Mi hermano de fe y de patria Oswaldo Payá Sardiñas y yo creemos que la Virgen de la Caridad y el Señor de la historia –también de la historia de Cuba– nos protege en los arduos avatares y desoladas intemperies que conlleva amar apasionadamente a Cristo y a Cuba, querer la reconciliación de todos los cubanos, la paz y la libertad verdaderas.
Este cubano humilde y honesto me recuerda aquel pasaje del Evangelio en el que Jesús asegura con hondo dolor que nadie es profeta en su tierra. Oswaldo Payá Sardiñas es profético en el verdadero sentido de la palabra: transmisor e intérprete de la palabra de Dios, aplicada a situaciones concretas de la historia de salvación de un pueblo. Profeta es quien sabe decir la verdad, urgir a sus exigencias, denunciar sus tergiversaciones y las injusticias, ofreciendo siempre el perdón y la reconciliación. Pero esto tiene lugar con el anuncio del Evangelio, con la disponibilidad de dar la vida por el martirio. »El predicador del Evangelio será aquél que, aun a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe transmitir a los demás» (Evangelii nundiandi).
Voy a contar aquí algunas anécdotas muy importantes del viaje de Oswaldo Payá, que no reportó la prensa, ni creo que las hubiese reportado de haberlas conocido. Son historias inoportunas para doctos y letrados, gestos y palabras políticamente incorrectos de un católico raigal que le permitieron salir del totalitarismo comunista para ser honrado con el premio Sajárov a la libertad de pensamiento y los derechos humanos.
Viendo y escuchando el vídeo de la entrega del premio y la conferencia de prensa de Payá en Estrasburgo, que me regaló el padre Francisco Santana, venía a mi mente el libro de George Weigel The Courage to be Catholic (El coraje de ser católico).
Weigel es el autor de The Final Revolution. The Resistance Church and the Collapse of Communism, obra en la que destaca la dimensión espiritual de la revolución pacífica del 89, ignorada por los historiadores. El escritor católico demuestra aquí la relación que tuvo la fe religiosa de Václav Havel y otros importantes disidentes europeos –sobre todo Juan Pablo II– en el «milagro de 1989».
Oswaldo Payá está hecho de la misma fibra que esos hombres y mujeres que, movidos por su fe en Cristo, derribaron al régimen político que más despiadadamente se empeñó en destruir el espíritu de Dios que habita en el corazón de todo ser humano.
En el salón Varela de la Ermita de la Caridad alguien le preguntó a Payá si él consideraba que la visita del Papa había logrado algo en Cuba. La respuesta del fundador del Movimiento Cristiano Liberación fue corta y precisa: el logro fue el mensaje que el Papa le dejó al pueblo cubano: no tengan miedo y sean protagonistas de su propia historia.
Al primer lugar que quiso ir Payá a su llegada a Miami fue a la Ermita de la Caridad para poner a los pies de la Virgen y del Santísimo Sacramento el texto del Proyecto Varela. Allí permaneció rezando un rato y pidió ver a las Hijas de la Caridad, que viven frente a la Ermita. A ellas les contó que al último lugar que fue antes de salir de Cuba fue a la casa de las Hijas de la Caridad en La Habana. Allá, una de las hermanas se quitó la medalla de la Virgen que tenía colgada al cuello y se la puso a él.
En Francia, Payá dijo cosas »políticamente incorrectas» que asombraron a un considerable número de parlamentarios europeos, e incluso a la llamada Democracia »Cristiana». Para algunos fue un escándalo que al final de su discurso, además de mencionar varias veces a Dios, dijera que »ante el Señor de la Historia que fue acostado en un humilde pesebre, depositamos este homenaje, y nuestras esperanzas». No menos asombroso resultó que les deseara a todos «Feliz Navidad».
Pero su sorpresa, dijo en una entrevista para La Voz Católica en Madrid, fue ver que, al finalizar el acto del 17 de diciembre, algunas personas se le acercaron a felicitarlo por haber tenido el valor de mencionar a Dios en el Parlamento Europeo. »No hacerlo hubiera sido un contraste y una traición, precisamente en este momento en que salgo al mundo libre», dijo Payá en la entrevista. «Los cristianos también tenemos libertad de expresión y no voy a dejar de decir lo que siento en el corazón, por complejo que sea, ante un mundo secular cuando lo he hecho en la persecución. O ¿es que se está perdiendo la libertad religiosa en el mundo secularizado?».
Al igual que en Europa, en sus conferencias de prensa y mensajes en Miami, Payá hizo repetidas referencias al »Señor de la Historia» y a su fe; yo lo escuché, y me pareció valiente, muy hermoso.
Reconciliación, paz, palabras altamente cristianas, han sido peligrosas en esta diáspora nuestra. Pero ya no. Como Oswaldo Payá, creo en el poder de los sin poder cuando pierden el miedo, como nos enseñó Havel, pero sobre todo, en la fuerza del Espíritu y la oración.
Gracias, Oswaldo, por tu coraje como cubano y católico. Si Cristo está contigo, ¿quién contra ti?