El inicio del fin, de la dictadura comunista en Cuba.
(Incidencias de un ciudadano gestor del Proyecto Varela)
Por: Regis Iglesias Ramírez (condenado a 18 años de prision)
Meses después de la presentación, ante la Asamblea Nacional, del proyecto de ley conocido como Proyecto Varela, un hermano y colega me pedio que narrara nuevamente, las incidencias de aquel inolvidable día, desde mi humilde rol de ciudadano gestor del acontecimiento, gracias a que en esencia, fui uno de los 11,020 cubanos, que esa mañana desafió la represión de un régimen que por primera vez en cuatro décadas vio descompensado su reino de terror y mentira cuando miles de ciudadanos le desafiaron con su gesto liberador.
Aquel fue un momento histórico que lejos de pasar como intento opositor para alcanzar nuestra anhelada meta, la libertad, en la intención febril y heroica del momento, abrió definitivamente el camino de la lucha cívica y pacífica a la dimensión popular. Días después el régimen tambaleante paralizó el país y obligo a millones de cubanos a mostrar su adhesión al estado comunista.
Esa maniobra del totalitarismo, quedara en la historia como el intento de crear una cortina de humo que, extendiera la confusión y la desinformada en la población de la isla y en la ingenua, y en algunos casos malsana visión o interpretación de otros, que fuera de Cuba no lograron descifrar la obvia escapada del régimen que trataba de silenciar el Proyecto Varela, aunque los comunistas isleños al fin y al cabo, no se atrevieron a cambiar o anular los artículos constitucionales en los que se basa la petición ciudadana y esto, lejos de “enterrar” la solicitud de referendo, le dio nuevos adeptos en todo el país, que de esta forma se sumaron a la conquista de sus derechos. El inicio del fin, de la dictadura comunista en Cuba.
Durante las dos semanas que precedieron a la presentación, el 10 de mayo de 2002, en la Asamblea Nacional del Poder Popular, del Proyecto Varela, vivimos intensas jornadas de trabajo bajo una presión, por parte de la Seguridad del Estado, sin paralelo en los últimos tiempos. Estábamos, el grupo de personas encargado de la revisión y ordenamiento de todos los datos de los ciudadanos firmantes del Proyecto que finalmente serían la avanzada en esta gesta cívica, en medio de una férrea vigilancia que no-solo era ostensible en el parque Manila, frente a la casa de Oswaldo Payá, sino que abarcaba cuatro manzanas a la redonda. Los agentes represivos, incluso, se podían encontrar en parejas por la conocida Vía Blanca bordeando la Ciudad de los Deportes de esta capital.
Cuando alguno de nosotros tenía, por cualquier razón, que salir de la casa, inmediatamente los agentes apostados en el generalmente tranquilo y famoso parque del Cerro se nos acercaban a poco menos de cuatro metros de distancia con sus auriculares y otras técnicas de espionaje encima de ellos, tal vez para escuchar o filmar lo que hacíamos y decíamos.
Por esa tensa coyuntura fue que decidimos, ante el peligro de un potencial asalto a la casa de Payá, (como había ocurrido once años atrás cuando hordas organizadas y dirigidas por la policía política y el partido comunista invadieron el hogar del líder del Movimiento Cristiano Liberación y robaron miles de firmas que ya se habían colectado para un proceso similar de Referendo iniciado a finales de 1990, golpeando al disidente Dagoberto Capote Mesa, quien se encontraba solo en ese momento en la vivienda, y destruyendo todo cuanto encontraron a su paso, incluso una bandera cubana y un busto de José Martí); llamar a varios miembros del cuerpo diplomático radicado en La Habana y alguna que otra agencia de noticias para que pudieran ser testigos visuales de que ya estaban listas más de 10 000 firmas de ciudadanos respaldando el Proyecto Varela para ser presentadas ante el órgano legislativo de la Nación.
Tampoco podíamos olvidar que por más de un año el régimen había lanzado contra nosotros la campaña más virulenta y costosa que se recuerde contra el pacífico movimiento opositor cubano por más de una década. Todos los resortes del poder fueron desatados la represión violenta, las detenciones, las difamaciones, las amenazas, las campañas divisionistas de algún que otro individuo sin ninguna representatividad en las filas oposicionistas y sí un largo aval como elementos disociadores.
Bajo este estado represivo hemos estado trabajando por Cuba cientos de ciudadanos. Todo esto estaba en nuestras mentes la noche del 9 de mayo. Por estas razones esa noche, en una pequeña habitación de una casa literalmente cercada por las más sofisticadas técnicas de espionaje y por decenas de agentes represivos, nos reunimos, Oswaldo Payá, Antonio Díaz, Oswaldo Alfonso, Julio Ruiz Pitaluga, Ernesto Martín Fonseca, José Daniel Ferrer, Efrén Fernández, Jorge Colmenero y yo para decidir los pormenores de la presentación, la mañana siguiente, del Proyecto Varela en la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Nuestra voluntad era inquebrantable porque millones de cubanos han puesto sus esperanzas de libertad en este Proyecto, aún desde sus silenciosas simpatías. No podemos fallarles.
La mañana del 10 de mayo Antonio Díaz Sánchez partió temprano hacia la sede de la Asamblea Nacional con el objetivo de asegurarnos que estarían abiertas a la población las oficinas de atención a los ciudadanos. No podíamos llegar y encontrarnos ese día la Asamblea Nacional cerrada. Una vez que estaba confirmada esa información ya sabíamos que podíamos encaminarnos al lugar. Osvaldo Alfonso Valdés se trasladó al Vedado para informarle a la cadena televisiva CNN que partiríamos a las 10 y 30 PM a presentar el Proyecto y contábamos con esa corresponsalía para informarle al mundo en vivo las incidencias desde el momento que saliéramos del Cerro. Alfonso se dirigía después hasta la Asamblea Nacional y nos esperaría al igual que Antonio Díaz cerca del lugar.
Cuando todo estaba confirmado esperamos la llegada de CNN y revisamos los documentos que entregaríamos, una vez más, para que nada quedara olvidado. El equipo de reporteros llegó a la casa a las 10 menos cuarto de la mañana y les explicamos nuestro objetivo. Yo me puse una camisa que había llevado escondida en mi maletín para no levantar sospechas, pues incluso la vestimenta podría delatar el evento, y esperé que Oswaldo me avisara mientras echaba una ojeada a los materiales y pensaba en todo el esfuerzo y sacrificio de tantos cubanos para llegar a ese día dichoso.
Llegó el momento y nos reunimos en el centro de la sala de la casa de Josefina Payá, nuestra querida tía “Beba”, Miguel Saludes García, quien luego de nuestra partida avisaría a las demás agencias de prensa y atendería las llamadas telefónicas; Jorge Colmenero, que iría conduciendo el automóvil con nosotros a la Asamblea; Efrén Fernández Fernández, el propio Oswaldo y yo. Miguel hizo una hermosa y patriótica oración y nos despedimos con un fuerte abrazo. Oswaldo pidió a Jorge que pusiera en marcha el motor del vehículo y una vez que lo hizo Efrén nos acompañó cargando una de las cajas que contenía las firmas del Proyecto Varela.
Fue un momento de tensión, no sabíamos cuál sería la reacción de Seguridad del Estado cuando se percatara de lo que estaba ocurriendo. En la esquina de Peñón y Ayuntamiento, en casa de Payá, Julio Ruiz Pitaluga, José Daniel Ferrer y Ernesto Martín Fonseca esperaban nuestra partida para escoltarnos en el recorrido. Ellos se mantendrían a una distancia prudencial y de haber ocurrido algún incidente con nosotros en la Asamblea ellos deberían retirarse y avisar a todos lo que ocurriría. Solo Oswaldo, Antonio, a quien recogeríamos antes de llegar a las oficinas del órgano legislativo, y yo enfrentaríamos lo que pasara. No podíamos arriesgarnos a un show montado por la policía política que complicara a nuestros hermanos de lucha, más necesarios en el momento crítico para continuar hasta el fin nuestra causa, que sacrificándose heroicamente pero sin mucha efectividad en una escaramuza pasajera que habíamos decidido nosotros asumir llegado el caso.
Nuestro automóvil fue seguido todo el recorrido por varios vehículos de Seguridad del Estado. En un momento de tensión Jorge Colmenero tomó contrario al tráfico en la populosa avenida 26 de Nuevo Vedado, sin más consecuencias que la protesta airada de otro conductor que venía en dirección opuesta a nosotros. En calle 44 Oswaldo decidió hacer un alto para chequear a nuestros perseguidores. Nos bajamos del automóvil él y yo e hicimos como si revisábamos los neumáticos. Un agente rápidamente se acercó corriendo hasta donde estábamos y cruzó a la acera opuesta cuando se percató que estábamos observándolo. Subimos una vez más al Chevrolet 57 de Colmenero y ya no nos detuvimos más hasta la entrada principal de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Una ola de periodistas se lanzó sobre nosotros cuando se bajó del automóvil. Detrás bajábamos Antonio y yo con las dos cajas que contenían las boletas de firmas. Oswaldo declara: “Vinimos a presentar el Proyecto Varela, después hablaremos. Ahora vamos a presentar las firmas, más de 11 000″, y continuamos nuestra marcha hacia la entrada lateral del edificio donde se atiende a la población. Alcé mi puño haciendo con mis dedos índice y pulgar la señal de LIBERACIÓN. Decenas de curiosos, de periodistas, agentes represivos y siete oposicionistas más involucrados en la “operación” contemplaban la escena, algunos con incredulidad, otros con odio, la mayoría con esperanza y felicidad. “He esperado para ver esto 42 años”, dijo Julio Ruiz Pitaluga, quien pasó 24 años en las cárceles de Castro y aún vive en la Isla.
El portero de las oficinas legislativas reconoció a Antonio y lo saludó. Otro individuo vestido de custodio preguntó cuantos éramos los que entraríamos, luego que Oswaldo le comunicó el motivo de nuestra presencia en el lugar. “Tres, somos tres”, respondió el líder de Liberación. Subimos los pocos escalones del local y nos invitaron a pasar a un pequeño salón que nos quedaba a la izquierda.
Allí esperamos que llegara una funcionaria que se identificó como la licenciada Columbié Lugo, que nos atendería por estar ausente en ese momento la Diputada encargada del Departamento de Atención a la Población. Le explicamos el motivo de nuestra presencia y le entregamos las dos cajas con las boletas de firmas, un listado con los nombres y datos generales de cada firmante, la Fundamentación Legal del Proyecto Varela (con una copia). La licenciada correspondió a nuestra cortesía y al pedirle que nos firmara un duplicado de la carta al Sr. Alarcón accedió gentilmente estampándole el cuño oficial de dicho órgano legislativo sobre su firma. Nos despedimos de la Lic. Columbié Lugo, de las personas que se encontraban en el recibidor del edificio y comenzamos a bajar los escalones de la entrada a las oficinas en medio del “asalto” de preguntas de la prensa que ansiosa aguardaba en la acera nuestra salida. Varias docenas de curiosos se aglomeraban en la calle.
No pudiera ordenar todas las imágenes y fugaces pensamientos que pasaban por mi mente. Ahora trataba de echar un vistazo a las personas que se encontraban en la calle. Miraba sus asombrados rostros, sus gestos y trataba de adivinar sus mímicas. Pude alcanzar a ver a Ernesto Martín, a José Daniel, y a Ricardo Montes entre el numeroso grupo, ellos eran parte de nuestro apoyo. Miré el rostro del portero de la Asamblea y de algún que otro empleado de la misma, vigilados de cerca por los agentes represivos, que nunca faltan, y aunque no podría afirmarlo me pareció que también estaban felices.
Trataba de grabar en mi memoria cada palabra, cada alegría, cada gesto afectuoso. Miraba a Oswaldo, y no se me pasaba la tensión de la responsabilidad que me impuse por su seguridad pasara lo que pasara e iguales sentimiento tenía Antonio.
Cuando llegó el momento de la partida nos movimos rumbo a la avenida 42. íbamos Oswaldo y yo flaqueando a un muy emocionado Ruiz Pitaluga. Detrás venían Antonio, Osvaldo Alfonso y su esposa, la periodista Claudia Márquez. Caminábamos hacia el automóvil de Jorge. El tráfico se detuvo en ambas direcciones de la avenida para hacernos paso. Oswaldo anunció a la prensa, que aún nos acompañaba media cuadra después, que salíamos hacia la Iglesia de La Inmaculada para dar gracias a nuestra amada Virgen. Hasta allí nos siguieron los reporteros y pudieron captar la sencilla pero emocionante presentación, ante el altar de la Madre de todos los cubanos, de nuestra Declaración, leída por Oswaldo. Todos fueron testigos de las muestras de simpatías y la alegría que suscito en los presente, dentro y fuera del Templo, el conocer lo que habíamos hecho. Nunca olvidaré lo que una joven transeúnte exclamó, mientras nos cruzábamos en la acera, al escuchar lo que Oswaldo le declaraba a unos periodistas. Les comentaba el líder del Movimiento Cristiano Liberación que en Cuba hasta ahora los cubanos no teníamos derechos y que solo reclamándolos, todo el pueblo, podríamos construir una sociedad justa y libre. La muchacha pasando en ese momento por nuestro lado, acompañaba de una amiga sin detener su marcha exclamó: “Eso es verdad”.
Finalmente quisimos visitar a nuestro hermano Vladimiro Roca, quien hacía solo unos días había salido de la celda en que lo mantuvieron encarcelado los enemigos de la libertad durante cinco largos años lejos de su amada esposa y sus compañero de lucha.
No habíamos podido ver a Vladimiro por estar literalmente “acuartelados” en casa de Oswaldo contando y revisando cada una de las firmas que presentaríamos del Proyecto Varela. Por cierto como Vladimiro estaba en la cárcel no había podido firmar personalmente el Proyecto y cuando le comunicamos la buena nueva de la presentación en horas de la mañana exclamó: “Bueno la mía encabezará las próximas 11 020″.
El resto de la tarde y parte de la noche fue intenso en entrevistas y abrazos fraternales con nuestros hermanos de lucha, que con su sacrificio, su constancia, su fe en la victoria y amor por Cuba, tomaron como suyo, “hasta la libertad y la democracia en nuestra patria”, el Proyecto Varela. La Historia recién comienza, el camino por llegar al definitivo día de la liberación ya está trazado y se comenzó a transitar por los cubanos.
Ahora seguirán reprimiéndonos, seguirán intentando confundir a la opinión pública y a los cubanos con maniobras disociadoras y divisionistas que a nada llevan como no sea a intentar mantener este bochornoso estado tiránico. Pero este pueblo, del que es gloriosa avanzada los 11 020 cubanos que ya dijeron: “tenemos derecho a los derechos”, ya muestra orgulloso al mundo su resolución y esa esperanza, esa fuerza poderosa, sostenida por el Cielo, es la fuerza tangible que desafió desde ahora y para siempre, hasta el final, a la dictadura y no le podrá detener ningún sicario, traidor, ni ningún pusilánime. Esto acaba de empezar.