EL PAÏS Oswaldo Payá «España está comprometida con la transición democrática en Cuba»
MAURICIO VICENT
Oswaldo Payá es el disidente cubano más conocido en Europa y Estados Unidos. Fundador del Movimiento Cristiano de Liberación, Payá, de 52 años, es el artífice del Proyecto Varela, iniciativa que ha logrado recoger 25.000 firmas en pro de la realización de un referéndum sobre el cambio político en la isla
Oswaldo Payá, premio Sajárov del Parlamento Europeo por su «lucha pacífica para promover los cambios democráticos en Cuba», es uno de los disidentes que se ha opuesto con mayor firmeza a las gestiones del nuevo Gobierno español para promover el cambio de la política europea hacia Cuba; en concreto, la medida de invitar a los disidentes a la celebración de las fiestas nacionales en sus embajadas de La Habana, a lo que el Gobierno de Fidel Castro ha respondido dejando a los diplomáticos europeos sin interlocución oficial. El PP ha convertido sus tesis en una bandera. El Gobierno cubano acaba de anunciar que se reanudan «los contactos oficiales con España».
Pregunta. España promueve un cambio de la política europea de sanciones hacia Cuba. Ha dicho claramente que está comprometida con una transición a la democracia en Cuba, pero afirma que las actuales medidas, entre ellas las invitaciones a los disidentes, no han sido efectivas para lograr la libertad de los opositores encarcelados el año pasado ni para impulsar cambios. ¿Por qué no es partidario de tratar nuevos métodos?
«El exilio es el pueblo de Cuba, y tanto los que regresen como los que no jugarán un papel participando en la vida política. Pero la transición es en Cuba y Cuba está aquí»
«Los cubanos tenemos que ser los que diseñemos nuestra propia transición. El Proyecto Varela es un proceso de movilización cívica que traerá los cambios pacíficos a Cuba»
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Respuesta. Sí, creo que España está comprometida con la transición democrática en Cuba. Lo de los métodos es relativo, lo que tiene valor es que Cuba alcance la libertad. El actual Gobierno español ha propuesto cambios, y yo no me opongo a buscar nuevas vías. Lo que no me queda claro es por qué se excluyen pasos ya dados, que sólo tienen valor moral pero que son importantes, como el de las invitaciones a los disidentes. Estas invitaciones no son para nosotros un objetivo, ni siquiera las propusimos. Pero es el Gobierno cubano quien está manifestando que éste sí es un problema de fondo: son ellos los que nos excluyen y tratan ahora de que también nos excluya Europa. Para quien debería ser una cuestión de principios es para la UE, pero nosotros no vamos a echar nuestra lucha alrededor de una invitación a las embajadas, tampoco pedir que las supriman. Ese tema lo tiene que decidir Europa, que lo decida con toda libertad y nosotros lo respetaremos.
P. En las actuales condiciones, ¿cree que los diplomáticos europeos pueden hacer su trabajo en Cuba?
R. Depende de a qué trabajo se refiera. La relación entre Estados, en todos los campos, supone la voluntad para mantener esas relaciones de ambas partes. Lo que debe preguntarse Europa es quién es el que está imponiendo condiciones y quién no quiere el diálogo.
P. ¿Cuál, a su juicio, debe ser la política europea hacia Cuba?
R. Yo pienso que la posición común europea hacia Cuba está bien planteada: para que haya una relación más amplia, incluyendo la cooperación económica, debe haber una apertura en materia de derechos humanos y de libertades democráticas. Ésta es una posición de respeto al pueblo cubano.
P. Una de las críticas que hacen algunos eurodiputados a la posición común de la UE hacia Cuba es el doble rasero. En otros países con situaciones similares, como China, no se condiciona el diálogo político ni la cooperación a la evolución de los derechos humanos. A nadie se le ocurriría plantear invitar a los disidentes chinos a las embajadas en Pekín.
R. Yo quisiera saber si la sensibilidad, el vínculo histórico y la relación de España con China es la misma que con Cuba.
P. No es sólo España, es Europa.
R. Si se ha sido incoherente en las relaciones con otros Estados donde hay situaciones de violación de los derechos humanos y regímenes antidemocráticos, como en China o Vietnam, y por cuestiones prácticas y geopolíticas se ha abandonado la posición de principios, yo, como cubano, no voy a pedir que sean igualmente incoherentes con respecto a Cuba.
P. La tesis española es que sería más positivo para el futuro de los cubanos que la UE retome el diálogo político con Cuba, pese a que no haya habido todavía avances en los derechos humanos.
R. El diálogo político es algo que no ha sido lo suficientemente definido. Nosotros no nos oponemos al diálogo, no nos oponemos a que haya contactos entre Cuba y la UE, pero quedando claro que eso no puede ser un reconocimiento al estado de violación de los derechos humanos que hay en Cuba. Este diálogo debe tener una perspectiva, y no hay perspectiva si el Gobierno dice que en esta materia no tiene nada que revisar. La liberación de los presos políticos debe ser la primera prioridad.
P. Algunos opositores plantean que no hay que hacer de las invitaciones una cuestión de principios. Proponen, por ejemplo, sostener reuniones periódicas de la oposición con los embajadores europeos, o que representantes de la UE viajen a Cuba y se entrevisten con los disidentes de forma transparente.
R. Durante años ha existido un diálogo transparente entre la disidencia y muchos políticos de España y Europa. El diálogo siempre ha existido, por eso creo que es un contrasentido que se sitúe como una alternativa, como un sustitutivo. No estoy defendiendo las invitaciones a ultranza, pero buscar sustitutivos hiere nuestra dignidad.
P. Desde hace 40 años, EE UU ha aplicado la estrategia de la presión sin conseguir resultados. Por el contrario, los críticos de esta política afirman que el embargo y la presión han servido sólo para favorecer el inmovilismo y dar justificaciones al régimen. ¿No es un error que Europa se sume a la política de confrontación?
R. Porque Europa haya planteado una política consecuente con su posición ética de apoyar los cambios pacíficos y la mejora de la situación de los derechos humanos, es injusto decir que se haya alineado a EE UU, que tiene su política y Europa la suya, y que yo sepa, en ésta no existen mecanismos de presión económica.
P. Pero con el Gobierno de Aznar se llegó a suspender la cooperación con Cuba y hubo total sintonía con EE UU. No pocos opinan que Aznar y Bush han sido estos años los mejores aliados de Castro para gobernar.
R. Aznar no se acercó al Gobierno de EE UU, se acercó al pueblo de Cuba. Y, a mi juicio, lo hizo sin romper con la política de los diferentes Gobiernos españoles para cooperar con el cambio pacífico en Cuba. Eso sí, el tiempo ha servido para aprender algo: es el Gobierno cubano el que ha rechazado y malogrado todos los intentos españoles de cooperación.
P. ¿Cómo juzga la política española hacia Cuba?
R. Yo creo que la política española hacia Cuba se ha visto envuelta en una confrontación de partidos. Recordemos que cuando el PP anunció su nueva política hacia Cuba, el PSOE se opuso. Ahora, más allá de esto, lo que necesita Cuba, y no porque España vaya a determinar la transición cubana, es que los grandes partidos, el Congreso, la sociedad española, puedan enviar un mensaje de que apoyan nuestra voluntad de cambios pacíficos, nuestra voluntad de apertura a la democracia.
P. Algunos disidentes le acusan de alinearse con Aznar.
R. Me honro con la amistad de Aznar. El PP ha mantenido una solidaridad con nuestras exigencias democráticas, pero también, es justo decirlo, muchos socialistas. No ha habido de nuestra parte ningún alineamiento partidista.
P. El Parlamento Europeo acaba de aprobar una resolución, a instancias del PP, en la que condiciona el cambio de la política hacia Cuba a la liberación de los presos y a que a usted se le permita viajar libremente. ¿No le parece un poco excesivo?
R. El Premio Sajarov supuso un reconocimiento al movimiento cívico cubano. Al pedir esto, el Parlamento Europeo está expresando su respaldo a ese movimiento cívico, del cual no pretendo ser el único representante, y también su exigencia de que se deje entrar y salir libremente a todos los cubanos.
P. El Proyecto Varela logró reunir 25.000 firmas, pero, tras presentarlas ante el Parlamento, fue aparcado por las autoridades. ¿Cuál es su estrategia ahora para lograr los cambios deseados?
R. Estamos promoviendo en todo el país un debate en torno a nuestra propuesta de diálogo nacional, para que los cubanos seamos los que diseñemos nuestra propia transición. Muchos quieren matar o ver morir el Proyecto Varela, algunos dentro y algunos fuera de Cuba, pero el Proyecto Varela está vivo y no ha sido un fracaso. El pueblo cubano escaló con él un nivel, al lograr una clarísima demanda ciudadana con apoyo constitucional. El Gobierno cubano lo tiene formalmente bloqueado, pero socialmente no la puede bloquear porque sigue creciendo. El Proyecto Varela es un proceso de movilización cívica que traerá, o coadyuvará a traer, los cambios pacíficos a Cuba. Por eso continúa como campaña.
P. ¿Qué papel debe jugar el exilio en el futuro de Cuba?
R. El exilio es el pueblo de Cuba, y tanto los que regresen como los que no, jugarán un papel participando en la vida política, con sus energías, con sus recursos, con sus capacidades en la reconstrucción de ese país, pero siempre recordamos que la transición es en Cuba y que el problema es en Cuba y que Cuba está aquí.