Hemiplejia moral y comunismo salvaje M. Herald.Oswaldo Payá 31 mayo 2000

El Nuevo Herald La Habana — Escribo este artículo para responder al honorable señor Adolfo Pérez Esquivel y a otras personas extranjeras que públicamente han expresado que la resolución de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU que reconoce las violaciones a los derechos humanos en Cuba es injusta.

Esto, en mi opinión, es una toma de posición junto al régimen que viola estos derechos y una ofensa a la dignidad de los cubanos. Además, les recuerdo que esta tergiversación de nuestra realidad la hacen valiéndose de la ventaja del uso de los medios de difusión, que en Cuba están usurpados totalmente por el gobierno, lo hacen abusando de la situación de silenciamiento que vivimos los cubanos y de la represión que se practica contra los que se atreven a criticar al régimen.

Entre estas personas que, en conclusión, vienen a decirnos a los cubanos que en Cuba no se violan los derechos humanos, estaba también la respetable señora Gladys Marín, del Partido Comunista Chileno. Me veo obligado a decirles a ambos que, si tal como se presentan, son luchadores sociales, que defienden a los pobres, a los trabajadores, a los perseguidos injustamente y, en fin, los derechos humanos, aquí han estado en la tribuna de los poderosos que dominan por la fuerza; aquí tomaron parte con los ricos, porque ni siquiera reconocen la existencia de los pobres; aquí justificaron a los perseguidores y silenciaron los crímenes; aquí, qué pena, defendieron la injusticia, defendieron la opresión, defendieron una ideología o sus posiciones políticas, pero no defendieron a los seres humanos.

Si lo hubieran hecho no subirían a la tribuna ni hablarían por la TV. Los que defienden a las personas no andan mirando quién es el que comete la injusticia, ni si es de su color político o si es enemigo de su enemigo. Quien defiende a la persona, al ser humano y sus derechos, no se calla ante ningún poder aunque se quede solo. Jamás justifiqué ni apoyé las injusticias y crímenes que se cometieron durante los regímenes militares en sus países; por el contrario, los que defendemos los derechos humanos en Cuba hemos sido y somos solidarios con la lucha por la justicia social y el respeto de todos los derechos de las personas en América Latina y el mundo.

Nuestro movimiento, el Movimiento Cristiano Liberación, tiene su razón de ser en la opción por la persona, especialmente por los pobres, y por eso, por nuestro pueblo, que desde hace cuatro décadas vive secuestrado por un régimen que ha pretendido adueñarse de la persona. Cuando se habla de cambios y de solución en Cuba hay que hablar de liberación. Si ustedes no reconocen las violaciones de los derechos humanos en Cuba y si no son solidarios con los anhelos de libertad y justicia de los cubanos es o porque están desinformados o porque no nos consideran dignos de estos derechos, o por alguna razón que tendrían que explicar ustedes.

De todas formas, lo que no podrán hacer es convencernos a los cubanos de que tenemos los derechos y la libertad que este régimen nos niega día a día; de que éste no es un país de ricos y pobres, porque todos sabemos que desde el poder político y militar muchos tienen privilegios y prebendas y riquezas para hoy y para el futuro frente a una mayoría pobre y a una marginalidad creciente. Esa es la esencia de este régimen y por eso suprime las libertades individuales, monopoliza los medios de comunicación, se adueña de toda la economía y reprime toda expresión de libertad en los ciudadanos, porque el ejercicio de la libertad es incompatibe con este totalitarismo que, como estoy explicando, se instaura para perpetuar el poder de un hombre y los privilegios y riquezas de una minoría que ha institucionalizado el despotismo.

Si bien muchos cubanos trabajaron con amor y se entregaron con honestidad a lo que pensaron que sería un proceso que comenzó superando algunas formas de injusticia, hoy la mayoría quiere cambios y apertura pues se generaron nuevas formas de injusticia y no existe ningún proyecto en los que gobiernan que no sea conservar su poder. Y estas afirmaciones todas son demostrables con una visión de historia reciente y realidad actual.

Los hechos no se pueden negar. En estos años, miles de presos políticos, juicios manipulados, fusilados de los que sus familiares sólo supieron después de sepultados, muchos fusilados. En las prisiones, el maltrato físico, las celdas tapiadas con confinamientos de meses y hasta años, abuso hasta el sadismo y diversas modalidades de tortura psicológica y física. Hay miles, decenes de miles de testimonios y testigos y lo peor es que aún ocurren estos maltratos, juicios manipulados y detenciones arbitrarias, de personas que sólo han expresado ideas pacíficamente, sin ofender y menos agredir a nadie. Desde muy temprano comenzaron también los confinamientos masivos de decenas de miles de jóvenes en condiciones de campo de concentración (yo estuve tres años en campamentos de castigo con trabajo forzado sólo por ser un católico activo que sostenía su fe abiertamente).

Durante décadas, a los que querían abandonar el país se les trató como enemigos, se les retenía durante años, se les impedía llevarse a sus hijos mayores de 15 años de edad, se les humillaba. Al salir se les confiscaban todos sus bienes y se les imponía la condición de desterrado bajo el término de «salida definitiva». Esta práctica todavía existe. Los cientos de miles de cubanos que viven en el destierro sólo pueden entrar en el país, por pocos días, si el gobierno les concede una visa, y pagando tributos extorsionadores. Los cubanos no tienen derecho a salir y entrar libremente en su país. Yo tengo una prohibición de salir de Cuba y regresar, también mi esposa y hermano. Mi madre tiene una grave enfermedad y en días recientes el gobierno ha prohibido que un hermano mío, que vive en España, venga a visitarla, porque, según dijo Inmigración, «no puede viajar a Cuba por ser hermano de un disidente». Pero si recordamos el año 1980, cuando el gobierno entreabrió las puertas para la emigración masiva en lanchas que vinieron de familiares procedentes de EU, encontraremos los actos de repudio. Estos fueron los pogromos del comunismo. Turbas dirigidas por el Partido Comunista y las fuerzas de Seguridad acosaban durante días las casas de las familias que deseaban emigrar; decenas de miles de familias pasaban por este castigo. Consistía en turbas gritando, golpeando puertas y paredes, interrumpiendo el servicio de agua y luz en muchas ocasiones, pintando insultos en las fachadas, aterrorizando día y noche. Esta práctica duró meses y afectó gravemente a miles de niños inocentes. Miles de personas que querían emigrar fueron salvajemente maltratadas y ultrajadas en las calles. Si ustedes, señoras y señores Pérez Esquivel, Gladys Marín, Estella de Carlotto, Claudia Camba, Gloria de la Riva y Eugenio Chica no saben esto, no saben nada de Cuba y entonces no opinen.

Yo les invito a mi casa en Santa Teresa No. 63, barrio del Cerro, aquí en La Habana, para que conversemos. No para enfrentar las injusticias que ocurren en sus países con las que ocurren en el mío, sino para dialogar entre defensores de los derechos humanos, de todos los derechos y de todos los humanos. En la fachada de mi humilde hogar verán las huellas de los letreros que me dejó la turba del Partido Comunista y la Seguridad del Estado, que pintó mi fachada cuando hizo un acto de repudio contra mi casa y la saquearon. Debajo de la pintura aún salen parte de los letreros que pintaron ofendiéndome. Pero esto fue en 1997 y no por quererme ir del país, sino por recoger firmas para un plebiscito que decidiera si se realizaba un diálogo nacional.

Particular respeto siento por las abuelas de la Plaza de Mayo, que son un testimonio vivo de uno de los horrores más despiadados que se hayan cometido en nuestro continente. Sus voces son un emplazamiento a todos; nadie puede ser ajeno o neutral ante su justa demanda. Pero con el mismo respeto tengo que decirles que para muchos cubanos fue triste contraste escuchar cómo su presidenta desconocía nuestra realidad. Creo no equivocarme en afirmar que la señora Carlotto desconoce que a sólo pocos metros de la tribuna donde ella participó comienza el mar, y que a unas millas de nuestro malecón fue criminalmente hundido el remolcador 13 de Marzo. Sí, una embarcación donde huían varias decenas de hombres, mujeres y niños fue perseguido y alcanzado por embarcaciones del gobierno. Después de detenida y rendida, comenzaron a embestirla y a acribillar con chorros de agua potentísimos a las personas. Los chorros de agua arrancaban los niños de los brazos de sus madres; éstas pedían piedad, pero no cesó esta orgía genocida y sádica. Perecieron dos decenas de niños y otras dos de adultos. Allí están, no son desaparecidos –todos sabemos dónde están–, acusando desde el fondo del mar, frente a nuestro Castillo del Morro, a sus asesinos y al gobierno que les dio categoría de «héroes» a los autores del genocidio alevoso y premeditado.

Sepan que respetamos el derecho que tienen ustedes a opinar sobre las acciones de sus gobiernos, pero nosotros también, y como se trata de nuestra vida y nuestros derechos, debo responder. La señora Gladys Marín dijo que la Central Unica de Trabajadores de Chile no había invitado al presidente Lagos al acto que celebraría el Primero de Mayo porque según ella dijo, «había apoyado la resolución contra Cuba». En primer lugar, la resolución no fue contra Cuba, sino a favor de los derechos de nosotros los cubanos. Además, el presidente Lagos de esta forma reconoce los derechos de los trabajadores cubanos, ahora violados por este régimen que prohíbe los sindicatos libres y que junto con los capitalistas extranjeros explota a los trabajadores cubanos.

La señora Marín dijo con asombro que en Chile «se impide la representación de la diversidad política y cultural del país». Sólo le faltó decir: igual que en Cuba. Al parecer, en Chile el único partido que no se permite es el comunista y en Cuba el Partido Comunista no permite la existencia de ningún otro partido que no sea él mismo. Hablar de diversidad y de pluripartidismo en Cuba es agredir al régimen, que se arroga el derecho de ser unipartidista, usurpando la soberanía popular. Claro que el señor Esquivel no habla de esta soberanía. Para nosotros es inseparable la soberanía popular de la soberanía nacional. Nuestra historia demuestra que en donde no hay respeto por los derechos civiles y políticos y la libertad de expresión, tampoco se construye la justicia. No hay democracia política sin democracia económica como, efectivamente, no hay respeto a los derechos humanos si se excluyen los derechos sociales y económicos.

Nosotros lo sabemos porque en la medida que se fue instaurando el «estado de no derecho» en Cuba, se fue instalando la injusticia social y la desigualdad que ahora tiende a profundizarse, y donde muchos de «los compañeros dirigentes» son los nuevos ricos y privilegiados.

Nosotros hemos trabajado por el diálogo, la reconciliación y los derechos humanos dentro de Cuba, hacemos oposición pacífica y buscamos caminos que no excluyan a ningún cubano ni dentro de la isla ni de la diáspora. Sin embargo, el gobierno no corresponde a la necesidad de apertura y cambios. No queremos cambios hacia el llamado neoliberalismo o capitalismo salvaje. Ya sufrimos, ahora, a un grupo de poder que es gobierno, partido único, tribunal, policía, jefatura del ejército, sindicato, prensa, carcelero y últimamente empresario, propietario empleador y regulador del mercado, al estilo de ese capitalismo despiadado. Y por otra parte, el cubano es trabajador explotado, cliente extorsionado y ciudadano sin derechos. Esta combinación que nos atrapa la definiremos como comunismo salvaje.

Lo justo ahora es que usted, señor Esquivel, acepte nuestra invitación a un debate público, ante los medios de difusión nacionales (si lo autorizan) y extranjeros, para conversar sobre temas de derechos humanos en América Latina, recordándole que los cubanos también somos latinoamericanos y humanos. También invito a participar a los demás componentes de la mesa redonda que he mencionado en este texto, y a otros cubanos de la oposición pacífica y defensores de los derechos humanos.

En todo caso, mi invitación está abierta para que me visiten cuando quieran en mi casa, sin condiciones. Serán recibidos como amigos y colegas defensores de los derechos humanos. Disculpen si me valgo de este artículo para invitarles, pues me ha sido imposible saber dónde se hospedan y llegar a ustedes.

Coordinador Nacional del Movimiento Cristiano Liberación.

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