Había cumplido casi veinte cuatro años en prisión como prisionero político plantado al ser excarcelado. Entonces decidió permanecer en Cuba donde falleció el pasado 6 de Septiembre. El gobierno cubano, por venganza ante el coraje del anciano Pitaluga, le negó durante los últimos años de su vida, el derecho viajar al extranjero para ver a su familia y compañeros. En los años cincuenta se fue a trabajar a los Estados Unidos de América por un tiempo, pero sintiéndose motivado a participar en la lucha revolucionaria contra la otra dictadura, la de Fulgencio Batista, regreso a Cuba. Según nos relató en varias ocasiones, su retorno lo hizo un uno de los buques que hacían viajes regulares entre Cuba y la Florida, trayendo su auto lleno de ayuda para la Revolución. Lucho en los grupos de la clandestinidad en la ciudad y tuvo una significativa participación en el asalto a la tienda de ventas de armas o Armería de la Habana. Las fuerzas represivas de aquella dictadura lo buscaron afanosamente. Cuando cayó la dictadura de Batista, era oficial del Ejército Rebelde. Nos explicó que, aunque parecía haber triunfado la Revolución, para establecer el estado de derecho y restablecer la Constitución de 1940, comprendió muy pronto que se había instalado otra dictadura, ahora con estilo y contenido comunista, que negaba todos los ideales por los que el y muchos de sus compañeros habían luchado. Julio Ruiz, Pitaluga o sencillamente Pitaluga como era conocido entre los que lo admiramos y quisimos, se separó del régimen tempranamente como los hicieron tantos y tantos que lucharon en la Revolución. Fue condenado a treinta años de prisión con una causa fabricada, por tribunales que se titulaban “revolucionarios”. Ingresó así en aquel presidio político, que después fue renovado con muchos luchadores cívicos, incluyendo los 75. Nosotros no pretendemos hacer una historia que sólo pueden hacer los que sufrieron el presidio en las tres primeras décadas del régimen comunista. Pero si podemos proclamar que todo aquel el presido político, ahora histórico y particularmente los plantados, protagonizaron un duelo de muchos años, muy desproporcionado. Ese duelo fue entre el poder de la tiranía ejercido con toda crueldad y mujeres y hombres prisioneros que sólo con el alma y con la fe, afirmaron la dignidad humana y también la del pueblo de Cuba. Permanecieron firmes y sin someterse a un costo inmenso, verdaderamente épico, de sufrimiento para ellos y sus familias. A un costo de sangre propia, de soportar el hambre, el ultraje, la tortura y la desolación. Si, resistieron en una gran soledad, porque entonces “nadie escuchaba” y nadie en el mundo hablaba de Derecho Humanos para Cuba. Conocimos Pitaluga cuando fuimos a su casa para saludar a Mario Chanes de Armas, que había sido excarcelado después de cumplir los treinta años de prisión a los que fue condenado por ser fiel al pueblo cubano. Lo recordaremos siempre por su alegría constante, su generosidad, humildad y su único interés de ayudar a los nuevos prisioneros políticos y a los movimientos cívicos que surgieron en Cuba. Fue un amigo transparente e inspirador para el Movimiento Cristiano Liberación. Para mi familia, alguien muy querido. Julio Ruiz Pitaluga, a ti y a todo el presidio político histórico cubano, decimos: Gracias Julio Ruiz Pitaluga: Presente Marchas hacia Dios llevando la antorcha de los héroes. Oswaldo José Payá Sardiñas La Habana, 8 de Septiembre de 2011 A Nombre del Movimiento Cristiano Liberación