Entonces, ¿puede el discurso del presidente Trump y su voluntad de dar un gesto solidario con el pueblo cubano ser efectivo en estos términos? ¿Representa “una nueva esperanza” para los cubanos sin derechos? No creo, él no es, no debe, no puede ser nuestro Obi-Wan Kenobi.
Lo malo para quien toma decisiones pasivamente es que se arriesga a ir en otra dirección si su referencia de pronto da un giro al timón y varía el rumbo que ya, a imitación se ha seguido con anterioridad. Lo advertía el gran patriota cubano Manuel Sanguily cuando desde el Congreso, aquella reunión pre-republicana que debía aceptar o rechazar la Enmienda Platt, advertía a sus compañeros de luchas que no podían tomar una decisión a partir del chantaje entre independencia o protectorado según la decisión del Congreso poderoso de la Gran República del norte.
Esto le pasa a algunos gobiernos europeos, por no mencionar a los de la “América nuestra”, menos estables y dependientes, que muchas veces esperan una vez Estados Unidos marque el rumbo a seguir en sus relaciones con el régimen cubano para definir su posición. Pero también algunos grupos de poder y sin él en el exilio cubano han actuado así alguna vez, esperando afianzar su posicionamiento e influencias.
Washington ha marcado la agenda desde París 1898, el mundo lo ha aceptado, nosotros hemos estado en medio todo el tiempo, incluso los patrioteros, chovinistas del régimen, los mismos que permitieron a los rusos instalar cohetes atómicos en nuestro suelo y se prestaron de peones en el ajedrez global por muchos años enviando tropas a los cuatro puntos cardinales para garantizar la hegemonía soviética. Ese régimen tan independiente que tiene constantemente que esgrimir la droga del embargo para justificar la represión, la falta de derechos, la miseria de los cubanos a la espera de una decisión del Congreso norteamericano o el Ejecutivo de esa nación. Definitivamente tiene pies de barro el patriotismo del régimen cubano.
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No sé de quién fue la idea, no sé quiénes organizaron el encuentro del presidente Trump y un grupo de cubanos exiliados y algunos venidos de Cuba para estar presentes el pasado 16 de junio en el renovado Teatro Artime de Miami. Pero fue un feliz reconocimiento que les honró, el invitar y poner en el foco a la incansable luchadora por la libertad de Cuba, la ex prisionera política Cary Roque, la presencia de Ángel de Fana, un símbolo del presidio plantado, los Brigadistas de la 2506, María Elena Alpízar, una de las fundadoras de las Damas de Blanco, Jorge Luis García Pérez, el valiente opositor pacifico que continúa en la isla y de muchos otros invitados fue un justo reconocimiento a quienes por muchos años sostuvieron y sostienen dentro de la isla y el exilio con coherencia sus ideales, los ideales de la libertad.
Eché de menos algunos olvidos, siempre los hay y sé que es imposible representar a todos en eventos así. Pero sillas ocupadas podían quizás haber sido mejor aprovechadas e intentar hacer justicia a todo el amplio espectro de luchadores y víctimas. Quizás quien estuvo encargado de dar las referencias al Presidente olvidó involuntariamente a Reina Luisa Tamayo, luchadora que marchó por las calles de La Habana muchas veces por la libertad de todos los prisioneros políticos, incluso después de haber perdido a su hijo Orlando Zapata Tamayo en una huelga de hambre en 2010 mientras permanecía secuestrado por el régimen cubano. Me hubiera gustado ver allí a los hermanos Miguel, Guido y Ariel Sigler, luchadores sinceros, valientes luchadores que siempre han puesto a Cuba por encima de todo y han pagado un terrible precio por sus principios incluso apoyando al entonces candidato Donald Trump y por esto sufrieron persecución en Miami e incluso agresiones, pero tampoco les vi allí, junto al Presidente cuando este fue saludar a los cubanos. No vi a los gestores del Proyecto Varela, los ex prisioneros de la primavera de 2003. Me pareció que al Presidente le debieron anotar un recuerdo para quienes permanecen en prisión precisamente por defender los derechos de todos los cubanos a elegir y ser elegidos en libertad y con todas las garantías para sus derechos, como el Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación, el doctor Eduardo Cardet Concepción. En fin, cada cual organiza su fiesta como mejor le parezca, solo que me parecía que para un evento que prometía cambios en la política de Estados Unidos hacia el régimen cubano debió tenerse en cuenta por justicia un espectro lo más representativo posible del pueblo cubano que lucha y trabaja por su libertad.
Pienso que la sustancia del evento en sí mismo, el anuncio del cambio de política del Ejecutivo respecto a la isla, logró dar el golpe de efecto que necesitaban y esperaban, luego del nefasto entreguismo de la pasada Administración demócrata, muchos votantes del sur de la Florida que dieron finalmente, ante la opción de Clinton, su apoyo al controvertido Trump.
Pero no me queda muy claro algunos puntos de su mensaje, sobre todo porque no entiendo cómo pretende hacer negocios en lo adelante Estados Unidos con los pequeños embriones de empresarios cubanos no vinculados, si es que alguno puede garantizar su pureza, a la mafia del ejército de Raúl Castro.
El Presidente es un hombre práctico, es un hombre que supongo bien asesorado, un hombre al que se le da muy bien tratar negocios complicados pero exitosos. No sé si por esto pueda estar creyendo que el capitalismo per se es una fuerza liberadora. Bueno, él sabe que los ejemplos de China, Vietnam, incluso las satrapías árabes y la Venezuela chavista son el mejor mentís para esa tesis.
Al menos en la isla de Cuba no puede ningún ciudadano emprender un negocio sin pedir permiso a los dueños de vidas y hacienda que desgobiernan el país. Los supuestos empresarios no vinculados al ejército de Castro fueron los primeros que dieron su resuelto apoyo al régimen desfilando ante sus mandantes el pasado Primero de Mayo en la Habana, eso o no pueden inaugurar una cafetería de mala muerte en cualquier barrio de mala muerte del país donde un “privilegio” como este les convertiría en los tuertos entre la mayoría absoluta de ciegos. Quien tiene intención de convertirse en empresario, aun muy modestamente tiene que tener primero en cuenta las ganancias y las pérdidas y los cubanos no son la excepción, creer convincentemente en el régimen o simular hacerlo es determinante para poder “empoderarse”.
El llamado “sector privado” en la isla, ya sea nacional o foráneo no lo es, tal como vulgarmente se supone con entusiasmo por algunos observadores cándidos o demasiado astutos. Depende del régimen totalitario y esto le deja indefenso. Intentar estimularle sería estimular la simulación y el sometimiento de quienes por unas pingües ganancias, un mejor estar que el resto de los menos emprendedores o valientes que reclaman los derechos en medio de un Estado policiaco para crear las bases de una sociedad verdaderamente libre y quedan segregados definitivamente, sería nefasto. ¿O finalmente la tesis de quienes han pretendido instalar un modelo chino o vietnamita en nuestra isla estos últimos años pretende triunfar ahora de otra mano, una mano que detestaban al menos públicamente hasta noviembre del año pasado? Muchos temas pueden ponerse sobre la mesa, pero precisamente el de los “empresarios” no vinculados al régimen me parece poco práctico y efectivo como argumento para traer la libertad a los cubanos.
Me parece bien que se deje constancia de que con la mafia militar no se harán negocios, pero ¿con quién se harán entonces cuando en la isla quien controla el Estado es fiscalizador de cada dólar que entre o se genere? Hasta donde sé, no se permitirá a los cubanos “emprendedores” no vinculados o dependientes del régimen abrir cuentas bancarias en Miami y si así fuera, ¿dónde gastarán sus ganancias, a quién pagarán sus impuestos ya de por sí draconianos que les impone la junta económico militar cubana? Creo que si Estados Unidos, Europa o el Vaticano quieren ayudar a los cubanos a alcanzar su libertad primero deben apoyar la demanda de muchos cubanos que pretende rescatar la soberanía popular. Hay, lo recuerdo, en el Parlamento del régimen una propuesta de referendo para que en la ley se garantice el derecho de los cubanos a elegir y ser elegidos, que se reconozca su derecho a la libertad de asociación, las libertades económicas y se liberen los presos políticos. Hay una demanda para que todos los cubanos puedan entrar y salir libremente de su propio país. No hay que descubrir a estas alturas el agua tibia.
Nunca hemos promovido el aislamiento de Cuba, precisamente porque Cuba somos todos y la mayoría de los cubanos no tenemos derechos y hemos sido marginados. Por eso, nosotros que llevamos muchos años denunciándolo, vemos positivo que por primera vez queden expuestos, por el gesto de un político tan influyente, los mangantes de la junta económico militar. Pero el riesgo de que la solidaridad no sea entendida como un apoyo claro y concreto a la demanda de soberanía popular, a la libertad política de todos los cubanos, es real y puede continuar afectando el presente y el futuro de quienes no tienen derecho pero trabajan por amor a su patria.
Entonces, ¿puede el discurso del presidente Trump y su voluntad de dar un gesto solidario con el pueblo cubano ser efectivo en estos términos? ¿Representa “una nueva esperanza” para los cubanos sin derechos? No creo, él no es, no debe, no puede ser nuestro Obi-Wan Kenobi.
Portavoz del Movimiento Cristiano Liberación.