Ni konsomol exaltado ni tartufo. Por Regis Iglesias, portavoz del MCL

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Mi familia es una familia común. De origen gallego, canario, asturiano, andaluz y sobre todo criollo aborigen como casi  cualquier familia cubana.Tan ecléctica base  genética no podría hacer diferente la formación que desde mis primeros días en este mundo recibí.

Afortunadamente este arcoíris humano me dio la libertad de escoger desde temprano y por cabeza propia mi camino. Tuve la opción de aprender de la tolerancia entre posiciones encontradas y hasta enfrentadas en el terreno político pero siempre reconciliadas por el peso superior que entre individuos y grupos civilizados crea en primer lugar la familia. Aprendí que la defensa de mi verdad conlleva un costo en ocasiones elevado pero de eso depende siempre el honor y el respeto que cada hombre logra dejar tras sí en la vida.

Católicos, que en 1961 fueron arrestados para probablemente ejecutarles durante el desembarco de Bahía de Cochinos, batistianos, que fueron perseguidos llegado  el cambio de régimen,  comunistas románticos, que se hicieron conversos en sus primeros años, no dudaron un momento en marzo de 2003 y hasta agosto de 2010 para acompañarme y apoyarme con cariño en mi cautiverio, con ese amor filial que esta por encima de cualquier vicio ideológico y sobre todo político que nos separaría.

Quería hacer este pequeño homenaje tardío a mi familia que desde la Habana a Miami o New York me acompaño con dignidad y amor por siete años y seis meses de presidio. Gracias a ese amor mis días de cautiverio fueron más llevaderos y me sentí definitivamente mas fortalecido. Estoy orgulloso de todos ellos de la dignidad que mostraron en todo momento y de su impecable urbanidad donde quiera que me representaran.

No fueron motivo de escándalo para mí ni para mis hermanos de causa, presos o que no fueron a prisión. Nunca se prestaron a repudiarme como lamentablemente algunos si  hicieron públicamente con los suyos. Desde sus circunstancias personales dieron a mis hermanos de lucha y sus familias su solidaridad y apoyo humano. Esto lo sé por el testimonio de algunos de ellos luego de mi excarcelación.

A vivir dando cara a la vida me enseñaron los míos, no a llevar mascaras que oculten mis ideas. He sido fiel a esto cada día de mi paso por este mundo. No fue la mía una escuela familiar que me enseñara a miserable ni a cobarde. No aprendí  a ser un fanatico.  Soy por tanto ajeno al lenguaje exaltado de aquellos que incluso sin ya ser adoradores del régimen no han podido desprenderse de la verborrea y la violencia de barricada proletaria que aprendieron y les inculcaron sus progenitores disfuncionales.

No fanfarroneo de mis 22 años como miembro público del Movimiento Cristiano Liberación porque solo han estado humilde,  pero  verticalmente,  en servicio  la causa de la libertad de Cuba desde 1989.  Así fue también en  todas las prisiones  a las que me llevaron desde 2003  y en  el exilio al que me han  desterrado desde  hace un año. No seré yo quien de testimonio exhibicionista de mí mismo

Nunca me he ocultado  para decir lo que pienso, nunca me han intimidado los  guapetones  pro o anti régimen,  dentro de la isla o fuera de ella.

Tampoco doy pábulo a chismes o bocazas comisarios políticos, eso se lo dejo a los de escuela  cederista. No me involucro en  la vida privada de nadie  aunque tenga,  como de todo en este mundo, opinión propia y  simpatía o desprecio en cualquiera de los casos.  Quien quiera perder su tiempo estúpidamente en tales trances es su problema.

Que haga cada cual lo que quiera hacer con su vida, así sea  coger su cuero de tambor, manipular incautos o entretenerse en algo más útil y provechoso para Cuba. Soy libre de hacer y hago lo que mi conciencia me dicte en cada momento que creo oportuno y lo hago a identidad pública.

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