Cuán diferente el trato dispensado al «gusano» cubano español Payá, encima cristiano, y el dado a los mitos que la izquierda arropa
LA Audiencia Nacional ha dado definitivo carpetazo a la querella presentada por la familia de Oswaldo Payá contra mandos militares cubanos por su muerte el 22 de julio de 2012. La Sección Segunda de lo Penal confirma la decisión del juez Velasco. Y ya no cabe recurso. Las autoridades judiciales españoles, como ya hizo antes el Gobierno, se creen plenamente la versión de los jueces de la dictadura cubana y desprecian las sospechas de la familia. Las pruebas producidas sin control independiente, como todo el atestado y la investigación de la policía política cubana, la obvia parcialidad de todos los implicados desde el principio hasta el final, la absoluta indefensión de quienes se vieron implicados… todo ello no tiene la menor importancia. Porque al fin y al cabo, los tribunales que mandaron fusilar al general Ochoa, que mandan desde hace medio siglo a centenares de miles de cubanos a las cárceles, a trabajos forzosos o directamente a la muerte, están compuestos por unos comunistas de carnet y fidelidad jurada y probada a diario. Según la Audiencia Nacional son unos señores muy respetables que jamás nos mentirían.
Nada permite cuestionar «los hechos probados en la sentencia del Tribunal Provincial Popular de Granma». Ya saben, esos tribunales populares que han sembrado el terror en Cuba en todos los momentos de crisis. Sin jamás opinión, decisión, investigación o sentencia no sujeta a la incondicional obediencia al Partido Comunista de Cuba. Nada de investigar, o de comisiones rogatorias, como las que se mandan a Irak para que el juez Pedraz demuestre que Bush ordenó atacar Bagdad para matar a un periodista español de izquierdas. Ahí se sospecha. Porque podrían mentir todos los oficiales norteamericanos que juran que no fueron a Bagdad a matar a Couso ni a sus colegas. Pero un militar yanqui no tiene la credibilidad de un juez comunista para la Audiencia. Da igual que Payá llegara vivo al hospital. Da igual todo. Al fin y al cabo era español porque le había dado la ciudadanía el presidente Aznar. Y era eso que los amigos de Couso llamarían un «gusano». Cuán diferente el trato dispensado al «gusano» cubano español Payá, encima cristiano, y el dado a los mitos que la izquierda arropa y presenta. Más allá del caso Couso. A izquierdistas españoles muertos en otras dictaduras que gustan menos que la cubana. Aunque en muchos casos la implicación o la complicidad de los españoles en actuaciones armadas o terroristas estuvieran más que probadas.
Y ahí tienen el caso del diplomático Carmelo Soria. ¡Cuánto ahínco en saber del caso, que todos aplaudimos! Pero hay que marcar diferencias. Nuestros compatriotas en Venezuela, como los propios venezolanos aplastados ahora por Maduro y sus agentes cubanos, no deben esperar nada. El pobre canario Wilder Carballo, al que asesinaron el pasado lunes de un tiro en la cabeza, se enfrentó a los chavistas. Y encima era empresario. No esperen sus familiares se haga mucha épica con su muerte en España. Y pierdan cuidado, que el juez Santiago Pedraz no irá.
En el caso de Payá, bastó con echar la culpa a un chivo Carromero fácilmente ridiculizable. Aceptando sin rechistar la sentencia de un tribunal popular de uno de los regímenes más canallas del globo. Mucho de lo peor que pasa en España se debe a la mentira del pueblo antifranquista. Por la que todos han de hacerse perdonar no haber sido el antifranquista que fueron muy pocos. Es muy equiparable al mito castrista en toda Latinoamérica, una lacra del pensamiento y un lastre para todo desarrollo. Está comprobado que esas miserias morales, la una como la otra, se heredan. Quizás sean la misma, esa mentira omnipresente.