Se llama Eduardo, es médico de familia en Holguín, una ciudad al Este de Cuba que nada tiene que ver con las idílicas imágenes que a Occidente nos llegan de La Habana o Varadero, reclamo de la propaganda del régimen para seguir viviendo del turismo.
Eduardo Cardet se encuentra preso desde el 30 de noviembre de 2016, cinco días después de la muerte del tirano Fidel Castro y sentenciado a tres años de prisión por un supuesto delito de desacato a la autoridad, aunque su delito no es otro que negarse a ponerse de rodillas ante la dictadura que lleva estrangulando Cuba casi sesenta años.
Y es que en la Isla existen dos opciones de sobrevivir: la primera ser extranjero y turista y la segunda ser adepto al régimen. De lo contrario, y como dice la canción del cantautor comunista Carlos Puebla, “Al que asome la cabeza, duro con él”. Eduardo no cumple ninguno de los dos requisitos anteriores, no es extranjero, porque es tan cubano como el que más y no es seguidor de los barbudos y sus lacayos, más bien al contrario, tiene el honor de liderar el Movimiento Cristiano Liberación, fundado por Oswaldo Payá hace 30 años y que cuenta con cientos de cubanos que se niegan a doblegarse ante la miseria y las cadenas.
El régimen le ha negado la libertad condicional que le corresponde de acuerdo a la ley cubana alegando que no existe “seguridad de que haya ‘entendido’ las consecuencias de su ‘actuar’”, por lo cual no está “listo para reinsertarse a la sociedad”. Es decir, que no han conseguido apagar la llama de libertad que sigue latiendo en Cardet, y ello pese a las penurias vividas en prisión o las constantes incomunicaciones a las que se ve sometido con el único fin de minar la moral de líder opositor.
Mientras tanto, los países occidentales, amantes de la libertad, continuan negociando con La Habana como si nada de esto sucediera intramuros de la Isla. La venda en los ojos de muchos de nuestros gobernantes no es precisamente alegoría de la justicia, sino más bien de todo lo contrario, injusticia, amoralidad y pasividad ante semejante atropello a la libertad y al derecho a vivir en paz de Cardet y el resto de cubanos libres.
Rodrigo Mediavilla