LATERCERA CHILE “Cincuenta años sin libertad”, por Oswaldo Payá Sardiñas

“Fifty Years without Freedom” By Oswaldo Payá Sardiñas January 2, 2009

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Vivo en Cuba, en la ciudad de La Habana, en el humilde barrio del Cerro. Cuando se instaló el primer gobierno elegido democráticamente en Chile llegaron a nuestro país los primeros chilenos, en este caso democratacristianos. Ellos se atrevieron a contactarnos a los que desde adentro luchábamos, y aun luchamos, pacíficamente por la democracia y la libertad.

Nos traían un mensaje de esperanza. Después de 17 años de régimen militar, el pueblo chileno, por vías pacíficas, inició los cambios hacia la democracia y el respeto a los DDHH. Las experiencias compartidas, la de vivir bajo dictaduras, nos enseñaban que no hay buenas, ni mejores, ni de derecha, ni de izquierda, sino simplemente dictaduras. Para nosotros era extraordinario que personas que habían sufrido una de ellas, ideológicamente contraria a la de Cuba, tuvieran la honestidad de reconocer que en la isla también había, y hay, una dictadura. Esta ha sido la actitud solidaria constante de muchos chilenos. Pero con tristeza debo decir que no es la actitud del actual gobierno chileno. Parece que perdió la memoria o que actúa bajo la moral hemipléjica de que las dictaduras si no son “de derecha”, son buenas y quizás hasta deseadas por los pueblos.

Esto lo digo porque escribo sobre cómo llega Cuba luego de 50 años de régimen de Castro en materia de DDHH. Y llegamos en la soledad en que nos dejan todos los gobiernos latinoamericanos, empezando por México y terminando con Chile y Argentina.
Ningún pueblo, y menos el cubano, elige no elegir más. Los ciudadanos cubanos no decidieron no poder viajar, ni poder expresarse libremente, ni ser vigilados en cada cuadra, escuela, centro de trabajo. Tampoco decidimos que un chileno o un ruso puedan tener un negocio en Cuba y un cubano no. Menos que sólo exista un partido político que niegue el derecho ciudadano a formar otros partidos, que rechace el derecho de los trabajadores a tener sindicatos libres y niegue, en la práctica, el derecho soberano del pueblo a cambiar las leyes y la Constitución. Ese totalitarismo ha sido impuesto y no escogido.

Muchos piden balances sobre Cuba, pero no se puede reducir la vida de medio siglo de un pueblo a balances políticos. Hay que decir que ha habido de todo: mucho amor y odio, mucha generosidad, obras buenas y perversas. También, un masivo éxodo hacia el exterior en busca de libertad. Pero mucho más masivos son los actos de apoyo al gobierno. Porque ha habido mucho apoyo sincero, pero nadie puede decir cuánta simulación, debido a la cultura del miedo. En resumen, ha habido de todo, menos libertad.

La falta de ella y derechos civiles y políticos ha sido la base para perpetuar un gobierno 50 años a nombre de la justicia social y la soberanía. Cuba es un país con una minoría con todo el poder, que viven como ricos, y una mayoría pobre y sin voz para decir que es pobre.

Pero hay una alternativa. Así lo demuestra el Proyecto Varela, que pide un referendo para iniciar los cambios, dando la voz al pueblo y a los derechos a los ciudadanos (www.oswaldopaya.org). Nos persiguen y acosan mientras pedimos estos derechos para todos.

La alternativa se basa en la reconciliación, conservar lo bueno y abrir la puerta del futuro a la nueva generación para que sean hombres y mujeres libres. Por luchar pacíficamente por esos derechos muchos están en prisión en condiciones inhumanas y junto con prisioneros comunes. Cuando no hay libertad nadie puede decir a nombre del pueblo lo que verdaderamente quiere. Pero, como punto de partida no discutible, podemos decir: nosotros los cubanos queremos la libertad.

Oswaldo Payá Sardiñas
Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación

“Fifty Years without Freedom” By Oswaldo Payá Sardiñas January 2, 2009

I live in Havana, Cuba, in a modest neighborhood called Cerro. When the first democratically-elected government was installed in Chile, the first Chilean Christian Democrats visited our country. They dared to contact us, we who from the inside were, and still are, engaged in the peaceful struggle for democracy and freedom in Cuba.  

They brought us a message of hope. After living for 17 years under military rule, the Chilean people began to walk peacefully down the path of democracy and respect for human rights. As we shared our experiences under dictatorial regimes, we learned that there is no distinguishing between good or better dictatorships; between left-wing or right-wing dictatorships; they are simply dictatorships.  It was extraordinary to us that people who had suffered under a dictatorship, even one that was ideologically different from the one established in Cuba, had the honesty to acknowledge that on our island there was, and still is, a dictatorship.  This is how many Chileans have shown their solidarity with us for years.  Sadly, I must say that this is not the attitude held by the current Chilean government.  It seems that they have lost their memory, and are guided by a one-sided morality that tells them that dictatorships—so long as they are not right-wing—can be good or even desired by the people.

I say this because I am writing about Cuba’s human rights situation after 50 years under the Castro regime. We now stand alone, because all Latin American countries have left us behind, all the way from Mexico to Chile and Argentina. No nation, including the Cuban nation, would choose not to have the right to choose ever again.  Cuban citizens did not choose to relinquish their right to travel, their right to freedom of expression, or their right to move freely at home, at school or at work.  Nor did we choose to allow a Chilean or a Russian citizen to own a business and relinquish our own right. Much less did we choose the existence of only one political party to deny to us citizens the right to form other political parties, free labor unions, and—in practice—our sovereign right to reform the laws and Constitution of our country.  This totalitarian regime has been imposed on us; we did not choose it. 

Many have asked for an assessment of Cuba, but one cannot reduce half a century of our history into mere political evaluations. We have experienced much love and hatred, much generosity, and good and bad deeds. We have also seen a massive exodus of people to other countries in search of freedom. But much greater has been the support given to the Cuban government. At times this support has been very sincere, but no one can say how much is feigned because we live in a culture of fear. In short, we have experienced everything except freedom.

The lack of freedom and civic and political rights has facilitated the perpetuation of this government for 50 years, under the veil of social justice and sovereignty. Cuba is a country where power and money are concentrated in the minority, while the majority remains poor and without a voice.

Nonetheless, we do have an alternative.  It is the Varela Project, which proposes a referendum to initiate change by giving the people a voice to reclaim their rights (www.oswaldopaya.org). We have been harassed and persecuted while we demand these rights for all. 

This alternative is based on national reconciliation and seeks to safeguard the good changes while opening the future to men and women of a new generation to be free. Many have been imprisoned under inhumane conditions, alongside regular prisoners, for being part of our peaceful initiative. When there is no freedom, no one can speak on behalf of the people. Thus, as an indisputable starting point, we can say: we Cubans want freedom.

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