VER PDF Alfa y Omega
El testimonio de Rosa Rodríguez tiene un valor especial por un motivo muy simple: al día siguiente de esta entrevista, la responsable de la recogida de firmas en La Habana para la campaña Un cubano, un voto regresaba a Cuba. Pero para ella era un deber moral venir a España –no se lo pusieron fácil las autoridades– y denunciar internacionalmente la situación de Eduardo Cardet, el coordinador general del MCL, condenado en un juicio farsa a tres años de prisión, donde recientemente «un preso le pegó como a un perro a cambio de obtener beneficios».
Los hijos de Cardet, de 13 y 7 años, «están destrozados». A su mujer, médico igual que él, intentan hacerle la vida imposible. Pero el matrimonio es fuerte. «Son una pareja estable, cristianos», dice la coordinadora del MCL en la capital cubana.
«Las dictaduras saben dónde golpear»
Luchar por la libertad en Cuba es exponerse a recibir golpes donde más duelen. A Rosa la chantajearon con uno de sus hijos que tenía entonces 18 años y sufre una discapacidad mental. En 2010 la amenazaron con que lo encarcelarían si no accedía a presentar denuncias falsas contra Oswaldo Payá y los demás dirigentes del MCL. Ella se negó. El chico fue condenado a 12 años. Finalmente cumplió siete gracias a la presión internacional. Entre medias, el 22 de julio de 2012, un suceso estuvo a punto de lograr que la mujer se viniera definitivamente abajo. «Oswaldo, asesinado. Yo no lo quería creer. Se me unió el cielo con la tierra. Lo pasé fatal: mi hijo encarcelado, Oswaldo muerto… Me vi desorientada. Estuve mucho tiempo como ida. Las dictaduras son muy crueles y saben dónde golpear. Pero eso me dio valor y me dije: “No, Rosa, levántate, tú tienes que seguir luchando para liberar a tu hijo y seguir la campaña de Oswaldo”».
Hija de un preso político
La militancia política le viene a Rosa de familia. «Yo tenía 9 años cuando mi padre era preso político y le visitaba en [la prisión de] el Príncipe», cuenta. En los años 80 se le ofreció exiliarse con toda su familia. «Él me dijo: “Vamos, mi hija”, pero yo le respondí que no. Yo entendía que él tenía que irse porque ya había luchado todo lo que pudo luchar y se merecía tener un poco de libertad. Había sufrido mucho y estaba muy enfermo. En EE. UU. murió. No pude despedirme. No me dejaron ir». Después, su familia encontró la manera de llevársela para allá, pero volvió a decir que ella se quedaba, «¿porque, si todos los cubanos se van, ¿quién libera Cuba?».
Por aquel entonces «todavía no conocía a Oswaldo. Vino el Proyecto Varela [una propuesta para democratizar el país desde la legalidad vigente] y allí fui a conocerlo. Me gustó su forma de ser: una persona limpia, transparente… Oswaldo no solo se convirtió en nuestro líder: era nuestro hermano. Para cualquier cosa él estaba ahí».
«La gente quiere el cambio»
Del Proyecto Varela, el MCL ha pasado hoy a la campaña Un cubano un voto. La filosofía es la misma: «de la ley a la ley», explica Rosa Rodríguez. Durante la campaña de recogida de firmas del MLC, se percibe que «la gente quiere el cambio». Porque «las mujeres ya no tienen qué llevarle de comida ni de ropa a sus hijos. Y los hospitales están deprimentes. No tenemos médicos ni medicinas».
A quien más les afecta la situación es «a las madres», pero también «la juventud lo está pasando muy mal». Muchos buscan «cosas para fumar» que «cultiva la gente en el oriente, buscando algo de dinero». Crece también el consumo de fármacos mezclados con alcohol. «Estamos viviendo una etapa muy mala. Yo le digo a la gente que estoy loca porque nos acaben de quitar el bloqueo. El bloqueo es una mentira. No es el bloqueo lo que nos tiene así, es el sistema».
La oposición no es enemiga del pueblo
Muchos se acercan a Rosa Rodríguez y a otros compañeros a contarles sus problemas. «Algunos no tienen conocimiento sobre cómo pueden hacer muchas cosas» y el MLC les informa de sus derechos, por ejemplo ante la situación de un familiar encarcelado por delitos menores. «Si los han cometido no es porque quieran hacerse ricos, sino para darles de comer a sus hijos, que cuando van a la escuela se desmayan, porque allí ya no les dan merienda», justifica ella.
De esta manera mucha gente ha empezado a ver a los opositores al régimen de manera distinta a como los presenta la propaganda, porque entienden que «lo que estamos pidiendo no es para beneficio de nosotros, sino de todo el pueblo». Y que «si alguien necesita ayuda, cuando podemos, nosotros se la vamos a dar».