Bienaventurados los prisioneros de la Primavera de Cuba porque tienen hambre y sed de justicia

Tony Díaz, del Movimiento Cristiano Liberación, está preso en la prisión provincial de Holguín, a mil kilómetros de distancia de Marianao, del barrio de Zamora. Entonces su esposa Gisela, sus hijas Yeni de 16 años y Lázara Massiel de 4 años y su hermano Carlos, tienen que realizar un viaje largo y lleno de las dificultades de la Cuba de los pobres para poder verle.

La visita es cada tres meses y el 14 de octubre su familia cargó con la “jaba”: un poco de azúcar, otro de leche en polvo, un poco de aceite, polvo de refresco sintético, pero nada de proteínas, ya que no las dejan pasar. Sólo permiten treinta libras de alimentos para noventa días y se incluye el peso de los envases.

Piensen que estos prisioneros viven en jaulas en las que no pueden caminar tres pasos a lo largo, ni estirar los brazos a lo ancho porque chocan con la pared. Allí alguna vez al día le dejan recoger agua en algún envase y le pasan la comida, que es muy poca y muchas veces en mal estado, descompuesta. Es la tortura del hambre físico. Es posible, que algunos de los que lean este artículo, nunca hayan tenido esa experiencia: la de tener hambre todo el día, todos los días y no tener nada que comer.

Muchos cubanos, muchos, cientos de miles, han estado presos o confinados y saben de lo que hablamos. Pero este caso es extremo. Es, como hemos dicho: “tortura”.

Un recurso para reducir al prisionero al mínimo de sus capacidades físicas y mentales. Este cuasi aniquilamiento se completa con la aproximación al aislamiento perceptual, la nube de mosquitos y en muchos casos ratas y ratones. Arbitrariamente les confiscan la correspondencia, les niegan las medicinas, inclusive cuando se las llevan sus familiares, ya que, en la prisión, según los guardias, “no les falta nada”.

Ahora llega el invierno que en Cuba no es muy intenso, pero suficiente para que, en las noches en esos campos de sufrimiento, el frío no deje dormir. La prisión no facilita nada más que dolor, humillación y raciones de comida del “modus muriendi”.

La familia de Tony Díaz Sánchez, que es uno de los coordinadores del Proyecto Varela, debe llevarle al preso lo que llaman “el aseo”: jabón, desodorantes, sábanas, un abrigo y todo lo que se puede necesitar, ya que los funcionarios de la prisión sólo suministran la crueldad, pero no las cosas elementales para la supervivencia sana.

No se asombre. Cuando la familia entregó a los guardias, para que los pesaran y revisaran, las treinta libras de comida, más los productos del “aseo”, los guardias dijeron que los productos de aseo pesaban veintiuna libras. Algo lógico si pensamos que sólo un abrigo puede pesar varias libras. El oficial carcelero, dijo que ese peso había que restárselo a la comida, lo que implica que sólo podían dejar para el prisionero nueve libras de alimentos. Pero esto tampoco es cierto ya que se cuenta el peso de los envases. En fin, que tendría unas escasas ocho libras para tres meses. En un cálculo generoso no llega a treinta y seis gramos diarios. Pero este no es un artículo estadístico, sino una denuncia a la tortura.

Antonio Díaz, rechazó la jaba, es decir, el paquete de alimentos, por considerar indigno ese tratamiento y les dijo “Yo estoy prisionero aquí por defender los derechos de todos los cubanos y no voy a aceptar esta violación”.

El heroico jefe de los guardias hizo salir a los familiares de Tony por una puerta inusual y ordenó a dos prisioneros comunes que tiraran “la jaba”, el bulto de comida en la carretera, así lo hicieron. Tony les dijo a sus hijitas, a su esposa y a su hermano que no la tocaran. Allí quedó. Su esposa me decía que sentía gran tristeza mientras se alejaba en la carretera al ver el paquete que había acopiado con tanto sacrificio tirado en la carretera, pero sabía que apenas la cuarta parte hubiera llegado a Tony. Mientras tanto tengo noticias de José Daniel Ferrer, de la prisión de Pinar del Río del Kilómetro 5½. Me dice del sufrimiento y del hambre permanente de los prisioneros. Y el otro hermano, Luis Enrique Ferrer, el que invitó al tribunal a firmar el Proyecto Varela y por eso le dieron la condena más alta, veintiocho años de prisión, ahora está en una celda de castigo. Pueden imaginar, si las condiciones normales son de tortura. ¿Cómo será la celda de castigo?

Lo admirable, lo que recogerá la Historia de la Verdad, será el amor de los prisioneros políticos cubanos por su pueblo y por la libertad. El coraje sin límites, que desconcierta a sus verdugos. Su fortaleza de espíritu en medio de una desventaja total, su paz interior frente a los que sólo tienen poder, y poder tiránico y necesitan compensarse frente a la fortaleza de “los sin poder: infligiéndoles sufrimiento. A los Prisioneros de la Primavera de Cuba, a todos los Prisioneros Políticos cubanos, les sostiene su Fe y la oración y la solidaridad de los sensibles, dentro y fuera de nuestra Isla.

Pero esto no debe ser un espectáculo para los cubanos, cada gota de dolor de este torrente que se produce en estos prisioneros y sus familias, es derramada por cada cubano, por cada anciano y niño pobre, por cada joven sin esperanza que se lanza al mar, por todas las familias que sufren día a día la angustia y la opresión, por los que hablan y sólo hablan, se lamentan o se especializan en el tema, pero no son solidarios. Cada gota de ese sufrimiento es derramada por ti. No sé lo que estas esperando. De los prisioneros no te compadezcas, porque si pasan hambre y sed, por falta de agua y comida, son Bienaventurados por tener Hambre y Sed de Justicia. Pero no hay bienaventuranzas para los que no son solidarios para no buscarse problemas.

Oswaldo José Payá Sardiñas

La Habana, 20 de octubre del 2003.

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