Once de julio, el primer asalto y doce años después. Por Oswaldo Payá Sardiñas.

(LAHABANA, CUBA – Puenteinfocubamiami.org) – Eran cerca de las 5 de la tarde, mi esposa hacía el embarazo del menor de nuestros hijos y estaba en la casa de mi madre, pues se sentía mal. Muy cerca de allí, en nuestra casa, en aquel tiempo en Santa Teresa 63 en el Cerro, estaba Dagoberto Capote, al que le correspondía ese día recibir a los ciudadanos que quisieran firmar la petición de Referendo dirigida a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Yo estaba en la casa de mi madre preparándome para bañar a mis hijos que tenían tres y dos años de edad, cuando viene Ramón Antúnez y me dice: «Están haciendo un acto de repudio en tu casa».

Todo fue muy rápido, una verdadera operación no encubierta de la Seguridad del Estado. Un grupo de personas llevaron un ómnibus hasta mi cuadra, muchos agentes de la Seguridad del Estado y militantes del Partido Comunista, además el jefe del Partido en el municipio, delegados del Poder Popular, entre ellos mi vecino inmediato. También estaba la policía «cuidando el orden» y se llevó a Dagoberto, «para protegerlo», hasta el centro del Ministerio del Interior donde estaba el puesto de mando de esta heroica operación de los órganos de la Seguridad del Estado, disfrazados de «pueblo indignado».  En agosto de 1991, Antúnez y yo presentamos una acusación ante la fiscalía, con todos los nombres de los autores del asalto, tengo la copia. Nunca respondieron nada.

La turba entró en la casa, tiraron al suelo el busto de Martí y la bandera cubana. Entraron a los cuartos -perdón, al cuarto, la casa es muy pequeña- rompieron los muebles y regaron nuestras pertenencias por el piso. Después comenzaron a pintar con pintura negra toda la fachada con letreros: «Payá gusano», «agente de la CIA».

De manera que quedó poca área que no tuviera una ofensa. Era fácil, porque el ancho de esa casa es de poco más de cuatro metros, incluyendo la puerta, que no escapó de la pintura. Allí estuvieron los letreros ofensivos durante ocho años, y un dispositivo de la Seguridad del Estado, vigilando y acosando a muchos de los que osaban acercarse a mi casa. Yo tampoco quise quitar los letreros, hasta que me mudé a otra casa muy cerca. Por cierto, también en esta casa me han arrojado pintura y puesto letreros, pero con papales engomados. Se van modernizando los agentes.

Hay rumores de que uno de los que pintó mi casa con más agresividad en 1991 ahora está en el extranjero, es «un exiliado», no sé si en Miami. Quizás para mantener la misma posición que en Cuba, ahora se oponga al Proyecto Varela y siga siendo héroe, pero ahora fuera de Cuba y paradójicamente con el mismo tema. Por mi parte lo perdono.  Sucedió el 11 de julio del año 1991. No era el Proyecto Varela, ya que éste lo redacté en 1996: Era una propuesta de un dialogo nacional donde participarían todos los cubanos. Abrí mi casa para que las personas fueran a firmar allí, voluntariamente. Al igual que ahora, algunos con muchos recursos, desde el exterior nos atacaron y ofendieron, hicieron decenas de programas radiales Algunos dentro de Cuba se sumaron a esa campaña contra nuestro esfuerzo. Al igual que ahora, antes y después del asalto.

Al principio no iban muchos a firmar. Poco a poco iba subiendo el número, hasta que iban 30, 40 o 50 personas diarias a firmar. Y entonces, el asalto.

Al igual que ahora, de nada servían las intrigas, amenazas y campañas difamatorias del régimen, aunque en aquel tiempo no usaban la radio, periódicos, libros y la televisión oficial, como ahora. De nada servía la represión, porque cuando los ciudadanos leían el proyecto, decían: «ésta es la solución que queremos».

Lo importante no es el proyecto o sus autores. Seguro que puede haber otros proyectos y otros autores. Lo importante es que era, como lo es hoy el Proyecto Varela, un camino pacífico que indiscutiblemente devuelve la soberanía al pueblo y los derechos a los ciudadanos, y abre el camino para que los cambios sean realizados por los propios cubanos.

Tampoco en aquel tiempo pedimos apoyo de instituciones, ni emplazamos a nadie, solamente como ahora, llamamos.

¿Y qué pasó?

Pasaron doce años. Cualquiera tiene tiempo de haberlo hecho mucho mejor. Ya mi hijo menor tiene, el que estaba encargando por aquel tiempo, once años. Pero no hemos dejado de luchar, ni nosotros, ni miles de cubanos que han pasado por las cárceles o están ahora en las cárceles. No es una derrota, porque no nos movemos en el campo de la violencia y el miedo, que son recursos de los que tienen poder para contener al pueblo. Recursos que no queremos y que no usaremos, porque nuestro fin no es dominador, sino liberador.

El régimen, lo único que puede exhibir es su fuerza opresora contra el pueblo, pero no se atreve a consultarlo para que decida en un referendo.

Ahora, doce años después, es el Proyecto Varela, diferente, pero con el mismo espíritu. Hay miles de cubanos que han abierto un camino, es mucho más que un proyecto, es un movimiento ciudadano que continúa y crece, aún después de la ola represiva que comenzó en marzo. Este camino pacifico es para nosotros meta, porque Cuba debe renacer libre y sin derramamiento de sangre entre hermanos. Pero el cambio es necesario ahora. Es necesario y justo. Es justo e inevitable.

Por eso, doce años después, este otro asalto no ha logrado paralizar el movimiento cívico en Cuba. Tampoco nos hará abandonar este puente que vamos construyendo peldaño a peldaño y por eso no lo pueden destruir. En eso está su misterio y su permanencia, en que es una opción de los ciudadanos, transparente y venciendo el miedo.

Por su propio espíritu, el Proyecto Varela no puede obligar a nadie, no puede excluir a nadie y respeta la opinión de todos. Pero define los derechos de todos. Por eso con respeto, con humildad, pero con firmeza seguiremos llamando a todos los cubanos que viven dentro y fuera de Cuba a apoyar el Proyecto Varela, que es continuación de esta lucha pacífica, iniciada hace muchos años y que ya está dando los primeros frutos de la liberación.

Lejos de nosotros ninguna arrogancia, porque sabemos el precio que pagamos por esta opción radical por el pueblo, con la cárcel o con la vida. Ninguna arrogancia, ningún odio.

Se robaron todas las firmas que encontraron, cientos de hojas con datos de los ciudadanos que hasta ese momento habían firmado la petición. Pero sí mucha fe, mucho amory la alegría que nadie puede quitarnos. Con una inmensa paz recordamos.

¡Cuidado
con esos muertos que voz matáis, que pueden gozar de buena salud!

Reportó desde la Habana Gilberto Figueredo Álvarez, director de Carta de Cuba. Para el
Puente Informativo Cuba Miami.

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