La Nación: Oswaldo Payá «No quiero más caudillos en Cuba»

La Nación: Oswaldo Payá «No quiero más caudillos en Cuba»

LONDRES.- Oswaldo Payá Sardiñas habla pausado y tupido, en tácita armonía con la llovizna que de a ratos ataja su mirada tras los ventanales de la London Business School (LBS), donde hace una semana ofreció una conferencia de tres horas de duración y donde, con idéntico e inmutable tono de voz, mantuvo esta entrevista exclusiva con LA NACION.

Pero la imaginable tentación de distraerse entre sus murmullos de profundo acento caribeño se disipa ante la convicción de las palabras de este cubano hambriento de democracia. «Quiero cambiar Cuba para siempre», dice. Y su frase es respaldada por las firmas de once mil isleños que al apoyar sus ideas saben que corren el riesgo de perder sus trabajos y su tranquilidad cotidiana.

Esa razón es el Proyecto Varela, un programa político e institucional de su autoría que el gobierno cubano acaba de archivar por considerarlo inconstitucional y que procura «devolverles las libertades naturales y esenciales» a todos los ciudadanos cubanos.

«A través de nuestro trabajo buscamos forzar un referendum con el fin de que el pueblo decida si quiere que la legislación actual cambie. Lo que se busca con esta reforma es lograr la liberación de los presos políticos pacíficos y las libertades de expresión y asociación, además de una ley electoral que asegure elecciones limpias», comenta. «Desde el gobierno de Castro hay interés en que no se conozca nuestro programa, y también una fuerte represión. Pero la gente cada vez se está animando más, y esta tendencia se está afirmando día a día», se ilusiona.

Más allá de sus marcadas diferencias con el oficialismo, Payá ha logrado construir un espacio de poder ajeno al tironeo entre las viscerales amenazas de eliminar o eternizar a Fidel Castro que hoy desgarran a Cuba, tanto en La Habana como en Miami. «Me considero un conciliador, porque es fundamental terminar con los odios, con los antagonismos y con los caudillos», explica.

-¿Usted se ve a sí mismo como el sucesor de Fidel Castro?

-No desde un punto de vista tan personal, porque nosotros estamos orientando un movimiento cívico. Y un movimiento cívico no es obra de un caudillo. Yo no quiero más caudillos en Cuba, por favor. A mí no me gustaría transformarme en uno de ellos, porque si tuviera esa idea me estaría rechazando a mí mismo.

-Sin embargo, usted es el principal líder de su proyecto…

-Yo puedo tener un papel de liderazgo y organización en este movimiento, pero no en un nivel individual muy estricto. Todo lo que estoy haciendo lo llevo adelante sólo con la mediación del consejo coordinador del Movimiento Cristiano de Liberación, de un grupo llamado Todos Unidos y un comité ciudadano gestor del Proyecto Varela, que va formando equipos en todos los municipios de Cuba.

-¿Teme que su movimiento, al ser tan heterogéneo, pueda fracturarse?

-No, no existe ese miedo porque no hay una unión formal. El campo de la oposición al castrismo cuenta con partidos y organizaciones independientes, que en muchos casos trabajan por su cuenta, y lo van a seguir haciendo, porque sus líderes así lo desean. Lo que nos une con todos ellos no es una alianza, sino el impulso hacia el cambio y el reclamo indeclinable de nuestros derechos como ciudadanos.

-¿Cómo podría llevarse a la práctica el Proyecto Varela?

-En dos planos: por un lado, el movimiento cívico empuja y exige, y por otro, se aplican programas que ya estamos elaborando para representar estos intereses y anhelos de los cubanos que participarán atinadamente en la transición.

-¿Se puede garantizar que estos derechos se respeten con las instituciones que hoy tiene Cuba?

-Nosotros no depositamos las esperanzas en Castro ni en sus instituciones, porque ni siquiera el propio gobierno las respeta. Por eso es que estamos poniendo nuestras mejores intenciones en un movimiento cívico que desde el pueblo busca un parlamento, sindicatos, prensa libre y organizaciones no gubernamentales. Y el gobierno que se forme deberá respetarlas o dejará de ser gobierno.

-¿Buscan cambiar la constitución?

-Sí, procuramos una nueva ley fundamental que sea redactada por representantes del pueblo, pero para que haya representantes, primero hay que conquistar los derechos indispensables. No queremos que la carta magna sea redactada por intelectuales. Lo que hay que hacer es convocar a una convención constituyente, pero eso va a llevar tiempo.

-¿Cómo imagina la transición del comunismo hacia la democracia?

-Será una etapa en la que habrá que tener mucho cuidado de no caer en el caos, ni en el extremismo o la violencia, y menos aún en el oportunismo de los que tienen ahora poder económico y político. Hay que evitar que se repitan casos como el de algunos gobiernos de Europa central, donde la transición fue confiscada o directamente abortada.

-¿Qué hay que hacer para no caer en esa situación?

-Para eso hay que abstenerse de aplicar medidas de choque o fórmulas de fundamentalismo mercantil que nunca funcionan. Hay que garantizar que no se descienda en el nivel de vida y de prestación de servicios a los ciudadanos.

-¿El Proyecto Varela busca eliminar totalmente el actual sistema comunista de Cuba?

-Creo que, para empezar, en Cuba nunca podríamos hablar de un sistema. Hoy hay un grupo de poder que tiene secuestrado a un pueblo que ya no tiene derechos y que cada vez tiene más cerradas las puertas de su futuro. Pero la llave del cambio no está en la elección de un sistema sino en la conquista de las bases que establezcan la soberanía popular e individual de nuestra gente. Ellos después elegirán a través de qué sistema se hará, pero eso ya no depende exclusivamente de nuestro movimiento.

-¿Y qué sistema, a su juicio, sería el mejor para su país?

-Nosotros pensamos que la animación económica y la libertad de mercado no tienen por qué conllevar al sufrimiento de las mayorías, ni siquiera temporalmente. Ese es un mito que no aceptamos.

-¿Hay alguna experiencia realizada en otro país que a usted le gustaría aplicar en Cuba en el futuro?

-Sí, hay varios casos que hemos tomado como referencia, entre ellos las experiencias de la República Checa, Letonia y España. No las adoptaremos como modelos por seguir de manera estricta, pero sí tendremos en cuenta lo que han hecho para desmontar un régimen sin caer en abismos.

-Pero en el caso de España no hubo un gobierno comunista, sino todo lo contrario…

-Desde luego, se trató de una dictadura política y cultural, y no un totalitarismo económico como el cubano…, pero la experiencia igualmente nos es útil, dado que tras el fin del franquismo se ha logrado un proceso indiscutible de libertades individuales y de asociación democrática, bajo un programa de desarrollo y una elevación progresiva de la asistencia social. Y eso queremos para nuestro proyecto: ni una sociedad perfecta, ni un paraíso, sino un país donde se pueda vivir en armonía y en libertad.

-¿Cómo se resolverá la integración entre los cubanos isleños y aquellos residentes en Miami?

-La sensación que tenemos es que, inicialmente, la mayoría de los residentes en Estados Unidos no regresará. Y esto sucederá porque ellos ya tienen sus vidas hechas en otro país. Ya hay dos generaciones de cubanos residentes en la Florida, y aunque deseamos que regresen y participen de este proceso, la mayoría de las encuestas han revelado que sólo lo harían temporalmente.

-¿Usted se siente más allá del enfrentamiento entre castristas y exiliados?

-Nuestro movimiento busca superar esta antinomia, ya que demasiada represión estamos sufriendo hoy por tener diferencias ideológicas. Cuando lleguemos a implementar nuestro programa no vamos a buscar la cabeza de nadie, ni iremos a sacar a ninguna persona de su casa ni de su trabajo.

-¿Significa que no se va a juzgar quienes han cometido excesos?

-Significa que no va a haber sed de venganza. Pero no vamos a aceptar que se le falte el respeto al pueblo. Los generales que hoy dicen «socialismo o muerte» y son dueños de una empresa y tienen cinco residencias tendrán que explicar por qué no cumplieron con la ley que ellos mismos obligaban a cumplir a los demás.

-¿Encuentra usted algo positivo en más de cuatro décadas de castrismo?

-Sí, sin dudas lo mejor fue el amor y la buena voluntad con la que trabajaron millones de cubanos, que han hecho muchas obras de bien. Hubo logros sociales imposibles de negar, impulsados con un gran sentido de solidaridad y humanismo. El problema es que esto se hizo en un contexto donde el régimen manipuló todos estos servicios, exigiéndole al pueblo que renuncie a sus derechos para poder hacer uso de ellos. Pero yo creo, y veo, que esta realidad por fin comenzó a cambiar.

Oswaldo Payá Sardiñas tiene 50 años, está casado y tiene 3 hijos. Es ingeniero en electromedicina y licenciado en pedagogía.

Propuesta

Cercano a la Iglesia católica, en marzo de 2001 reunió las once mil firmas necesarias para que el Proyecto Varela, redactado en 1996, pudiera ser considerado proyecto de ley. La Asamblea Nacional cubana acaba de rechazarlo por considerarlo inconstitucional. El año último fue propuesto para el premio Nobel de la Paz.

Por Adrián Sack

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