cubano, así como una ofensa a la oposición democrática.
La libertad, la soberanía popular, la dignidad humana y los derechos de los ciudadanos, reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros instrumentos internacionales, son universales e indivisibles. Por lo que ni son exclusivos de algunos países, ni excluyentes de algunas personas, ni de algunos derechos o categorías de derechos. Exigirle al régimen cubano respeto y reconocimiento legal de todos los derechos para todos los cubanos no es inmiscuirse en los asuntos internos de Cuba. Es solidaridad con las víctimas de la dictadura. Esta visita se inserta en la estrategia del cambio-fraude promovida por la oligarquía cubana. Para la junta político-militar que durante 6 décadas se ha atribuido a sí misma la potestad de decidir por el resto de los cubanos, lo que se puede o no hacer, lo que es bueno o malo, lo que es esencial o no, sin permitir la más mínima disensión, lo único verdaderamente importante es conservar su poder absoluto y excluyente, así como legitimar su continuidad. El Movimiento Cristiano Liberación, una vez más, reclama la inmediata liberación, sin condiciones, de todos los presos políticos, incluido nuestro Coordinador Nacional Eduardo Cardet, injustamente encarcelado y reconocido por Amnistía Internacional como prisionero de conciencia. Pedimos también a la comunidad internacional que se solidarice con nuestra demanda de una investigación internacional e imparcial de la muerte de nuestro fundador Oswaldo Payá y del joven Harold Cepero. Reclamamos a las autoridades cubanas que inicie, cree las condiciones o permita un verdadero proceso de diálogo nacional, en un ambiente de respeto a la libertad de expresión. Este proceso debe llevar a un auténtico proceso electoral, que permita elegir una asamblea nacional que represente genuinamente a todos los cubanos, sin exclusiones, y tenga como misión, redactar una nueva Constitución que garantice todos los derechos para todos los cubanos.
El referendo propuesto en el Proyecto Varela, iniciativa legislativa ejercida por más de 35000 ciudadanos cubanos, es la vía más rápida y práctica para iniciar este camino de transformaciones radicales que la sociedad cubana desea y necesita. Es hora de permitirle al pueblo que pueda expresarse libremente por sí mismo, sin que nadie se erija en vocero o intérprete de la voluntad popular. Todos cubanos, todos hermanos, y ahora, la libertad. MOVIMIENTO CRISTIANO LIBERACIÓN