Nunca conocí personalmente a Oswaldo Payá,fundador y lider del Movimiento Cristiano Liberación.Creo que si lo hubiese conocido, no le habría negado un apretón de manos , el pan y la sal, pero no estoy seguro si hubiera tenido el valor de seguir sus pasos en la lucha por la democracia.El miedo paralizaba mis pensamientos políticos y dominaba mis sentimientos.
Cuando volví a Cuba en 1987, o mejor dicho me “regresaron”,ya había pasado varios días desaparecido o secuestrado, en las mazmorras de la Stasi en Berlín y de la Seguridad del Estado cubana,un lugar tenebroso, brutal pero absurdo, conocido como Villa Maristas.
Lo denomino absurdo pues la mayoría de las personas que han pasado por este centro de terror psicológico castro-comunista,salieron reforzados en sus principios, aunque el miedo los haya bloqueado inicialmente.
Pero no creo que los cubanos le teman más a las palizas, encarcelamientos o a la represión política, que otros pueblos que viven en sistemas totalitarios. Pienso que le tememos más a los cambios y es el factor principal que mantiene a la mayor parte de la población cubana,fuera y dentro de la isla, en un estado de inmovilismo frente al régimen.
Uno de los grandes méritos de Oswaldo es haber demostrado que los cambios son posibles y, que también es posible la liberación racional del miedo, para que no nos pueda vencer,que tenemos derecho a luchar y a obtener la libertad, la democracia.Que todos somos Cambio, Liberación y Camino del Pueblo.
La fundación del Movimiento Cristiano Liberación y el Proyecto Varela le dieron un rostro internacional a la oposición cubana.Ahora “Todos los Cubanos” tenemos que actuar para que sea reconocida, fortalecerla y promoverla.
Los pocos “cambios” visibles en Cuba han sido posible, no por la”bondad” del General Raúl Castro y su Junta Militar, sino por la resistencia y el valor de miles de cubanos, opositores, presos políticos y sus familiares,las Damas de Blanco. Cada uno de ellos ha provocado grietas en el muro del totalitarismo.
Yo que no tuve el valor en Cuba de apoyarlo, tengo la obligación moral de evocar su nombre y continuar su obra.