Por: Roberto A. San Martín
Coordinador de Cubaneate
Se lo merece hace muchos años.
Desde el encuentro del ENEC, donde algunos arzobispos temblaban cuando escuchaban hablar de que “La Doctrina Social de la Iglesia era el conjunto de normas y principios que se refería a la realidad social, política, económica de los pueblos ” y que “no la habíamos inventado los laicos para enfrentar a La Jerarquía de la Iglesia Católica Cubana, con los asesinos de la Esperanza Popular”. Pasaron muchos años y quizá la cita no sea exacta, pero “asesinos de la esperanza popular” y el miedo en algunos ojos jerárquicos: lo veo y lo echo como si fuera hoy. Yo no lo conocía entonces, pero la imagen (más que significado) me entró como el golpe de un relámpago y así también debió pasarle a los jerarcas, porque por esa época, sola, se fue separando la paja inservible de buena simiente que él y, luego otros, y después miles deshicieron plantar.
Por las dificultades que venció sólo para que no fuera movimiento de, sino Liberación, individual, personal. Merecía el Premio desde entonces.
Fueron unos años difíciles, de encuentros en el Parque Juan Delgado o en el Cerro, y fue increíble la cantidad de artículos que escribió por esa época.
No fue fácil mantenerse aparte de los dos extremos, de la Concertación y del Consejo (creo que se llamaban así las dos tendencias de la época que luchaban por ser la ÚNICA UNIDAD VÁLIDA y que sin darse cuenta, repetían el esquema que nos llevó hasta allí.
Muchos no entendieron entonces, ni entienden ahora, por qué Osvaldo nunca formó parte de ninguno de eso intentos de “UNIDAD”.
Algunos han llegado a decir que él se creía superior o quería ser presidente…
Se reía de esas cosas. No lo conocían. Por esa época yo repetía en cualquier lugar que “no necesitábamos un líder, sino un pueblo que no aceptara líderes”.
Él me llamó una vez y dijo muy serio: Es verdad que no hace falta un líder, pero también es cierto que aquí no hay más que líderes. Hablamos hasta tarde en el parque y allí nació “Pablo”. Había que hacer llegar a todos los rincones del país el sentimiento de cada uno de nosotros (los cubanos todos) éramos EL PODER y que teníamos que ejercerlo.
Sería el origen o no del Proyecto Varela y el de una revista que edita el Padre Santana y no voy a decir cómo se hacía, pero la revistica entraba en Cuba y se distribuía, y el mismo “método se usa todavía” y funciona.
Eran días increíbles. La mañana y la noche parecían ir corriendo una tras la otra.
Mi moto ucraniana recorrió miles de kilómetros.
Y el ingeniero era como un reloj en su bicicleta, nunca faltó al trabajo (que yo sepa), pero nunca dejó de estar donde tenía que estar, sonriente, quizá un poco sudado, pero tranquilo y cambiando estrés por paz en su entorno.
No todo era dorado. Había malas personas, con malas intenciones, y el “blanco era él”. Pero yo, al menos yo, lo veía ponerse colorado y quedar en silencio, dar unos pasos largos en cualquier dirección y luego calmado y tranquilo explicarlo todo como si los ataques hubieran sido contra otros, y él fuera un profesor hablándole a su clase que podía ser yo sólo, o dos o tres, alguna vez vi a cinco personas juntas, pero se separaban.
Con esa aparente calma, casi indiferencia, fue sembrando en cada pequeño poblado del país, una organización que no presidía nadie, ni tenía un jefe (como todas las de la época), apenas si era un Coordinador primero y luego, cuando fue verdad, era el Coordinador Nacional de los que terminamos llamando “L”iberación, el gesto vino luego, el saludo con la “ele entre el índice y el pulgar” mucho después.
Había ya muchas firmas con nombres, direcciones, números de Carné de Identidad y entonces (aunque nunca fue escondido), se supo. Los esbirros supieron. Yo creo que sólo era miedo. Porque el alto mando no podía creer que mientras había gente mucho más peligrosa (me imagino porque gritaba más y buscaba tener un perfil más destacado), el ingenierito de la bicicleta estuviera a punto de tener una organización de verdad nacional, comprometida con una idea y lo que más los asustaba HABÍAN PUESTO SUS NOMBRES Y SUS NÚMEROS DE IDENTIDAD, esto era una jo y había que pararlo.
Dicen que fue un ataque brutal. La prueba quedó allí muchos meses. Los manchones de huevos y pinturas mezclados al humo del incendio que hicieron para quemar las planillas…
Yo no lo vi, no estaba en esa isla en ese momento, pero sí vi los restos y me enteré de la brutalidad del ataque. Osvaldo se sonrió mientras me decía: esto no es más que una prueba del miedo que tienen.
Entonces ya era merecedor del Nobel.
Si había logrado que un tabacalero de Pinar del Río, un agricultor de Baracoa, un artista de La Habana y algún que otro pinero se identificara como opuesto al gobierno, sin miedo, con su nombre…
¡El tipo era un peligro y un excelente candidato del Nobel de La Paz porque había hecho lo más grande que se le había hecho al régimen en toda su historia y, por haberlo hecho, no se le podía tocar!
Si el primer tirano pensó de esa manera, no sé lo que estaban pensando en Europa y, bueno, en realidad tampoco sé a quién se lo dieron ese año.
Hasta ahí debió llegar todo.
La tiranía y sus esbirros lo veían demasiado flaco para ser valiente. Pero se equivocaban, no era valor solamente (que sí le sobraba), sino necesidad de demostrarle a esa gente que había crío en todo el que fue a hablarle para que firmaran, que no lo habían hecho por gusto.
Y ahora, el señor era todo un “dirigente político” y se tomó el tiempo necesario. Viajó la isla cuando pudo y hasta donde pudo, pero dónde ya la vigilancia le hacía imposible el paso, regresaba tranquilo.
En el mismo lugar se había cambiado “el bastón de manos” y “el relevo seguía en la carrera”.
Esto puede tomar el tamaño que tendría si fuera novela, pero no lo es y no lo tendrá.
Hace once años, un político inteligente hizo entrega a la Asamblea Nacional de Cuba (supuesto Parlamento), frente a la prensa extranjera acreditada en La Habana, de muchas más firmas que las que establecía la Ley Suprema de la República (Socialista).
El Proyecto Varela, basado en el artículo primero de la Constitución de 1976 y haciendo valer los derechos constitucionales que La Carta Magna le otorga al ciudadano y recoge en sus artículos 137 y en el inciso g del artículo 88, así como en el 54, 66, 9, y 41 exigía un referéndum para que se apoyara o no: la amnistía de los presos políticos, el pleno ejercicio de las libertades de expresión y de reunión, de conciencia y de palabra, la promulgación de una nueva Ley Electoral y el derecho de los cubanos de crear empresas en el territorio nacional.
Este proyecto estaba destinado a destruir moralmente al régimen hiciera lo que hiciera, si lo discutía en la AN y no lo aprobaba, perdía, porque nadie habría creído en la limpieza de los diputados, si lo aprobaban, le pasaría igual que a Pinochet y si hacía cualquier otra cosa, como al final hibernó, quedaría demostrado ante el mundo que la historia no había cambiado desde 1959, cuando el comandante Félix Pena juzgó a los pilotos de Batista y luego de un juicio justo, les otorgó la libertad. Entonces, de detrás de una cortina, como la bruja de Blancanieves, se apareció F.C, gritó, pataleó, acusó y amenazó hasta que ordenó que se repitiera el juicio. Demás está decir que esta vez el Presidente del Tribunal, los halló a todos culpables, por la misma evidencia que los había declarado inocentes horas antes. Días después, al ir a entrar por la posta tres de Columbia, como hacía todos los días, un soldado -que no lo reconoció- lo ametralló causándole la muerte. FC violó el Código del Ejército Rebelde de la Sierra Maestra, que era por el cual se juzgaba y ordenó matar a Félix Pena, por haberlos dejado libres la primera vez.
Hace once FC hizo lo mismo, fue al baño y aunque no le dolía el estómago_ se esforzó tanto que lo logró_ y se limpió el fondillo con la Constitución Cubana que él mismo había ordenado, aprobado y firmado.
Ahí comenzó el derrumbe. ¿Se merecía el Nobel? Pues no se lo dieron, pero le dieron el Sajarov, fue recibido por casi todos los presidentes europeos que quedaron impresionados por sus maneras y por su cultura política, fue recibido en audiencia privada por el Sumo Pontífice.
En Miami lo aplaudieron hasta los que el día anterior lo hubieran criticado. Volvió a Cuba. Salió del país sólo para traer a su hijo a operar al Miami Children Hospital por la gravedad de su estado. Lo vi dos veces, durante su visita al Herald y en el patio del hospital donde quedamos citados para vernos ese día.
Luego vino creciendo como una tromba el MCL. Antes, en la Primavera Negra, de los 75 presos condenados a largas penas, 45 eran del MCL. Y esa fue la medida que usaron, su figura crecía, no se le podía matar, pero había que ponerle control de alguna forma.
Durante la visita del Papa se presentó en la Plaza con un cartel que desplegaban sus hijos y Harold Cepero.
Los asustan en junio, con la simulación de un atentado.
Pero él va a Bayamo con Harold Cepero y dos dirigentes internacionales porque deben quedar ajustadas las condiciones para el nacimiento de un Movimiento Nacional Juvenil.
Yo quiero creer que intentaron repetir el accidente de junio y, por falta de destreza del esbirro que los acosaba, con un golpe desmedido le creó el problema más grave que haya tenido que enfrentar la tiranía. Descrédito internacional, culpables de asesinar a un hombre de Paz y el Movimiento juvenil. Hace unos días, dos organizaciones juveniles orientales y Rosa María Payá dejaron constituido y trabajando el Movimiento de Jóvenes por la Democracia.
Yo creo que se merece el Nobel de la Paz, porque se lo ganó con una vida ejemplar en la lucha pacífica por la libertad de su pueblo y no porque haya muerto, aunque haya sido asesinado y estoy seguro que así fue, sino porque sus objetivos se siguen cumpliendo, su tumba sigue vigilada y su ejemplo crece cada día y puede enseñar al mundo como se puede derrocar una sangrienta tiranía sin un sólo disparo. Y ser solamente cuestión de seguir su obra póstuma El Camino del Pueblo.
Roberto A. San Martín
Editor de CUBAneate News.
Coordinador de Cubaneate (organización no Gubernamental)
Editor de Artistas Cubanos unidos.