El 5 de agosto del 94 por la mañana mi amigo Lorenzo me dijo que se iba para el puerto. Según él, alguien intentaría llevarse un remolcador. Le desee suerte. Volví a verle como a las 2 de la tarde, a esa hora había un inusitado movimiento de camiones militares que bajaban por la calle Porvenir.
Lorenzo me narro las peripecias de su frustrado intento de fuga pero aseguraba que otro grupo de personas habían logrado hacerse de la “lanchita de Regla”. Me comento exaltado que la gente espontáneamente había comenzado a protestar en la Habana y que el Malecón era un hervidero.
Cogí mi bicicleta y me moví rápidamente al Cerro.
Oswaldo no estaba pero Ramoncito Antunez si. Escuchaba en su casa de Carmen y Peñón las noticias que ya desde el exterior comenzaban a transmitirse por onda corta sobre lo que estaba sucediendo en la Habana.
“Manténganse alertas pero serenos en el barrio por si pasa algo. Si la protesta se masifica a todos los municipios creo que debemos apoyarla y darle objetivos políticos. No podemos ser nosotros con nuestro escaso numero de activistas quienes iniciemos algo que signifique la aniquilación de Liberación”, me dijo Ramón.
Regrese a Lawton y les avise a a Felix Antonio Rojas y a Ernesto Martini (Freddy) . Porvenir ya parecía mas una vía de paradas militares que una ordinaria arteria de la ciudad. Una caravana de camiones atestados de tropas especiales represivas y un vehículo con una ametralladora calibre 50 encima patrullaban de arriba a bajo la larga calle.
Freddy, Felix y yo quedamos en encontrarnos en nuestra parroquia, Santa Clara de Asís.
Le avisamos a la mayoría de nuestros militantes y amigos que estaríamos allí por si el pueblo comenzaba la protesta sumarnos en Lawton.
Pasaron muchas horas. Las noticias de que en la Habana habían sido sofocados los disturbios iban anunciándose en la televisión nacional. “Todo esta ya en calma”, aseguraban las noticias. Serian como la 1 de la madrugada del día 6. Pese a la insistencia del fraile amigo que nos acompaño todo el tiempo decidimos regresar a nuestras casas a esa hora.
La mañana parecía tranquila, pero tras aquellas nubes grisáceas estaba latente la rebeldía de un pueblo que por mucho tiempo había permanecido contenida. El régimen encontró pronto como destapar entonces la presión acumulada en la población anunciando que podrían lanzarse al suicidio o la libertad prestada todo aquel que quisiera utilizando cualquier medio marítimo artesanal para tal empeño. La libertad no llego aquel agosto, pero ya nada seria igual.