Aún recuerdo las veinte noches que pasé en la isla. Las primeras no podía dormir por el hecho de pensar que había contactado con “cierta gente” que no debía y eso me iba a costar diversas consecuencias. Mis contactos no eran más que cubanos que querían un presente y un futuro bueno para sus familias y que por ello vivían coaccionados, no sólo en su patria sino también fuera de tan bella isla. Sólo existía una manera de comprobar cómo una gran cantidad de cubanos podían dormir todas las noches, aunque sus sueños también sean motivo de cárcel.
Pasados los primeros días me di cuenta de la verdadera situación de Cuba y de sus gentes. Afrontar el día a día en la isla caribeña es bastante más sacrificado que en nuestra Europa: aquí la cuestión para muchas familias es llegar a fin de mes; allí, al final del día. Y qué sería de esa noble lucha sin el motor que la mueve: la esperanza. Recuerdo las calles de La Habana con personas caminando con la mirada perdida, la vida truncada, el alma quebrada, porque esa es la principal misión de la clase político-militar cubana: han robado todo lo material pero su misión final es acabar con la esperanza de los cubanos, para que el hombre sea un simple medio de producción y no se pregunte el porqué de sus circunstancias. Este es el mayor atropello que se le puede hacer a un pueblo.
Yo también buscaba la esperanza en Cuba. ¿No hay nadie que revindique su condición humana tras más de 40 años de dictadura? Gracias a Dios, la encontré. El MCL está presente en todo el territorio y vivo a pesar de las presiones castristas. Los miembros trabajan por la salvación de sus compatriotas con tres herramientas de trabajo que no suelen fallar: la fe puesta en el Liberador, la esperanza en la libertad y la caridad de llevar la verdad a todos sus hermanos cubanos. De este modo, pude comprobar los métodos de trabajo de miembros del MCL por toda la isla. Hay que destacar que el movimiento no es un partido político, sino una comunión de personas que enseñan el valor del ser humano, algo tan castigado por los totalitarismos. La búsqueda de esa esencia comienza con una relación entre personas -grupos de trabajo, cursos de liderazgo y formación, etc.- para después pasar a la acción política. De esa relación con el otro surge la verdad y esta se plasma en la vida de cada cubano con su forma de actuar. Los hermanos del MCL, de toda clase y condición, son críticos con el sistema y tienen un nivel educativo que no han recibido en las tan desconocidas escuelas estatales, porque los ejercicios del movimiento parten de la verdad para después ser libres, en cambio, en las escuelas del régimen la verdad ni está, ni se la espera.
El Gobierno de los Castro está desgastado pero son incapaces de devolver a los cubanos lo que un día les fue arrebatado. Por eso, continúan necesitando la violencia para no moverse de sus cargos. Mediante la fuerza física o psíquica (el miedo) reafirman su poder día tras día. Y lo saben hacer muy bien. No hace falta recordar las muertes llevadas a cabo, pero sí la utilización del miedo para acabar con los verdaderos cubanos. Mis días en tan bello paraíso han estado protagonizados por el amor de mis amigos del movimiento, pero también por el robo diario que sufría mi tarjeta telefónica para que no me pudiera comunicar, una persecución en coche, “espías” por las calles de la capital del Oriente, coches militares y motos de la Policía en la puerta de ciertas casas cuando estábamos reunidos e incluso dos visitas dentro de una casa con el coste del corte del cable del teléfono. Quizá estas cosas sean las que den más fuerza a estas buenas personas para continuar con el despertar de su pueblo. Los perseguidos no son actores políticos como en Europa se pueda pensar: son estudiantes, campesinos, obreros, curas… Los que son agredidos diariamente para que no lleven a cabo tan ansiada conquista, llegar al corazón de los cubanos.
A pesar de la violencia y la ocultación de la verdad, el MCL es un movimiento VIVO. Pude observar que después del asesinato de Oswaldo y de Harold hay un inmenso grupo de cubanos que tienen ganas de vivir con dignidad, gente con la alegría puesta en su liberación y recobrar así su condición humana. Porque la realidad de la isla es injusta y nadie tiene derecho a sufrir el mayor de los males, que es el robo de la libertad y más aún, el cómo conseguirla. A mis compatriotas europeos invito a que sean más críticos con la situación de Cuba, críticos para que la examinen con juicio y saquen sus propias conclusiones. En cuanto a mis hermanos cubanos, les doy las gracias por la experiencia vivida en su patria y por presentarme a tantas personas que persiguen a diario un sueño tan real como vivir en libertad para ser felices. No sé si podré volver a Cuba por mis huellas dejadas, pero estoy seguro que la fe y la esperanza que Dios a puesto en tantos cubanos darán su fruto tarde o temprano.