Aun están frescos en mi memoria los eventos de aquel día. Han pasado exactamente veinte años desde que las turbas trasladadas en autobuses desde el este de la ciudad por la policía política de la dictadura y dirigidas por estas asaltaron la casita de la calle Santa Teresa numero 63 en el Cerro, hogar de Oswaldo Paya y su familia.
Su esposa tenia aquellos días constantes nauseas debido a su estado de gestación y Oswaldo le había acompañado a una consulta medica esa mañana. Los hijos pequeños estaban con los abuelos y Dagoberto Capote, entonces porta-voz del Movimiento Cristiano Liberación se mantenía en la casa atendiendo a las personas que luego de escuchar en Radio Marti (por supuesto, los medios oficialistas que paga el ciudadano de a pie pero el régimen emplea para su propia propaganda y control de la sociedad no habían publicado nada pese a que se les informo) la noticia de que Oswaldo abría su casa a todo aquel cubano que quisiera apoyar el proyecto de ley de Dialogo Nacional respaldando con su firma la solicitud de referendo, podría hacerlo pasando a firmar la demanda en su casa del Cerro.
Todo parecía normal cuando comenzaron a llegar al parque Manila, a dos cuadras de la calle Santa Teresa, los autobuses con su carga ignominiosa de vándalos que asaltarían un hogar pacifico.
La puerta fue violentada y la chusma se abalanzo al interior de la vivienda. Dagoberto a penas pudo reaccionar y fue empujado y arrastrado a la calle donde los “valientes” defensores de la tiranía le amenazaban con lincharle y gritaban impúdicamente su vergonzosa y femenil incondicionalidad a Castro. Dentro de la vivienda un grupo rompía todo lo que encontraba a su paso de horda ciega: un busto de Jose Marti, una bandera cubana, libros, muebles, y robaban las miles de firmas que ya miles de ciudadanos honestos habían dado para cambiar a Cuba y sacarle, entonces, de ,mas de 30 años de dictadura autoritaria y violenta.
Sin embargo, pese a las pintadas en la fachada de la casa de Paya con asfalto negro que hacían los mas “intelectuales” de la jauría, la turba se vio frenada por los vecinos de esta querida familia a la que en el Cerro todos admiran y respetan por su verticalidad desde el primer día de la tiranía y por su sencillez y humanidad con todos los necesitados que llaman a su puerta.
Los vecinos impidieron que Dagoberto fuera literalmente linchado por el odio de los energúmenos y le defendieron protegiendole e interponiéndose entre el y sus atacantes, lo que le permitió retirarse sano y salvo del lugar pese a algunas magulladuras.
La voz se corrió rápido por toda la Habana y yo fui a ver a Dagoberto teníamos ya nuestros militantes de base en alerta y dispuestos a ser los próximos en darse sin odio pero sin miedo al sacrificio por Cuba y la Liberación. Hubiera sido muy heroico… pero fatal para nuestro amado Movimiento, sobre el que se cernía la posibilidad real de aniquilamiento total, y para nuestros impetuosos arrestos de efebos irreflexivos. Tenían razón nuestros hermanos que nos antecedían en el camino y mas de una vez habían enfrentado situaciones similares todas sus vidas.
Esa noche fuimos a misa en la parroquia Santa Clara, en Lawton. El padre Alberto Barrios, joven fraile franciscano que fue discípulo del querido fray Miguel Angel Loredo comenzó su sermón con profunda emoción y el alma encendida dedicando la homilía a los heroicos hermanos en la fe y el ideario que habían sido victimas hacia solo unas horas de la furia violenta de los bárbaros sostenedores de la tiranía del odio. Su mensaje fue de denuncia y de perdón para esas pobres almas esclavas que cual cerberos del Hades defendían la opresión y estaban dispuestos a morder con rabia a sus propios hermanos. “Hoy han asaltado el hogar de nuestro hermano Oswaldo Paya un grupo de violentos y han golpeado a nuestro hermano Dagoberto Capote”, dijo, “que cesen ya en nuestra tierra, la tierra que Dios nos dio y esta bendecida por Nuestra Madre de la Caridad, los actos cobardes de atropellos contra toda persona humana, contra todos nuestros hermanos valientes que luchan por la liberación de todos los cubanos” en el templo hubo un sordo silencio pero Felix Rojas, Ernesto Martini y yo hicimos a nuestro hermano Alberto una cómplice mirada de agradecimiento.
Llegue a mi casa y escribí:
Los sucesos se precipitaron ayer
Bajo las ventanas de las bellas durmientes:
… En Santa Teresa # 63, El Cerro,
un grupo de “guardias rojas”
asaltaron el hogar…
Entonces mi Habana salta,
y abraza con fuerza a su amado hijo
protegiéndole del odio cobarde
que llega desde el Este.
A la mañana siguiente, pese a las recomendaciones de Oswaldo y Dago de que no llegáramos cerca de Santa Teresa 63 ya que el cerco policial aun se mantenía, Felix y yo disidimos hablar con nuestra amiga la fotógrafa Katia Rivero para que nos acompañara a la casita del Cerro donde el día anterior habían intentado linchar al porta-voz del MCL y donde afortunadamente no se encontraba en ese instante la familia de Oswaldo. Llegamos los tres y Felix y yo posamos altaneros y desafiantes para la fotografía en la misma puerta de casa que solo 24 horas antes había sido el centro del mas feroz ataque de odio de una tiranía criminal y cobarde. Katia hizo el resto ante la mirada atónita y sorprendida de los fisgones mercenarios de la dictadura.