@Juan_Sender Muchos empleadores, administradores o dueños perjudican al obrero cuando le retribuyen el valor de su trabajo. Ese jornal defraudado, esa diferencia que no se le paga, ya sea por una persona, entidad y Estado colectivista, Karls Marx le llamó plusvalía.
En el valor de los productos creados por el trabajo influyen: el trabajo mismo, la utilidad, la rareza, uso, necesidad, época o edad, moda, etcétera. Las aguas medicinales tienen más valor que las naturales. El agua normal aumenta su valor en el desierto. Un bistec de res vale más que el de falda y el trabajo o esfuerzo realizado por el carnicero es el mismo en ambos casos.
La paga que recibe el obrero a cambio de su trabajo es el salario. Viene a ser el rendimiento de su trabajo.
Para muchos economistas, la paga que recibe el obrero por su trabajo lo convierte en una mercancía.
El salario es visto también como el precio del trabajo. Lo regula la ley de la oferta y la demanda, acompañada por la libre competencia. El mercado, libre de sus trabas, ha sido endiosado y de elemento económico útil al hombre, se ha convertido en su amenaza.
Estos factores no son los árbitros idóneos para determinar con exclusividad el monto del salario. No siempre los precios del salario derivados de éstos son justos: no es un objeto inanimado o animal, es un ser humano con necesidades vitales, con familia, que vive en comunidad y que esta comunidad depende del bienestar de sus miembros.
Para quien trabaja, está jubilado, pensionado, etcétera, el dilema diario se traduce en cuánto gana y cuánto debe ganar para poder vivir humanamente. Su salario nominal es lo que recibe de paga, y el real lo que puede adquirir con él. La oferta y demanda con la libre competición son insensibles a esta problemática, el factor humanizante tiene que entrar a jugar su papel.
Un paso necesario para determinar el monto de los salarios que por justicia debe recibir un obrero, está en determinar el mínimo justo. Se plantea que éste es el que debe recibir un obrero como mínimo, para no vivir en la miseria. Debe añadirse decorosamente. Falta algo: el sentirnos seguros ante el imprevisto o cualquier contingencia y esto se logra con el ahorro. Los seres humanos tenemos, además de las necesidades materiales, las espirituales, cuya satisfacción hacen que la vida sea más agradable.
Si el salario del obrero se redujera a garantizar su subsistencia y reproducción, el hombre estaría condenado a vivir en un estado de miseria indefinida, en el inframundo existencial. Sería el regreso a la vida animal.
Cuando se aumentan los salarios y a la par se aumentan los precios de los artículos, estamos presenciando una tragicomedia de muy mal gusto. Si con los salarios congelados suben los precios de los artículos en realidad se han bajado aquellos. Estos mecanismos se usan indiscriminadamente por capitalistas y socialistas. Los cubanos tenemos suma experiencia en estos menesteres. Un obrero descontento no tiene el mismo rendimiento ni la misma eficiencia. El costo de a vida viene dado por el confort y el bienestar que el obrero puede lograr con lo que gana.
Los pagos normalmente se hacen en dinero, pero pueden hacerse en especies, bonos, etc.
El nivel de vida de los obreros en las naciones desarrollados es superior al del resto de los demás países. Las constantes migraciones hacia los países del primer mundo son una prueba de ello. A través de a historia de la humanidad, han ido ocurriendo una serie de sucesos que han incidido en ese progreso ascendente de las naciones, pero progreso que desgraciadamente no ha significado el de todos los ciudadanos de los países en cuestión. Algunos de estos acontecimientos son: el descubrimiento del fuego, la rueda, la Revevolución Industrial y la Francesa, el manifiesto comunista, la Rerum Novarum, los conflictos obreros con la patronal, el sindicalismo libre, el reconocimiento y firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, etcétera.
En la formación de los salarios están presentes: el rendimiento del trabajador, su especialización, el riesgo y las condiciones anormales – peligrosidad, ruido, altura, etc –, la sindicalización, los precios, el mercado, la globalización, el Estado, etcétera.
En la disminución del mismo: el aumento del número de obreros que demandan empleos; la ignorancia del que opta por el mismo; la ausencia de capitales; el tipo de Estado – capitalista o colectivista –; la falta de sindicatos que defiendan al obrero y no se plieguen al dueño o al estado colectivista; el mercado; etcétera.
Un obrero calificado puede desempeñar labores más complejas y mejor remuneradas que uno ignorante. Éste puede ser víctima del engaño y normalmente no sabe donde están los trabajos que más prometen para el futuro. Sus empleos serán siempre los más rudos y peor remunerados.
Se ha echado a rodar por la calle que mientras haya una multitud ignorante y unos cuantos que sepan, éstos explotarán a aquellos, por tanto si se les enseña a leer y escribir no podrán hacerlo. No basta con enseñar, es necesario que a los ciudadanos se les eduque: enseñar puede cualquiera, educar sólo quien sea evangelio vivo. Formar en valores y principios que garanticen el desarrollo integral del ser humano y rindan culto a la dignidad plena del hombre. Si ud sabe leer y escribir pero nadie le enseña a pensar, a que tiene una dignidad, derechos, que su vida está sustentada en pilares muy firmes – verdad, libertad, justicia, solidaridad –, puede ser manipulado en beneficio de intereses particulares y mezquinos.
Por regla general los patronos o sus representantes pagan mejor a un obrero instruido y éticamente confiable: una escuela que forme, que eduque hace más por subir los salarios que diez huelgas.
Los salarios varían según: el lugar, tipo de trabajo, situación económica del país, etc. Un mismo trabajo se paga mejor en las ciudades que en los pueblos rurales y campos. Si el lugar es inhóspito, relativamente peligroso se pagan salarios aún más altos para atraer la mano de obra.
Contrariamente al criterio del gobierno cubano en su política económica, un obrero bien remunerado abarata la producción, llegará a convertirse en su propio capataz, mantendrá la disciplina, mejorará la calidad de los productos que elabora, será más productivo, eficiente y cuidadoso. El mal remunerado terminará convirtiéndose en indolente, indiferente, poco productivo, nada eficiente y no le interesa el resultado de su trabajo. Esto sucede en nuestro país. Recuérdese que a la larga lo barato siempre sale caro.
Si al obrero además de pagarle bien se le interesa en las ganancias de la empresa, si se le implementan cursos de capacitación profesional en su tiempo de descanso, de cómo mejorar en su propio perfil, se transformará en un obrero mejor: amentará su calidad, cuidará de sus herramientas, útiles, medios de producción, de la producción, será más responsable, cuidará de la entidad que por vez primera la sentirá como suya también.
Una política económica de buenos salarios beneficia a todos: obreros y patronos, ciudadanos y gobernantes, desocupados, jubilados, a la sociedad en general. La estabilidad y expansión de la economía interna y externa, vinculada al desarrollo de un mercado interno, en poco tiempo se hará sentir. Los precios de los artículos de primera necesidad tienen que estar acorde a los salarios devengados.
Para que la medida sea estable y sólida y no se produzcan graves desajustes económicos y desestabilizadoras crisis inflacionarias es preciso: en primer lugar, descentralizar la economía; hacer realidad en la ley y la práctica el derecho ciudadano a la libertad económica; retomar y poner en práctica una verdadera reforma agraria; incentivar la gestión de los cuentapropistas con impuestos racionales y justos, con ventas al por mayor de los productos que necesitan; regresando al colonato en la producción de la caña de azúcar; favoreciendo en los nuevos productores agrarios el cultivo de los frutos menores, del café, cacao, plátano de fruta y vianda de mejor calidad que las que se ofertan hoy; incentivar la cría del ganado vacuno, despenalizando su matanza, y otras variedades; etc.
Hoy más que nunca representa un peligro para las nuevas generaciones, la crisis en que estamos inmersos los cubanos. Van creciendo desarraigadas, sin raíces, carentes de una verdadera identidad, sin cubana. Sólo el gobierno no se da cuenta de ello o finge no darse cuenta. En 54 años en el poder ha sido incapaz de combatir esa crisis. Para ello, es preciso enfrentarla despojados de dogmatismos ideológicos, inmovilismos político-económicos, con la voluntad de buscar lo mejor para todos os cubanos.
Para lograrlo es necesario enfrentar el futuro con: el concurso de todos los cubanos –los de dentro y los de fuera, con el que piensa igual y el que no –; el reemplazo de los viejos esquemas por otros que promuevan el bienestar social y la solidaridad entre los cubanos; la implementación de un diálogo nacional sincero, transparente y honesto, es decir, con verdadera voluntad de entendimiento, para que se allane el camino hacia la reconciliación y el perdón; el esfuerzo de todos los cubanos y, sólo los cubanos, para buscar lo mejor para Cuba y sus ciudadanos.
El capital sin trabajadores es letra muerta. Una semilla que espera por los labradores para ser sembrada. Pero si quienes manejan ese capital al ponerlo a funcionar retribuyen mal a los trabajadores, se convierten en explotadores de su propio hermano. Otro uso incorrecto del capital está cuando se pone en función de la industria de la guerra, de la droga, de la prostitución…
Un hombre al que se le paga poco por su trabajo está condenado a la pobreza indefinida, mientras que quien manipula el resto que no le paga, la plusvalía, se enriquece a su costa o desvía ese producto hacia empresas que sólo a él benefician e interesan. Esto ocurre en el capitalismo y con los estados colectivistas.
Es vital para el hombre, su familia y la sociedad en que vive que se paguen salarios justos. Salarios que le garanticen un nivel de vida decoroso, digno, humanizante. Para lograrlo es necesaria la voluntad de cambio. No esperamos un milagro, porque el milagro no se hará. La libertad, los derechos, la solidaridad entre los cubanos, la justicia pueden lograrse sólo si los cubanos unimos nuestras voluntades para un cambio hacia estatus económicos mejores que los actuales: es necesario cambiar, todo está en eso…en cambiar lo que quieran cambiar los cubanos y conservar lo que decidan conservar.*
ING. JUAN FELIPE MEDINA
GESTOR DEL MCL Y DEL CONSEJO COORDINADOR